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Buscan impulsar lengua maya con el Programa Mérida Wéetel
MÉRIDA, Yuc., 31 de agosto de 2021.–A sus 103 años de edad doña Adelita, vecina de la calle 60 en la colonia Delio Moreno, señala que nunca ha seguido ninguna dieta, come de todo y a veces hasta se pasa de tomar coca cola, pero no padece diabetes, osteoporosis ni ninguna enfermedad, sigue leyendo el periódico sin necesidad de utilizar lentes, es autosuficiente en todas sus necesidades fisiológicas y tiene una lucidez que muchos le alaban.
Delfina Mejía Méndez, nació en la calle 71 de la colonia García Ginerés en Mérida Yucatán el 24 de diciembre de 1917, es conocida desde niña cómo Adelita ya que su padre que era originario de Michoacán le gustaba que la peinarán con dos trenzas y sus amigas empezaron a llamarle como a la mujer más emblemática de la Revolución Mexicana.
Su madre era originaria del puerto de Sisal, a quien su padre abandonó por lo que regalaron a su madre y a su hermano con una familia acomodada de Hunucmá, quienes decidieron quedarse con el varón, quien desde joven se hizo muy rico ya que fue el primero que metió los camiones con neveras para sacar el pescado fresco de los puertos, logró tener tierras y ranchos, tenía cría de caballos de raza, granjas de gallinas americanas, hasta que un día en su rancho estaba ensillando un caballo pura sangre, el potro se encabritó y lo tiró, lo pisoteó, llegó hasta el hospital Agustín O’horán donde murió.
Doña Adelita dice que su madre y su tío se conocieron ya de granes cuando supieron que eran hermanos y siempre se llevaron muy bien.
En cuanto su madre, creció con una familia que tenía tienda, molino y panaderías, cuando tuvo edad suficiente le delegaron todas las labores domésticas de la casa, donde conoció a su primer esposo que era el panadero de los negocios de los patrones.
El panadero empezó a enamorar a su madre con la idea de sacarla de la casa donde la tenían trabajando hasta que le correspondió, tuvieron dos hijos, un varón y una niña, pero cuando su esposo se vio enfermo le pidió a uno de sus hermanos que, cuando él muriera, le regalaba a su hija porque Tomasa no podría con dos niños, apenas murió el primer marido de su madre fueron a buscar a la niña y ella se quedó con el varón.
En ese tiempo, su madre lavaba y planchaba ajeno, torteaba, hacia trabajo doméstico, fue cuando conoció al padre de Adelita quien era un comerciante michoacano que necesitaba una persona que hablara maya, como esposos sus padres prosperaron en los negocios, compraron una casa en la calle 71 de la colonia García Ginerés por San Marcial, a media esquina de la zacatecana, donde había un filón de casas de madera.
Allí fueron de las épocas más felices de su vida porque recuerda que salían todos a jugar a la calle tanto señoras como señores, niños, niñas y chiquitos todos se llevábamos muy bien, estudió la primaria en la escuela María Antonia Ancona del barrio de San Sebastián, donde tuvo muy buenos maestros, que gracias a sus enseñanzas ella logró salir adelante porque aprendió a pintar, bordar, cocer y muchas cosas útiles que le ayudaron en la vida.
En la entrevista realizada en la puerta de su casa dice que de niña le toco escuchar las historias de cuando asesinaron a Felipe Carrillo Puerto junto con once personas, entre ellas sus hermanos y que los fusilaron en un paredón del cementerio general de la ciudad.
También recuerda que utilizaban tranvía para ir al centro, las vías que pasaban la García Ginerés, a una esquina de su casa en la calle 69 que era la ruta que llegaba hasta la colonia San Marcial y se pagaban 10 centavos por viaje.
En 1924, el mismo año de la muerte de la muerte del “Apostol rojo de los mayas”, también murió su padre, cuando ella tenía siete años, seis años después cuando tenía 13 años falleció su madre en la casa de la 71 en la colonia García Ginerés, una amiga fue a buscarlas a ella y a su hermana mayor y las llevó a vivir a la colonia Delio Moreno que, en ese tiempo. era puro monte, su amiga fue muy buena con ellas, las atendía correctamente y las tres se llevaban muy bien, a los 14 años conoció a quien fue el único hombre en su vida que era 8 años mayor que ella.
