
En mal momento el asunto de El Mayo
A principios de los años 90 el periodista empezó a colaborar en el semanario Proceso a invitación que le hizo su casi hermano Pascal Beltrán del Río, hoy director de Excélsior. Juntos habían coincidido en varias ocasiones en procesos electorales y desde los 80s mantienen una amistad que sigue hasta estos días.
En 1990, les tocó la cobertura de la elección en la que ganó la alcaldía meridana Ana Rosa Payán Cervera y se convirtió en la primera mujer y segunda panista -el primero fue Víctor Correa Rachó en 1968- en lograrlo.
Eran los días de Carlos Salinas en la presidencia, de Víctor Cervera Pacheco en la Secretaría de la Reforma Agraria y de Víctor Manzanilla Schaffer como gobernador de Yucatán. Manzanilla, un abogado y ex embajador, hombre culto, se refería a su antecesor como un político rupestre, precisamente por las formas en que Cervera había logrado sobresalir en la política.
Hijo político de Carlos Sansores Pérez, Cervera tenía un control férreo del Yucatán luego de su interinato y mantenía la hegemonía en el PRI al extremo de que el candidato a la alcaldía fue su tesorero Herbé Rodríguez Abraham.
Cervera no había logrado dejar a uno de sus fieles seguidores como sucesor y su desacuerdo con la candidatura de Manzanilla llevó a Jorge de la Vega Domínguez, presidente nacional del tricolor, a invitar al periodista a tomar un café para platicar.
Le había llamado la atención que cuando Manzanilla se paró para hablar y cerrar su acto de candidato oficial, empezaron a levantarse grupos de campesinos que lo dejaron solo en el auditorio.
La charla siguió en Campeche cuando asistimos a una gira presidencial con Salinas, donde inauguró el primer paquete de casas construidas por el Invicam, creado por Abelardo Carrillo Zavala, quien dejó el cargo en 1991.
Manzanilla como gobernador no consintió el fraude que llegó a armar como delegado del PRI José Guadarrama Márquez y garantizó elecciones limpias al extremo que el día de la jornada electoral mandó a la policía a desmantelar las casas del PRI en las que se estaba fraguando la compra de votos y demás lindezas.
Así ganó Payán Cervera y eso le costó a Manzanilla que Dulce María Sauri Riancho llegara como interina. En ese ambiente polarizado, Ana Rosa privilegió al periodista nombrándole coordinador de Comunicación sin previo aviso y sin saber que en esos días enviaba información a al semanario.
Al informarle a Don Julio Scherer, luego de escuchar con atención expuso: “es tan raro que en este país gane la oposición que necesitamos ayudarla para lograrlo, pero si gana nos cruzamos a la acera de enfrente para escudriñar como hacen su trabajo.
Ayúdela y se reintegra al terminar”, fueron sus palabras, y se mantuvo la colaboración en el semanario narrando lo que sucedía los primeros seis meses de ese gobierno municipal, cuando terminó la encomienda.
La narrativa histórica tiene que ver con los principios revisionistas a los que estamos obligados quienes nos dedicamos al periodismo, a la academia y a la política. En el caso de los políticos podría entenderse, nunca justificarse, esos saltos al precipicio que dan cuando intentan justificarse por dejar al partido que le dio todo y en el que ellos fincaron su vida política.
El partido me dio la espalda, dicen evitando referirse a que el “jefe” político no es su cuate, que le ofrecieron una chamba “no a la altura” de sus ambiciones (capital político, le dicen) y que dan el brinco con gran “pesar” con la solidez de criterio que dieron lo mejor de ellos, bla bla bla.
De todo queda registro, pero en la política hoy prevalece el pragmatismo y los políticos siguen teniendo chamba. Algo similar pasa con quienes nos dedicamos a esta profesión de narrar la historia del día a día.
Quienes emitimos opiniones, además, estamos limitados al sometimiento del análisis impecable de los hechos, de las razones, y de muchas otras cosas que nos impiden defender todas las causas sin contradecirnos y sin vernos mal.
Una amiga, compañera de la preparatoria Miguel Hidalgo, en Campeche, platicaba conmigo de lo que vivimos los días de 2018 y 2021. Y como queriendo reclamar pero sin hacerlo hizo alusión a los escritos del periodista y a las opiniones usando este argumento: “entendería que tengas que contradecirte de todo lo que has escrito contra la 4T. A esto te dedicas, y en Campeche no es tan raro ver que eso pase”. El balde de agua fría viniendo de alguien cercano que ahí seguirá viendo cómo actuamos.
El mes pasado salió a la venta un libro llamado Los farsantes de la 4T, publicado por colaboradores de la Revista Etcétera que hace un revisionismo impecable de citas, argumentos y posturas de quienes hoy apoya a ultranza al presidente López Obrador.
Impecable la revisión, dan santo y seña de gente que es famosa por su sentido crítico al gobierno y a los partidos políticos, pero que se han convertido hoy en amanuenses y justificadores de los rasgos dictatoriales y caciquiles del actual gobierno.
Gente que pensamos de una pieza que no lo fue: Lorenzo Meyer, Jenaro Villamil, Álvaro Delgado, por citar a algunos críticos del presidencialismo mexicano y que hoy descubren que en Andrés se encarna la resurrección de la República y que él es el resurrector.
En la vida todo entra a revisión alguna vez, lo básico es ser siempre congruente no lograr ser importante.