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MÉRIDA, Yuc., 6 de octubre de 2022.- ¿Cómo se siente ser campeona del mundo?, le pregunto. El rostro de Lupita, la karateca meridana, se ilumina con la sonrisa incontenible y los ojos chispeantes. Pregunto y me responde. Se siente feliz. Es lo primero que dice y lo que sobresale por encima de todo lo demás. A varios días de distancia del 25 de septiembre, la euforia de una medalla de oro sigue vigente: “Sigo con la euforia de lo que involucra un título que se dio después de mucho tiempo”.
La victoria es dulce pero su cáscara es amarga. El camino hacia las estrellas es pedregoso, laborioso, demandante. Es, también, inevitable. No hay otra manera de llegar a la cima. Lupita es consciente de eso. Sabe que, imprevisible como es, el camino está plagado de circunstancias extraordinarias a las que debe saber adaptarse a través de la resiliencia y la disciplina. “En este torneo para ser campeona tuve seis combates, cuando lo normal son cuatro o cinco, también hubo un cambio de reglamento al que me tuve que adaptar”. Añadido a eso, la final fue en Turquía contra una local.
Lupita también es coordinadora de alto rendimiento en el Instituto del Deporte del Estado de Yucatán y entrenadora de, entre otros atletas, el equipo representativo de karate de la Anáhuac Mayab, a los que les enseña que el deporte lo exige todo pero devuelve mucho más, incluso para la vida propia, más allá del tatami. El día a día de Lupita es, quizá, como el karate mismo: rápido, exigente, agotador. Despertarse temprano, entrenarse a sí misma, trabajar, volver a entrenarse a sí misma y entrenar a otros. 24 horas se hacen pocas. ¿Cómo lo hace? Con disciplina: “Gracias a la disciplina que me ha forjado durante años, hoy no me cuesta despertarme temprano para poder entrenar, hacer las cosas que el Instituto me exige y atender a los karatecas que confían en mí.” Siempre busco hacerlo de la mejor manera, siempre busco aprovechar el tiempo.”
“Yo empecé en el karate a los 10 años gracias a mi hermano”, dice Lupita. Esa relación es larga, pero no fue amor a primera vista. Entró por primera vez a los 8 años, pero no era el momento, no era el lugar, no era el tiempo y sus caminos se alejaron. Se reencontraron a los 10 años y no se han vuelto a separar. Han pasado desde entonces casi 18 años y acumula medallas, competencias, viajes, experiencias buenas y malas, triunfar, caer, levantarse, ganar, perder, adaptarse. Una vida dentro de otra vida.
Le pregunto por sus inicios y me habla de los días de hacer a un lado el voleibol y la equitación por el karate, al que eligió debido a su familia y a las oportunidades y puertas que le abrió. Me habla de los días de ser una cinta verde que vencía a cintas negras, de descubrir en el karate una manera de apoyar a su familia y salir adelante, de obtener su primer auto gracias a eso, de entrenar una hora más que las demás y entregarse por completo a su arte marcial.
En su oficina del Idey, Lupita reflexiona, apoyándose en su larga trayectoria, sobre varias cosas: de la manera en la que entrenar a otros ha abonado a su condición de atleta y de persona, siendo los demás un espejo que ayuda a descubrir los puntos débiles de sí misma y a liderar con el ejemplo. Comenta también sobre cómo ha avanzado el karate desde que ella empezó y de lo que falta por trabajar, haciendo énfasis en que “nos hace falta trabajar en esa parte mental, más que lo técnico”. Sobre su nivel actual, comenta que está llegando a un nivel de madurez deportiva que disfruta mucho: “Me encanta esa sensación de ver a alguien más rápida que yo pero tener varias formas de vencer esa velocidad gracias a la experiencia”. Además, declara que se siente preparada y emocionada para las competencias del futuro, incierto siempre pero al que enfrenta sin temor, como a una rival.
Lupita se motiva con los retos. Más allá de que simplemente no le asusten, los busca. “Me motiva estar en busca de una mejor versión de mi misma y de ser un ejemplo para las nuevas generaciones”. Descubro también que los campeones del mundo son, al igual que el resto, personas normales, seres mortales. Le gusta ver Cobra Kai y aprovechar el tiempo que puede en estar con sus amigos y su familia “viajando, conociendo y puebleando”.
Para terminar, le pregunto qué piensa cuando está en el tatami. Me responde que “sólo pienso en conectar mi mente con mi cuerpo. Visualizo mucho todo lo que puede pasar y cómo lo voy a resolver. Poner mi mente sobre la mente de mi rival”. Quizá no existen palabras para describir cómo lo hace, pero Lupita entiende que entre atletas del máximo nivel, el talento y el esfuerzo están fuertemente igualados, y prevalecerá quien logre dominar el terreno mental, catalizador de victorias y derrotas. Al final de la entrevista, Lupita Quintal sonríe. Lupita, la campeona del mundo, se siente feliz.