Libros de ayer y hoy
Vivimos los tiempos de la canalla y del mal gusto, también en Campeche. La realidad es que uno no sabe qué es peor: una autoridad que consecuenta una comparsa de mal gusto u otra autoridad que se indigna y detiene a los miembros de esa comparsa. El mal gusto: recrear un atentado y burlarse de las víctimas que cargaran de por vida con las consecuencias de la agresión. El exceso: que la autoridad del estado se sienta ofendida porque se hizo mofa de un atentado que le sirve de pretexto para tratar de construir una urgente popularidad en víspera de una elección y se olvida lo que el carnaval es en esencia: un juego, una burla a la realidad y más al gobierno, más cuando es uno pésimo y sin resultados como el de Campeche.
¿Se vale detener a quienes participan en el Carnaval por una comparsa? El tema es otro. No hay justificación alguna para los de la comparsa que se burlaron del delito cometido contra ciudadanos como ellos, sobre todo porque en Campeche hoy la inseguridad no respeta ni a un subsecretario, ni a un gobernador por un día y menos a un don nadie que encuentran encajuelado o ejecutado. El delito es muy democrático: para el todos somos iguales y lo mismo da matar a unos que a otros y más cuando pareciera que la autoridad pacta con los delincuentes de facto. Por favor, el carnaval no es para tomarse nada a pecho: es una burla de la realidad, esa de la que se escapa en estos días en los que la gente tira un dinero que no tiene, fantasea con ser cantante, bailarín y o hasta gobernadora o alcaldesa. Hombres vestidos de mujer, mujeres vestidos de hombre ¡Jesús! Vamos a jugar todos, usemos lo prohibido como espectáculo, perdamos el sentido de la realidad y la autoridad pierde su valor de autoridad, hasta que detiene a quienes se pasan… Decía Martín Serrano que nadie debe tomarse en serio lo que pasa en el Carnaval: ni te va a llamar Carlos de Inglaterra ni te darán cita en el Vaticano. Simple y sencillo: divirtámonos. Lo que sucedió el sábado de banda no tiene justificación. Es entendible: a unos se les hizo divertido y a otros les llamó a ofensa. Llevaron al carnaval el pleito político de dos gobiernos –estatal y municipal- que cualquier excusa utilizan para agredirse, para ofenderse, para insultarse sin respetarse mutuamente. Es como si no entendieran que tan alcaldesa una como gobernadora la otra y que las dos fueron electas por los mismos ciudadanos para los que tienen obligación, para eso se postularon, de servir sin distingos: SIN DISTINGOS, pero sí para dar resultados y esos, perdón, pero no se ven. Y ahora todos metidos en la campaña utilizan todo para desacreditar al de enfrente. Todo para censurarse mutuamente como si no fueran producto de lo mismo: un proceso electoral válido y en el que demasiado apretadas estuvieron las cosas como para no conciliar a un estado partido en tres. Y en el pleito que nadie entienda y que pocos justifican los únicos que siguen perdiendo son los campechanos: una ciudad mal atendida por un ayuntamiento que no ha encontrado como comportarse con el librito, ese que dice que hay que negociar, platicar, ponerse de acuerdo para servir a quienes los eligieron. Y un gobierno local que en aras de sus pretensiones políticas no se pelea por los campechanos de todo el Estado; que permite el ninguneo de la federación, que le quitan dinero sin que haya queja y menos protesta; que no da resultados, que nadie sabe en qué se gasta el presupuesto y que todo lo convierte en política, en insulto y ofensa y que no escatima recursos para inventar delitos y que los cometen en nombre de una “justicia” mal entendida que no respeta la Constitución local, la federal y menos el juicio de amparo y el código penal. La autoridad máxima del Estado poniendo el ejemplo de cómo se atropella al ciudadano, al adversario, al que piensa diferente, al que no se dobla. No, en Campeche no hay autoridad que valga cuando no hay obras, no hay inversión, no hay empleo y se finge negociar con Pemex para que le paguen a los empresarios locales pero a esos mismos empresarios se les condiciona el contrato o el pago al apoyo irrestricto a Morena y con ello al presidente y a la gobernadora. Al proyecto, su proyecto. Lo que pareciera no notan es que en su afán de exhibir a los que ellos ven como sus adversarios, manifiestan un temor a la derrota, a perder una elección que desde hoy se ve como una elección de Estado en la que no habrá ley o grupo criminal al que no se eche a andar con tal de alzarse victoriosos. Lo que se ve es que al deshacerse de Anibal Ostoa y el grupo de Pozos han tenido que echar mano a cualquier cantidad de artilugios para armar algo que ambos les vendieron estaba resuelto. Que tanto Anibal como Raúl insistían en que si la elección era esos días se alzarían con la victoria sin objeciones, pero la realidad es que sin resultados, con ausencia y con el despotismo y la ofensa con que tratan a la gente la realidad será otra. Lejos estoy de ser fan de Eliseo Fernández o de Biby Rabelo, pero al no dejar de verlos e intentar responsabilizarlos de todos los males de su gobierno, la realidad es que ellos mismos los están promoviendo. ¿Por qué atacar a quien sabes vencido o puedes vencer sin mayor problema?, ¿por qué ensañarte con quien no puede hacerte daño? Lo que estamos viendo en este carnaval no sólo no es de risa sino que exhibe a los unos y a los otros como realmente son: de vergüenza y de mal gusto. Celebren el carnaval, celebren al rey del ridículo, quítense las máscaras sin recato y exhíbanse como son en realidad y pero no encuentren en él la excusa para sus incapacidades, que esas están a la vista de todos y no necesitamos al rey momo para verlas.