Indicador Político
El presidente de la mesa directiva de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna dio positivo a Covid-19. El legislador señaló que se encuentra bien y que estará en reposo y pendiente de todo a distancia. Que esté en reposo, bien; al pendiente, mejor no. Gutiérrez Luna está en la lista de la ignominia al denunciar penalmente a los consejeros del INE, atenuada por la retractación después de la descalificación que recibió del presidente López Obrador.
También se sabe que la gobernadora de Tlaxcala, Lorena Cuéllar dio positivo. Seguramente la cepa Ómicron está haciendo de las suyas. Los casos de contagios de Covid 19 se incrementan exponencialmente. López Obrador reconoció que el incremento se debe a la nueva variante, y venturosamente se espera que en esta ocasión no tenga la letalidad de la cepa alfa, la de origen, o la delta.
La realidad es que la necedad de una parte de la población de no vacunarse es la principal causa de muerte; el contagio y la gravedad de su impacto disminuyen en las personas vacunadas. Ciertamente la vacuna de refuerzo es garantía, no así la primera o la segunda. El comportamiento de la nueva cepa revela que su agresividad es menor, aunque el contagio es cuatro veces superior a la cepa alfa y dos veces a la delta.
Esta nueva ola de contagios solo se enfrenta con la vacunación. El gobierno debiera imprimir toda la prioridad a la vacunación. Dos son los temas: adquisición de vacunas suficientes y emprender una campaña de información y movilización para que la población participe masiva y prontamente. El presidente debiera convocar a una gran cruzada nacional contra la pandemia a partir de la vacunación.
Debiera, también, suspenderse la consulta ociosa de ratificación de mandato y utilizar esos recursos para emprender la cruzada nacional para la vacunación contra la Covid-19. Los recursos publicitarios, formales e informales, que tendrá la ratificación de mandato pueden salvar vidas y, como tal, López Obrador acreditaría sensibilidad y empatía en un tema fundamental para el país. Seguramente los réditos políticos de hacerlo serían más generosos y auténticos que la consulta de la vanidad.
Si el partido gobernante ha destinado recursos de sus prerrogativas para la compra de vacunas, sería mucho más razonable y de mayor impacto que el gobierno y el presidente anunciaran que se suspende la consulta para aplicar todos los medios a la campaña de vacunación y motivar así a la población.
Para tal fin sería necesario, de ser posible, retirar las solicitudes presentadas por parte de simpatizantes del Presidente para promover la consulta. Quizás ha llegado el momento en el que ha dejado de estar bajo voluntad del interesado suspender el procedimiento. Se deben contemplar todas las opciones o alternativas. Si se quiere, se pueden reservar algunos recursos para financiar a las empresas encuestadoras para que apliquen la pregunta en cuestión, y de esta manera salvar el orgullo presidencial de que la abrumadora mayoría de los mexicanos desean que él continúe en el cargo.
Pero lo relevante y el precedente sería la cruzada nacional para la vacunación con la participación del conjunto de las autoridades, los medios de comunicación y una colaboración ejemplar entre el sector público, el privado, el médico y la sociedad civil.