Llevan mensaje del 25N a comisarías de Mérida
MÉRIDA, Yuc., 13 de julio de 2021.- Acompañado de su amigo fiel, un perro labrador de nombre Muñeco, Luis Manuel García Rivero, conocido en el pasado como El diablo, ya que pasó 20 años de su vida en el Penal de Mérida por diferentes delitos, desde hace siete años decidió vivir en la calle para poder disfrutar al máximo la dicha de ser libre. En agosto cumplirá dos años de tener su vivienda bajo el puente del kilómetro 37 del Anillo Periférico.
En la actualidad es conocido como el caminante del periférico. En abril cumplió 50 años, y reconoció que su carácter caliente lo llevó realizar cosas de las cuales no se arrepiente, pero lo llevaron a responder ante la ley con cuatro ingresos al Centro de Readaptación Social de Mérida.
“Se puede decir que terminé en la cárcel por una mala administración de mi vida, por excederme en el consumo de alcohol y drogas, además de creer que ser jefe de pandilla es lo máximo”.
Expresó que la vida es la consecuencia de nuestros actos y a los pocos años que salió de la cárcel se enteró que era cero positivo.
En ese momento, dijo, se sintió abandonado y quiso buscar culpables, pero el único responsable era él, sin embargo, tuvo la fortuna de conocer a una persona que lo ingreso en el Programa de Prevención y Control de VIH-SIDA, donde desde hace siete años recibe retrovirales y lleva un seguimiento de su estado de salud en forma mensual, incluso fue de los primeros en recibir la vacuna contra el Covid 19.
Con su último empleo formal que tuvo como albañil, platicó que compró a su perro Muñeco y desde entonces tomó la determinación de no pagar renta.
Al principio ocupó casas abandonadas, pero antes de la pandemia levantó una palapa en los montes, propiedad de la empresa Kia, en el Periférico Poniente, y al conocer el lugar decidió hacer su casa bajo el puente peatonal hace dos años.
Ahora trabaja como jardinero y hace desyerbo, en el camino junta chatarra, dice que no paga renta, no tiene deudas y las cuentas que tenía pendientes ya las pagó, sólo Muñeco es su responsabilidad le compra las mejores croquetas, aunque su mejor amigo prefiere que le comparta de su comida.
“La verdad elegí vivir aquí porque soy el jardinero del Monasterio de Santa María Monte Carmelo que está del otro lado del puente, allí las religiosas me dan mi comida todos los días y me ofrecen donde vivir pero ya estuve guardado muchos años, prefiero no dar molestias y tener mi propio espacio”.
Hace siete años que dejo su pasado atrás cuando le gustaba asaltar a los paisas en el Centro y “robar y agandallar todo lo que pueda”. “Todos los seres humanos tenemos una oportunidad de hacer un corte de caja y reflexionar qué estamos haciendo de nuestra vida”.
En su caso, cuando trataba de encontrar culpables sobre su situación, le pidió a Dios que le permitiera tener la visión, lo cual asegura que le fue entregado como un don, pues fue en ese momento que en su cabeza escuchó voces que le decían que es un tonto por vivir en la calle y luego otras voces contestaron rápidamente que de diera cuenta.
“Me dijeron que sólo observará a mi alrededor la bendición de estar vivo y de inmediato dejé de escuchar las voces”.
Licho, como también lo conocen, mencionó que en estos siete años también ha trabajado como voluntario en albergues para personas con VIH. Le ha tocado desde cambiarlos y ayudarlos a bañarse, hasta compartir su experiencia con ellos.
Nativo de Mérida, es de una familia con siete hermanos, pero desde la muerte de su padre le da pena que todos estén peleando la herencia.
En su caso, expresó, su único pendiente es reunir las fuerzas necesarias para pedirle perdón a su madre y también disculparse con sus hijos.
Todos los días trata de levantarse para ver el amanecer, algunas veces sube al puente con Muñeco para recibir los primeros rayos del sol.
Luego compra su periódico, leche deslactosada o de almendra y desayuna con un pan en el parque, después se va a trabajar y regresa por la tarde antes de que anochezca para preparar la comida de su perro. También lleva un poco a unas perritas que viven en la escuela y son amigas de Muñeco.
En la cena, señaló, no come cualquier cosa porque lleva una dieta para mantener elevado su sistema inmunológico, hace un oración y luego escribe en su diario las cosas bonitas que le pasaron en el día, después, a descansar.
Agregó que recientemente construyó un refugio cerca del puente donde puede hacer fuego para cocinar y refugiarse en la época de calor, ya que no aguanta dormir debajo del puente, donde ya pasó dos tormenta y un huracán.
Trabaja de lunes a sábado y los domingos los dedica para lavar su ropa y estar todo el día con su perro.
Añadió que aunque sólo tiene las cosas necesarias para cubrir sus necesidades básicas, no puede decir que sea un hombre feliz, pero sí que vive en paz y con la alegría de compartir la vida con un fiel amigo.