Teléfono Rojo
Quienes utilizan como ariete político los asesinatos de periodistas, caen en culpabilidad porque estimulan casos.
En asesinatos de periodistas, hay muchos culpables
Las muchas muertes que ocurren a diario en el país, resultado de políticas erróneas, complicidades y alientos desde décadas atrás, no parecen importar a los que aferrados a un sector, usan esas muertes para el chantaje cotidiano. Ahora hasta las llaman crímenes de estado. No se dieron cuenta entonces, que vivimos varias décadas con crímenes de estado en muchos conceptos y que ellos son cómplices, culpables también, por no haber denunciado en su momento esas políticas. Las miles de muertes ocurridas por malos servicios de salud en esos lapsos, también entran en esa culpabilidad silenciosa ante políticas que son responsabilidad estatal. Se incluyen los casi 70 millones de pobres de los habla la Cepal, Una persona que hubiera perdido la vida violentamente o por malas políticas de salud, sería lamentable. Pero que se usen esas muertes como ariete político, sin tomar en cuenta las muchas situaciones que llevan a esa violencia, es generar en el ánimo público una culpa de la que se zafan. Y como ven que el caso de los periodistas asesinados causa impacto a nivel mundial, se exacerba hacia el exterior cuando en la mayoría de los países hay casos similares en este y otros sectores, y se genera una estrategia que quieren que rinda frutos.
LAS DENUNCIAS FUERA DE CONTEXTO PIERDEN CREDIBILIDAD
Ha sido histórico que a partir de un caso se lanzan contra un gobierno al que indirectamente tocó. Las muertes de este país, si no se denuncian como debe de ser y desde todas sus perspectivas, pierden veracidad, exhiben al denunciante y se convierten en simples arietes, como se dijo, para lograr propósitos. Estaríamos como en el caso actual de la guerra Rusia-Ucrania en donde se hacen oídos sordos y se cierran los ojos para no señalar al verdadero culpable de la presión que llevó a esa guerra, Estados Unidos, en su intento permanente de acercarse a los grandes recursos que existen en la zona rusa. Lo que llama la atención en el caso de los periodistas es la insistencia de culpar solo a ciertos sectores oficiales y lanzar el descrédito al federal cuando los crímenes ocurren en otros estados y municipios. En el caso de Michoacán con un gobierno que encontró las arcas vacías y el estado hecho jiras y tiene apenas poco más de cuatro meses, no señalan que en el gobierno anterior de ese estado, el feminicidio había aumentado y en su momento se dio la agresión a maestros y a líderes comunitarios uno de ellos de Aguililla golpeado por el propio gobernador Aureoles, como fue del dominio público. Pero la muerte violenta de un periodista, Armando Linares, según los detractores lo acaba de poner en la picota. Insistir en ello es oscurecer a un periodismo que pretende ser veraz llevado por intereses que todos conocemos y exacerbar las agresiones con una culpabilidad a la vista.
LA AGRESIÓN A PERIODISTAS HA SIDO CONSTANTE Y EL SILENCIO REINÓ
En el papel revolución que se extendía desde el fax, en mi sala, yo iba contando el número de periodistas asesinados, golpeados, censurados o despedidos. El Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) me enviaba las listas periódicamente y en muchas de ellas aparecían debajo del nombre sus respectivos agravantes. Eran víctimas que estaban calificadas de antemano para paliar la responsabilidad externa y sobre todo la oficial. De eso hace más de 30 años. Y yo que todavía creía que los organismos internacionales de defensa de periodistas servían de algo enviaba los reportes a Artículo 19 de Londres, al Comité de Defensa de Periodistas de Nueva York y a Reporteros sin Fronteras. Mi propio caso cuando me demandó José Ángel Gurría por una cabeza (que no hice) en la portada de una revista en la que aparecía una entrevista mía a Eduardo Valle El Búho, lo envié en siete cuartillas plenamente desarrolladas que no causaron el menor efecto. El propio procurador federal que se rio por la impertinencia del entonces canciller, ordenó que se archivara mi expediente. La expulsión que hizo Cuba de Reporteros sin Fronteras por intromisión en la vida interna del país, cosa que también hacen aquí esos organismos, abrió los ojos a muchos y su presencia que solo sirve para denunciar en el exterior y no han ofrecido ningún programa de verdadero apoyo, confirma lo que dijeron los cubanos ¿Que tanto presiona la muerte de periodistas en el país, el que grupos que quieren hacer daño al estado, la utilicen aquí y en el extranjero para golpear? ¿quienes son los culpables que alimentan esa situación y esas campañas y lastiman al gremio periodístico honesto y casi siempre de a pié, como se ha repetido?
OFICIO DE MUERTE QUE SE ESTIMULA CON FINES TURBIOS
Costaba trabajo creer, en el pasado, lo que decían algunos sobre la muerte de periodistas y de personas gay. Según ese criterio, desde ciertos sectores, convertidos en justicieros, daban fin a cierto número de integrantes para cobrar la libertad de expresión, disfrutada en general por la sociedad, y la libertad de preferencias. Esto, que parece terrorífico, se actualiza, cuando hay quienes salen a la luz pública a señalar responsables sin tener pruebas. El libro Oficio de muerte. Periodistas asesinados en el país de las impunidad (Grijalbo 2012) de Carlos Moncada Ochoa, se publica precisamente en el sexenio que extendió las actuales políticas en torno el crimen organizado y en el que hubo 147 periodistas asesinados. El periodista y escritor sonorense y mencionado en esta columna en otras ocasiones, viajaba especialmente al sitio donde ocurría el suceso, a obtener directamente la información. Por desgracia viajó por todo el país, porque los crímenes de periodistas se cometen en todas partes como sucede con otros crímenes. Cuando le pidió a Miguel Ángel Granados Chapa que hiciera el prólogo, éste, muy sonriente le dijo que lo haría con gusto, porque uno de los más de 50 libros de Moncada lo habían ayudado mucho a lo largo del tiempo, con su información. Se refería a ¡Cayeron! 67 gobernadores derrocados (1929-79) de Editorial Calipso 1979. Ambos personajes abordan en el primero de los libros mencionados, el problema de los periodistas agredidos, desde la perspectiva correcta, no desvinculada de la realidad que vive el país y quienes han creado las condiciones para ello.