Teléfono Rojo
Sin Anestesia: Bumerán
Una de las experiencias que me tocó atestiguar durante el bloqueo de Reforma, en 2006, fue cuando las organizaciones feministas intentaron apoyar políticamente el movimiento de YSQ, y las mandaron a cocinar, es decir les dijeron ése, y sólo ése, podría ser su apoyo a la causa, como Adelitas, pues, apoyando a sus machos. A mí, que ya entonces no me sorprendía su actitud, me parecía francamente indignante, pero la mayoría de las mujeres, ávidas de participa, hicieron de tripas corazón y lo siguieron apoyando, confiando en que sus demandas serían consideradas cuando se llegara al poder. Lo que, es obvio, no ocurrió. Todo lo contrario, se les revictimizó.
Las mujeres confiaron, y fueron decepcionadas. No tenían ninguna base, pero confiaron. Fueron testigos cómo, durante su gestión como jefe de Gobierno se negó a impulsar sus agendas, particularmente la aprobación del aborto, mientras cedía a la Iglesia todo lo que pedía, y hasta lo que no, como hizo con la cesión, en 2003, de cinco predios (en total 30 mil m2, con valor de cientos de millones) que pertenecían a la ciudad, para la construcción de la llamada Plaza Mariana, un negocio privado de sus amigos Slim y el cardenal Norberto Rivera.
Es en los hechos donde el político muestra sus preferencias, y las mujeres no están en ese apartado, como ha demostrado fehacientemente desde sus alfiles, como la CNDH; cancelando las estancias infantiles, o desde el gobierno de la ciudad de México, impidiendo sus protestas e intentando reprimir sus demandas. Lo que ellas encuentran hoy es desprecio a sus reclamos; nada nuevo.
Y no puedo evitar pensar que es irracional, un balazo en el pie porque, veamos, debería importarle el hecho de que las mujeres constituyen el 52% de la población (traducido en su lenguaje: votantes, que en 2018 constituyeron el 49% del voto que lo llevó a Palacio), y porque todo parece indicar que buena parte de ese voto ya lo ha perdido. Si la revocación de mandato triunfa, no lo dude, será por el voto de las mujeres. Y si Morena pierde las elecciones del año entrante, será por su voto en contra; sí, justo esas a las que hoy acusa sin ton ni son. Por eso recordé el 2003, cuando las refundió en la cocina, y no dejé de pensar que para YSQ, su lugar es el de la carabina de tía Cleta: cargadas y en un rincón.
La narrativa contra las feministas me parece un bumerán, como muchos otros que ya se le están revirtiendo. López Obrador ha acusado impunemente a cuantos enemigos imaginarios se le ocurren. Es una pena. Pareciera que él no tuvo nunca amigos imaginarios; sólo enemigos. Pero cada vez más encuentra quien le pierde el miedo y no sólo le responde sino incluso le ataca. Puede ser irracional, y a mí en lo personal no me parece que ese sea el nivel que precisa la discusión nacional, pero quien la inició fue López Obrador. Peleado con todos, cada vez más se le pierde más el respeto. Y eso no puede llevar a nada bueno.
No me imagino hasta dónde puede llegar esta violencia, pero lo que es claro es que apenas comienza. Basta ver los videos que se filtran en las redes de sus visitas a los estados, la más reciente en Veracruz, donde los reclamos llegan ya a un tono amenazante. Pero, insisto, ese es el caldo que él cocina, quizás porque no acaba de entender que las palabras, los insultos, tienen consecuencias. Y porque todos empiezan a tomarle la medida, y a perderle el miedo.
Y respecto a las mujeres, como siempre, yo les creo a ellas.