
Indicador Político
Una discusión que pierde la 4t
El mes terminó con una discusión que, hay que decirlo, no tiene mucho sentido porque se habla del presente y la respuesta alude el pasado.
Es como si revivir el pasado pudiera, sin hacerlo, justificar el presente porque lo que se pretendía aclarar queda todavía más explicito: la presidenta no tiene argumentos para justificar lo que estamos viviendo y prefiere usar el pasado como una especie de justificación que no lo es y no lo será pero que usa como cortina de humo.
Aquí lo importante es la exigencia de la gente y que el presidente Zedillo puso el dedo en la llaga: ¿cuánto le cuesta a México el retiro dorado de quien destruyó el país?, ¿cuánto le costó al país la destrucción de tantas cosas y la construcción de los elefantes blancos disfrazados como obras monumentales que hoy acreditan que no funcionan pero si cuestan?, ¿en qué se gastaron 9 billones de pesos de deuda en pocos meses del 2024?
El México que recibió el presidente Andrés Manuel López Obrador no es el vetusto que él nos entregó después de un sexenio de dispendio, de cinismo y bravuconería que siempre hizo alusiones groseras de un pasado que, como si lo extrañara, él descalificaba siendo lo que se vivió cuando él era un militante priista más, uno que hasta himno le escribió -se dice que lo plagió- al partido del que se sentía orgulloso militante y del que nunca profirió crítica alguna hasta que le negaron la candidatura que quería.
Andrés Manuel se sintió muy cómodo en el PRI pero como muchos priistas se fue al PRD que transmutó a Morena, el movimiento que él se encargó de encabezar con más priístas que perredistas.
Sheinbaum se equivoca al comparar el éxito de Zedillo al darle al país la opción democrática. Él acreditó que como presidente ha sido el único que se despojó de la vanidad del poder y que, como estadista, hizo las reformas que él sabía necesarias, aunque con ellas se sepultará a ese partido cuyos militantes que se sentían despojados del poder y llegaron al exceso de matar a su candidato presidencial y al que encabezaría el Congreso: Colosio y Ruiz Massieu, al verlos como quienes consolidarían la desaparición del partido hegemónico.
Además, en su obsesión por desacreditar a Zedillo, Sheinbaum deja inerme al sexenio de Carlos Salinas donde se cuajó la crisis de 1994. Hoy Morena no ve a Salinas al que usó por campañas como el ejemplo de los males del país.
Además, el Fobaproa palidece ante el endeudamiento de casi 7 billones de pesos realizada en los últimos meses del gobierno de su benefactor y líder de su movimiento.
La presidenta renunció a ser una estadista y se ha convertido, tan rápido como en seis meses, en la operadora política de su antecesor, cuyo proyecto sigue al pie de la letra la destrucción de la democracia y la reconstrucción del partido hegemónico, hoy Morena, aunque ello la acredite como una autoritaria capaz de revertir leyes, de violentar derechos y de actuar de manera facciosa, igual que Andrés Manuel, sin ser presidenta para todos los mexicanos.
Zedillo ya tiene un lugar en la historia mientras ella construye el suyo, pero de la peor manera: destruyendo el país que tardamos sexenios en mejorar, ella para peor.