Teléfono Rojo
Desaparecidos es la voz que retumba después de haber estado insistiendo tanto tiempo. Eso lo explican las décadas que llevan a cuesta los familiares en una búsqueda. Pero también el permanente extravío sometido a duda, que se fue acumulado sin que hubiera una respuesta oficial por tantos años. El 30 de este mes será un día de prueba conmemorativa, para los muchos familiares que buscan a personas de los dos géneros y de todas las edades y la respuesta no aparece. Cómo se llegó a este nivel de desaparecidos, de fosas clandestinas, de seres que salen y jamás vuelven, es una respuesta no tan difícil. Fue todo un largo caminar de muerte, de tortura, de desaparición forzada, que el tiempo multiplicó con complicidades del poder y un crimen que descubrió que se podía ganar fortunas con esa causa. Se complicó con la impunidad y las necesidades de los que aceptaban el trabajo, la facilidad de obtener armas y una demanda permanente de Estados Unidos: la de la drogas. Todo un conjunto económico criminal que convirtió a México en un lugar de lamentos. Los datos que se dan en esta pobre víspera, señalan aumento del 8 por ciento de desaparecidos y no localizados, del fin del año 2002 al pasado 14 de septiembre, cuando se menciona la cifra de III mil 533 personas.
Por el día del triste recordatorio, se puso en movimiento la legislación archivada del caso en el Senado. Y ya se discute la norma en materia de desaparición forzada de personas y leyes cercanas. Hay de parte de las víctimas la propuesta de que esa ley no reivindique la lesa humanidad como se pretende aplicar en el caso, porque crearía problemas. En efecto la lesa humanidad se aplica a determinados sectores, comunidades en general, que son víctimas permanentes. En este caso, las víctimas están dispersas y los casos se han dado en diferentes situaciones y fechas. La actividad se encauza a lidiar legalmente esos temas para que fructifique un sistema sobre casos de desaparición que no solo sea positivo sino que cuestione todas la secuencias que tiene tan grave y lamentable situación.
A un paso de cumplir cien años se encontraría Truman Capote que el fin de septiembre cumpliría noventa y nueve años. Treinta y nueve no son tan largos desde que murió a los 60 años, pero si para que la non fiction novel dejara de ser una novedad, para convertirse en la realidad de lo que vive el mundo. La historia desgarradora de la familia Cutters que estuvo en sus manos para llegar a A Sangre fría (Anagrama 1987) es el desarrollo cotidiano en la vida de muchos países en los que esa sangre fria es ya simplemente una costumbre. Pero cuando se dio a conocer su obra en 1966, el mundo se estremeció sin investigar que eso pasaba a diario pero no había medios suficientes para darlo a conocer como ahora. Lo que cimbró fue la forma del relato, el destajo a la raíz de una forma de romanticismo que florecía tardíamente y se veía a diario en las películas gringas. Fue así como Truman Capote subió al nivel que algunos colocan junto a Faulkner, cosa que podría discutirse, pero si al nivel de Tom Wolfe y Norman Mailer como creadores del nuevo periodismo. Un periodismo que no solo proponía cambios a los todavía anquilosados géneros, sino que los llevaba al estilo de su novelística. La última obra de Capote fue Música para camaleones, edición de relatos y cuentos de 1976. Murió en 1984, cuestionado por grupos conservadores.