Indicador Político
Sorprendente el arrojo autoritario del presidente López Obrador cuando faltan unos meses para la selección de su candidato(a) presidencial y poco más de año y medio para el inicio de un nuevo gobierno. Hace recordar a López Portillo cuando resolvió estatizar la banca a unos meses de su entrega del poder. Sorprende todavía más la facilidad con la que puede imponerse, no hay
resistencia política ni social.
Sorprende, sobre todo, el estado de indefensión de la sociedad frente al manazo autoritario, al que nada frena. La embestida presidencial se acompaña de una adhesión mayoritaria de los mexicanos, quienes suscriben la idea que más vale un régimen autoritario que haga propia la causa de los más, que un gobierno democrático indiferente a lo que la gente quiere. La propaganda del régimen tuvo
éxito en acreditarse a través del repudio a los demás. En ausencia de ciudadanos los resultados no importan, sí las intenciones y las arengas morales. La cuestión hacia delante son los resultados, que la gran mayoría padece.
Es sorprendente la manera de gobernar de López Obrador y el consenso que le acompaña. No es virtud, sino expresión de la insuficiencia del régimen democrático; por la lastimosa oposición institucional, que sólo en el Senado pudo mostrar carácter y arrojo. Resulta evidente la connivencia con el poder de los
factores de influencia, que en una democracia operan para contener el abuso de las autoridades. La representación gremial ha marchado junto al régimen, igual que los grandes empresarios, en ocasiones beneficiarios como siempre. El saldo les favorece, los muy ricos son más ricos a la par que la pobreza crece y las clases medias se pauperizan. El desmantelamiento de las instituciones de bienestar es dramático e inhumano, como ocurre con el sistema público de salud, tragedia manifiesta en el incremento de decesos y en la disminución de la esperanza de vida. Igual sucede con el educativo, aunque el daño es más discreto, pero no menos pernicioso al afectar la variable más importante para la
superación personal y social.
Los poderosos del país tienen mucho que ver. Se explica por la relación ventajosa con el poder. López Obrador los leyó bien en su pretensión de continuar con privilegiado acceso al poder sin dejar de echarles en cara el abuso pasado. Relevante de la jornada legislativa reciente es que les afecta en sus relaciones contractuales con el gobierno, al definir reglas en beneficio desproporcionado de
las autoridades. Los contratos no serán fuente de certeza, sino patente para que el gobierno actúe de manera arbitraria al cancelarlos sin mayor costo económico. Por la venalidad del pasado habrá quien aplauda, la cuestión es que no puede haber legalidad sin certeza de derechos.
Severa y desproporcionada la reforma al régimen minero, definida en el marco del prejuicio, la desinformación y el desinterés por los efectos que tendrá en la industria y en las comunidades. Se legisló sin considerar opinión o información sobre la situación. El cambio afecta a tres grandes grupos empresariales nacionales, obligados ya muy tarde a reconsiderar su relación con el presidente de la República. También afecta grandes inversiones de empresas de Canadá amparadas por el acuerdo comercial y por una vigorosa representación diplomática.
El traslado del INSABI al IMSS es una medida claudicante, como también es la militarización. El Estado mexicano tiene la obligación de proveer salud; trasladarla a una institución tripartita que de suyo propio padece problemas de vieja y acumulada factura, es desprenderse de una responsabilidad propia y, de paso, reconocer el fracaso de la política de salud del régimen.
Parte de la herencia del régimen: dejar inoperante el INAI, acabar con el CONACYT para transformarlo en una institución con carga ideológica, dar por finiquitada Financiera Rural, persistir en la militarización y asignarles los recursos que debieran ser para promoción turística de México como destino.
El arrebato presidencial legislativo tiene como referencia la adversidad; la del sistema de justicia y la del tiempo. Un presidente fuerte decidido a todo y que en el empeño de su empeño y descuido compromete lo que se propone.