Indicador Político
La servilleta de Carlos
Nuevamente salta el nombre de Carlos Cabal Peniche porque la aerolínea mexicana Interjet anunció que un grupo de inversionistas privados le inyectarán 150 millones de dólares para reforzar su estructura interna y su plan de operaciones, con lo que se evitará su desaparición derivada de la crisis económica por la pandemia de la COVID-19.
El nombre del peculiar empresario, privilegiado en su momento con el IPAB y el Fobaproa, a quien recordarán porque recientemente pasó por este espacio porque ha estado muy cerca del presidente López Obrador y se le relacionó con el Banco del Bienestar, al que dotaría de cajeros automáticos.
Acaba de aparecer junto con su novel socio Alejandro del Valle, un desarrollador de centros de atención telefónica, pero ahora al frente de un fondo de inversión que se encargará de capitalizar a la empresa aérea de la familia de Miguel Alemán Velasco.
La versatilidad empresarial de Cabal Peniche trae a la memoria una anécdota que da cuerpo a la leyenda que pinta a este personaje:
El escenario era Acapulco en una convención bancaria y en una sobremesa en la que estaba José Ángel Gurría, entonces director de Nacional Financiera, que conversaba animadamente con un grupo de casabolseros, que tenían poco de haberse convertido en banqueros.
Dueño del escenario, hasta ahí llegó Carlos Cabal Peniche que ignoró de momento a sus colegas y con el grito de ¡José Ángel! provocó que Gurría se levantara de su asiento para entonces estrujarlo con un estruendoso abrazo de político.
Y ante la sorpresa de todos, le soltó para que todos escucharan: “el presidente está de acuerdo y me dijo que hablara contigo directamente para que hagas las aportaciones del caso, te encargues del papeleo y cerremos el negocio cuanto antes…”.
La sorpresa congeló al director de Nacional Financiera quien, con las miradas de los que estaban en su mesa y los de los alrededores, se separó y alcanzó a decirle, titubeante: “No, no sé nada. El presidente (Salinas de Gortari, que había asistido por la mañana) no me dijo nada más que invitara a los señores -mirando a los banqueros reunidos en el salón- que hay que capitalizar a las instituciones y ser cautelosos con los recursos.
Era el último año de gobierno y la economía había perdido la percepción de solidez que había desarrollado el presidente Salinas de Gortari al inicio de su mandato.
Cabal Peniche jaló parsimoniosamente una silla cercana y como si su cabeza fuera la del Señor de Bonampak fue saludando a cada uno de los banqueros con el encanto de un noble maya, con lo que de inmediato le abrieron un espacio generoso y se le quedaron mirando con atención, mientras en el recinto se hizo un silencio tal que se podían escuchar las respiraciones.
Con toda teatralidad, Cabal Peniche le dijo a Gurría: “precisamente lo que el presidente quiere es que la banca sirva para fortalecer a la economía y resolver el problema de la pobreza, especialmente en mi zona, en el Sureste; y miren -ahora sí refiriéndose a los banqueros- se trata de lo siguiente…
Jaló una servilleta de papel de las que estaban junto a las copas y vasos. Sacó la pluma montblanc de su guayabera y empezó a anotar cifras y más cifras. Anotaba fechas, montos y tasas de ganancia y también de retorno de la inversión, mientras otros banqueros y algunos empresarios invitados se acercaban a escucharlo.
La cara de Gurría era de asombro y la de los banqueros de codicia, porque la propuesta con cada número era cada vez más atractiva y tan bien estructurada que el funcionario de Nacional Financiera tomó la servilleta y le dijo, mientras se levantaba para abandonar el lugar: ¡Me lo llevo para analizarlo y para consultarlo en la Secretaría (de Hacienda)!
−¡No te preocupes, ya tiene aval!− le insistió a la distancia Cabal Peniche que también se levantó de la mesa.
Uno de los banqueros comentaría más tarde: por eso le dicen el Rey Midas y es el empresario preferido del presidente.
Meses más tarde, su gloria caería al infierno. El gobierno le intervino el Banco Unión por falta de capitalización y fraudes por más de 4 mil 500 millones de pesos que fueron al Fobaproa, además de 700 millones en autopréstamos, para entonces huir del país.
Luego de algunos años Cabal Peniche fue detenido en Australia y extraditado a México, en donde purgó una condena de 90 días de prisión para, finalmente, ser exonerado.
Ya libre, confirmó la versión de que en 1994 el PRI le había exigido recursos para apoyar a Roberto Madrazo para que López Obrador no alcanzara la gubernatura de Tabasco.
Pero hace unos meses, el ya presidente López Obrador descartó investigar aquellas afirmaciones y como en un cuento de hadas, 26 años después y de manera muy similar a como ocurriera en el salinato, Cabal Peniche se afana para convertirse en el empresario del régimen.
@lusacevedop