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PRINCETON, Nueva Jersey, EU, 11 de agosto de 2025.- No hablan, no negocian contratos y no saben lo que es una estrategia de marketing. Aun así, un perro, gato o tortuga influencer mirando a la cámara puede vender más que un influencer humano con millones de seguidores. ¿La razón? La genuidad.
Las mascotas no pretenden ser auténticas: simplemente lo son. Esa naturalidad se traduce en confianza, interacciones y contratos millonarios que han invertido el orden de las cosas. Sin proponérselo, los petfluencer —término que describe a mascotas que tienen cuentas con un número significativo de seguidores en redes sociales y pueden recibir compensación por respaldar marcas— han convertido a sus dueños en sus propios empleados.
“Las mascotas aportan una autenticidad única y un atractivo universal. Las personas sienten de forma natural confianza y afecto hacia los animales, y esa positividad suele trasladarse a las marcas que representan”, explica Colleen Wilson, fundadora y CEO de la agencia Pets on Q, en entrevista con Quadratín Hispano.
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