La señora Adela dice que para ella la vida siempre ha sido maravillosa, como cuando cumplió 15 años y ni siquiera pensaba en celebración o fiesta porque vivían de manera sencilla, pero días antes de su cumpleaños la amiga de madre compró un corte de tela y le mandó hacer un vestido bellísimo y entonces la maquillaron para cuando llegara su novio que la estaba cortejando.
Cuando la vio su novio le preguntó ¿Quién eres?, -anda a lavarte la cara porque no te reconozco con tanta pintura, desde entonces dice doña Adela que nunca volvió a usar polvo o pintalabios.
Su suegro era español y su suegra cubana, ellos llegaron por cuestiones políticas a Chetumal cuando aún era Payo Obispo, les dieron un gallo, una gallina, una cerda, un verraco y una cabra, pero el clima le hacía mucho mal a su suegra y se mudaron a Cozumel donde nació su primera hija y vivieron ahí por 15 años, luego se mudaron a José María Morelos donde nació su segunda hija, luego se fueron a Progreso donde nació la tercera y finalmente llegaron a vivir a Mérida donde en 1910 nació el esposo de Adelita.
Sólo una vez su entonces novio la llevó a pasear cuando llegó la Orquesta cubana Orbe, que estaba integrada de puras mujeres, como él era descendiente de cubanos le gustó esa orquesta, entonces en coche llegó a buscarla y en coche la llevó de regreso, era muy atento con ella aunque después de casado ya cambió.
Cuando se juntó con su esposo ella tenía 15 años, llegaron a vivir a la casa de su suegra en la calle 60 de la colonia Delio Moreno, tuvieron tres hijos Andrés Antonio, Leopoldo Eugenio y Manuel Jesús Vega Mejía que se le murió a los 9 meses, los otros dos viven uno es maestro jubilado y el otro es teniente retirado de la Marina Nacional.
Su esposo trabajó en la policía municipal por muchos años, en ese tiempo los policías estaban destacados en casetas en diferentes partes de la ciudad, había patrullas y una que otra moto pero todos estaban asignados en las diferentes colonias, luego lo comisionaron en la casa del gobernador Ernesto Novelo Torres en 1942, después con el gobernador José González Baytia que fue muy buena gente con ellos.
Su suegra era de apellido Méndez como su madre y quizás piensa que por eso nunca la discriminó, la quiso mucho, cuando iba nacer su primer hijo no tenía ni un pañal ya que su marido era muy desobligado, pero su suegra llamó al turco Gabriel que vendía telas a domicilio, entonces le pidió un pieza de algodón completa que costó 30 pesos a pagar un peso a la semana y cuando llego su esposo le dijo que ya le había hecho el favor de encargar la tela y ahora él tendría que pagarla al abonero.
Viviendo en la casa de la calle 60 de la colonia Delio Moreno, sólo en dos ocasiones recuerda que salieron como esposos, una vez la invitó a ver una película Santa en el Cine Real y en otra ocasión la llevó a la Esmeralda a ver a Toña la Negra.
Pero a su marido le gustaba el baile y como ella nunca aprendí a bailar, entonces él tenía su pareja de baile y con ella se entretenía, no faltaba todos los sábados a los bailes aunque estuviera saliendo de turno en lugar de dormir se iba a bailar, pero nunca peleó con él porque se fuera a bailar incluso una vez, recuerda Adelita, en la fiesta de la policía que se hacía el 2 de enero, su esposo le dijo ese año no habría fiesta.
Sin embargo, ese día, llegó su cuñada y le dijo “vístete que vamos a la inspección hay baile”, no porque dijo Guadalupe que no hay nada, le contestó, su cuñada le dijo -no deja los chiquitos con mamá y vámonos. Llegaron al baile y ella no había visto a su esposo, entonces cuando llegó un joven a sacarla a bailar y ella dijo que no porque no sabía bailar, pero se puso de pie, en eso llegó su marido enfurecido y empujó al muchacho diciendo que era su esposa, entonces su cuñada se molestó mucho y le dijo “así es, es tu esposa quédate aquí a cuidarla”, pero sólo estuvo un rato y luego se fue de nuevo a bailar, recuerda Adelita.
