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MÉRIDA, Yuc., 23 de marzo de 2022.- A nivel global, la tendencia en el consumo de bebidas endulzadas, categoría que contempla a las gaseosas, aguas tónicas, concentrados de jugos de frutas, preparaciones lácteas, café y té listos para consumir, así como bebidas deportivas y energéticas, se ha incrementado debido al proceso de urbanización y, particularmente, en las naciones con ingresos medios.
Un estudio consultado por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO), publicado recientemente en la revista de la Asociación Médica Estadounidense JAMA Network Open, afirma que el uso de edulcorantes como el aspartamo, la sacarina y la sucralosa, en sustitución del azúcar en las bebidas, se asoció con una baja en el peso, en el índice de masa corporal, en el porcentaje de grasa y también de lípidos en sangre.
La nueva investigación, fechada en marzo de este 2022, sostiene que, en el mediano plazo, las bebidas endulzadas con dichos sustitutos y aquellas sin calorías pueden ser una alternativa viable para personas con sobrepeso y obesidad; aunque advierten los expertos, que trabajan ya en generar más investigaciones que ayuden a consolidar el reciente hallazgo.
A partir de 17 ensayos clínicos efectuados, los especialistas pudieron constatar los beneficios similares que tienen las bebidas endulzadas (con edulcorantes) y bajas en calorías a los que proporciona el consumo de agua, teniendo efectos positivos en aspectos adicionales como control glucémico, presión arterial, la enfermedad de hígado graso no alcohólico y ácido úrico.
Asimismo, un artículo publicado en el sitio web de la Escuela de Salud Pública de Harvard, indica que la mitad de la población en los Estados Unidos de Norteamérica consume bebidas azucaradas en un día; 1 de cada 4 personas obtiene al menos 200 calorías de estas bebidas; y el 5% obtiene al menos 567 calorías. Estos niveles de ingesta superan las recomendaciones dietéticas de consumir no más del 10 % del total de calorías diarias provenientes del azúcar añadido.
Es este consumo excesivo de azúcar uno de los factores que inciden en la aparición del sobrepeso y la obesidad. Recientemente y en el marco del Día Mundial de la Obesidad de este año (4 de marzo), el Instituto Nacional de Salud Pública de México (INSP) emitió una postura en donde resalta que “la obesidad debe ser considerada una enfermedad crónica, compleja y multifactorial, en la cual existen factores genéticos, fisiológicos, hormonales, psicológicos, ambientales, económicos, culturales, sociales y comerciales”.
“La obesidad es, además, factor de riesgo para diversas enfermedades, afecta directamente la historia natural de múltiples padecimientos como la diabetes, hipertensión, diversos tipos de cáncer, e incluso la Covid-19, y tiene un impacto importante sobre el bienestar y salud mental de los individuos, sus familias, la sociedad y la economía”, detalla el INSP.
En ese mismo sentido, el International Journal of Obesity publicó un artículo en donde refiere la necesidad de conceptualizar de forma adecuada la obesidad, con la idea de tener “un manejo y prevención realistas” de dicha enfermedad y en donde subraya que ya no es adecuado concluir que la obesidad es consecuencia únicamente de comer en exceso.
Además, este artículo firmado por Nikhil V. Dhurandhar, señala que “una verdadera prevención de la obesidad implicaría prevenir las causas intrínsecas de su desarrollo, como pueden ser la deficiencia de leptina o la aparición tardía de las hormonas de la saciedad”. Y considera que “hasta que la ciencia médica aprenda a regular estos factores causales, nos queda controlar los factores como la ingesta de energía y la actividad física. Estos no prevendrán la obesidad, pero sí pueden ayudar a atenuar su expresión”.