Indicador Político
No es casual que los partidos políticos sean los que más invoquen la unidad. Del PRI se decía que una de sus fortalezas era la unidad, que al momento que dejó de tenerla sobrevinieron las derrotas y en tiempos recientes la debacle. Del PAN algo semejante se afirma; que la fractura entre Felipe Calderón y sus afines con Ricardo Anaya, que terminó con la renuncia de Felipe y Margarita Zavala al partido fue causa de la derrota en 2018. Relevantes figuras del gobierno de Calderón hicieron campaña contra Anaya, alineados con José Antonio Meade, candidato del PRI.
En Morena actualmente el tema de la unidad está en el centro de la atención. Se refieren a la necesidad de mantener la cohesión entre los prospectos de candidatos presidenciales. La salida de uno o algunos es considerada como el principal factor de riesgo para que el partido gobernante no sea ratificado en las urnas. El senador Ricardo Monreal habló del asunto este domingo en Coahuila y lo hizo de la manera más razonada o razonable: la unidad no es imposición, es resultado del respeto a la dignidad y del derecho a competir en condiciones justas. Muchas de las derrotas en elecciones locales recientes de Morena se explican por el desaseo en la selección de candidatos.
En realidad, la unidad es mucho más complicada. Todo proyecto político con fortaleza de prevalecer genera condiciones de cohesión por la sencilla razón de que fuera de la organización la situación es peor que incierta. Así, el principal factor para mantener la unidad es la hegemonía política, ideológica y, desde luego, electoral.
Así ocurrió con el PRI; de allí su resistencia a transitar a la alternancia y a la pluralidad. Se entendía que una derrota era el principio del fin. Esta visión es propia de todo arreglo autoritario. Si el tricolor en ese entonces hubiera entendido la necesidad de construir una identidad más allá del dominio del poder, hubiera podido transitar de manera menos accidentada a la democracia. Ahora en debacle, sus dirigentes Alejandro Moreno y Rubén Moreira invocan la unidad para contener el reclamo no sólo por el desastre electoral, sino por la burda exclusión impuesta que hacen inevitable la rebelión.
Lo mismo está sucediendo ahora con Morena. La unidad a la que está remitiendo el presidente López Obrador, a través de la dirigencia partidista deriva de la hegemonía del partido y de su visión de la política. El presidente define arbitrariamente quién está calificado a aspirar y promueve el proselitismo de los escogidos al margen de la ley, lo que provoca un problema de legalidad y de legitimidad. La preferencia del presidente López Obrador por Claudia Sheinbaum es tan evidente como la exclusión que realiza de Ricardo Monreal.
¿Está amenazada la unidad de Morena? ¿Qué tan relevante puede ser para las elecciones de 2024? Su unidad, como en los tiempos de gloria del PRI, resulta de la certeza de triunfo. Si cualquiera de los interesados en la candidatura visualizara un camino exitoso para obtener la postulación y ganar con un partido o coalición de oposición, se fracturaría la unidad. Marcelo Ebrard pudiera lograrlo con el PVEM o Movimiento Ciudadano, todavía más encabezando una alianza opositora. Sin embargo, los precedentes anticipan que se mantendrá en Morena. A diferencia del canciller el escenario de Ricardo Monreal es más complejo y sus opciones no sólo están en la candidatura presidencial. El potencial de ruptura es mayor por sus alianzas regionales, tema que no miden las encuestas.
La unidad en la oposición camina por cuerda aparte; su propósito es evitar que la candidata o candidato presidencial de López Obrador prevalezca en 2024, con un sentido de preocupación compartida de que el futuro democrático del país está de por medio, lo que hace sumar muchas adhesiones más allá del espectro partidista. Las elecciones en el Estado de México y Coahuila servirán de prueba para el acuerdo incluyente y de laboratorio para la selección de candidatos. Nada está escrito y lo singular de la circunstancia significa que lo impensable pueda suceder.