A pesar de que su esposo era casi ocho años mayor, ella dice que siempre aparentó más porque fumaba mucho, no le gustaron las drogas ni aguardiente, pero llegó a fumar hasta tres cajetillas de cigarros Alas al día que fue lo que lo mató a los 66 años de edad.
Para completar el gasto en su casa siempre tuvo que trabajar, desde los 10 años aprendió a urdir hamacas, torteaba tortillas en el molino hasta 30 kilos diarios, dice que quizás por tanto trabajo que realizaba perdió a su hijo que cuando nació parecía sano, pero a los 9 meses murió de meningitis, doña Adelita dice que para ella su hijo está vivo ya que a lo largo de su vida siempre ha soñado con él.
Cuando sus hijos estaba chicos también trabajó en el polvorín de la calle 60 allí laboraba haciendo velas romanas, a veces ella armaba los voladores y sus hijos los empacaban, recuerda que sus hijos siempre fueron muy abusados y Poldo colgó en una mata de naranja agria unas latas, así que aunque ella estuviera en el polvorín si sonaban las latas era que algo necesitaban.
El polvorín era muy famoso porque surtía a todos los gremios de los barrios de la ciudad y los municipios cercanos, recuerda que una tarde estaba armando los voladores cuando escucho a sus hijos que sonaban las latas entonces avisó que regresaba en un momento y cuando había caminado media calle se escuchó como retumbó la calle, había estallado el polvorín, murió un trabajador y una vecina que pasaba frente del taller.
Durante su juventud dice que padeció de fuertes hemorragias, varios médicos especialistas la atendieron y analizaban su coagulación de su sangre, le recetaron diferentes tratamiento pero nunca quedó bien, pero cuando el mayor de sus hijos ya daba clases en Morelia ella visitó el cerro del Tepeyac donde le pidió a la Virgen de Guadalupe que la curara, menciona que ese mismo día sufrió la última hemorragia y nuca se volvió a enfermar.
Indica que desde que cumplió los 90 años, todo médico que la atiende le pregunta cuál es su secreto para vivir tantos años, siempre responde lo mismo, -como de todo y nunca hago dieta, agregó que ya que creció muy delgada tomaba vitaminas cuando era chica, pero nunca las ha tomado de grande, sólo una vez hace unos años empezó a tomar unas que le llevó su hijo, pero le salieron granos en la cara y con mucha pena, ya que su hijo todo le compra, le dijo que no necesitaba las vitaminas y a los dos días se le limpio la piel.
Menciona que no hace corajes, pero admite que una vez sí se molestó mucho porque su esposo le empezó a reclamar porque se cayó un botón de su uniforme, -no sirves ni para pegar un botón, voy a agarrar mis cosas y me voy de esta casa,-le reclamó, en ese momento ella alcanzó a responder, –si todo el dinero que ganas me lo das y no alcanza, además tengo que trabajar y aun así no alcanza ¿Cómo lo voy hacer?-, después cayó desmayada.
Cuando recuperó el conocimiento su hijo menor estaba reclamado a su padre, -qué le hiciste a mi mamá! –No hice nada chiquito y salió de la casa. Entonces su suegra una vez que se recuperó le dijo que la casa de la colonia Delio Moreno era suya y de sus hijos. –Si él ya no quiere estar aquí por muy mi hijo que sea que agarre la calle, pero tú te quedas aquí.
Doña Adelita dice que esas palabras fueron las que le dieron la paz que necesitaba para vivir tranquila.
Aunque a su esposo nunca le gusto el alcohol, doña Adelita reconoce que sufrió los años que estuvo casada porque tenía muy mal carácter, pero no le guarda ningún resentimiento al contrario siempre le va agradecer por los hijos que le dio.
Cuando tenía 98 años un doctor que la atendió le preguntó ¿Cuál era su secreto para vivir tantos años?, -no tengo ningún secreto doctor, como de todo no hago dieta, tengo dos hijos que me atienden y me quieren mucho, no tengo problemas, ni resentimientos con nadie y sobre todo creo mucho en Dios.