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MÉRIDA, Yuc., 17 de junio de 2020.- La crisis provocada por la contingencia sanitaria por el Coronavirus y las afectaciones provocadas por el paso de la tormenta tropical Cristóbal, no son nada comparado con lo que le ha tocado vivir a la familia María Isabel Chan Pérez, pues la vida le ha puesto un reto más grande enfrente y es el de luchar por la salud y la integridad de su pequeña hija Vero.
Restauradora de calzado por oficio desde hace 20 años, doña Isabel aprendió desde muy pequeña esta herencia de sus padres, trabajo con el que ha podido crecer a sus hijos mayores, mientras vivían en su pequeña casa ubicada en la colonia Roble Agrícola, al sur de Mérida.
Su trabajo incansable emplea el uso de distintas herramientas y materiales naturales y sintéticos, como pieles, suelas y pegamentos, para que con una técnica totalmente artesanal logre remendar, uno por uno, los destrozos provocados por el andar de las personas, sin dejar huella de las grietas o cuarteaduras.
Con este esfuerzo diario, Isabel formó su patrimonio, entre él se encontraba un terreno, un vehículo motorizado, electrodomésticos, maquinaria para su trabajo y otras cosas que las familias en México tanto anhelan comprar, con el fruto de su trabajo.
Hace diez años se unió una nueva integrante a la familia, Vero, “nuestro bella durmiente”, como su familia le llama. Al ser la más pequeña, llegó al mundo convirtiéndose en la luz de sus padres y sus hermanos, creciendo rodeada del amor que una familia trabajadora le puede dar. Creció, hizo amigos y jugó en el patio de la escuela, hasta que comenzaron a presentarse las dolencias.
En 2018 el cuerpo de Vero comenzó a mostrar hematomas que no tenían relación con su estilo de vida. Los moretones en las piernas, brazos y espalda, se sumaron a los desmayos que repentinamente sufría. Preocupada por la situación, su madre consultó a un médico en el Hospital General del IMSS, ubicado en el municipio de Umán.
El primer diagnóstico realizado en julio de ese año fue en relación a su asma, “la mala respiración de su hija no permite que le llegue el oxígeno al cerebro y por eso se desmaya”, señala la madre sobre el planteamiento del galeno. Sobre los hematomas, indicó que “seguro se cayó y como es común, no me di cuenta”. Más tarde, dijeron que era porque no comía bien, porque era muy floja o simplemente que consultaban al médico porque la señora Isabel “no tenía nada que hacer”.
Así sucedieron múltiples visitas al médico durante ocho meses, hasta que el médico salió de vacaciones y entró un suplente, “cuando consultamos con el otro doctor le enseñé los papeles, acostó y revisó a mi hija, al final no me explicó qué tenía, pero me dijo que tenía que llevarla al Hospital de Korea, ahí me dijeron que tenía leucemia en fase terminal”.
Chan Pérez mencionó que en aquel hospital no podían atenderla, porque no contaban con el especialista para la dolencia que sufre Vero, por lo que en octubre de 2019 fue canalizada al Hospital Regional de Alta Especialidad de la Península de Yucatán (HRAEPY), “donde había un especialista para cada cosa”.
En el HRAEPY comenzaron un tratamiento con consultas que parten desde los mil 800 pesos, dependiendo del especialista que le toque visitar a Vero, en busca de realizarle una operación de trasplante de médula ósea, sin embargo el costo de esta intervención asciende a “casi 600 mil pesos”, un gasto que fueron cubriendo con la venta de sus pertenencias.
A su crisis económica se sumaron problemas con Glenda Rejón Moo y Cloris Marilú Castro Llañez, maestra y directora, respectivamente, de la escuela primaria Vicente María Velázquez, localizada en la calle 64A por 71 y 73 del barrio de San Juan, en el centro de Mérida, a donde la menor acudió a tomar clases hasta cuarto grado.
“La maestra cometió el error de comentarle a una de las mamás más informativas del salón que mi hija estaba enferma y sus compañeros le comenzaron a hacer maldades, la lastimaban (…) acudí a la Segey (Secretaría General de Educación de Yucatán) a contar lo que sucedía en la escuela con mi hija y la directora lo tomó a mal”.
Después de días de haber faltado, debido a los padecimientos de la enfermedad diagnosticada, la pequeña Vero quiso reincorporarse a la escuela y volver a tomar clases, sin embargo, al llegar a la primaria, Castro Llañez reprochó a la madre la queja que había interpuesto ante la autoridad educativa.
Ese mismo día, después del horario escolar la menor regresó a casa con lesiones provocadas por sus compañeros, “fue el peor error que pude haber cometido, dejarla que se quede en la escuela”, dijo la madre, con un semblante de tristeza.
Aunado a la enfermedad terminal diagnosticada a Vero, los médicos especialistas del HRAEPY también descubrieron que tenía lupus, una enfermedad autoinmune donde el propio sistema inmunitario ataca las células y tejidos sanos por error, dañando muchas partes del cuerpo, como las articulaciones, piel, riñones, corazón, pulmones, vasos sanguíneos y el cerebro, lo que ha dificultado la recepción de quimioterapias y la rapidez de su intervención quirúrgica.
“Nosotros lo que necesitamos es mucho trabajo, para poder pagar los gastos de Vero y salir adelante”, añadió Isabel, por lo que en noviembre de 2019, buscando incrementar sus clientes en la reparadora de calzado, Isabel mudó su taller a la calle 43 de Tanlum, justo a la entrada de esta avenida, conocida por ser sitio de zapateros en Mérida.
Así llegó a rentarle una casa a la señora María Guadalupe Cruz Conrado, una persona de la tercera edad con domicilio en ciudad Caucel. Para entrar al domicilio se firmó un contrato con vigencia hasta 2022, se entregó depósito y se fijó una mensualidad.
“Los problemas comenzaron desde enero, la señora llegaba y se metía a la casa sabiendo que yo tenía calzados y que mi hija estaba durmiendo, pero lo hacía como si estuviera en su casa a pesar de que le pagaba una renta, nos trataba como empleados, no como sus inquilinos”.
En dos ocasiones, Cruz Conrado cortó los candados que los dueños del taller de calzado colocaron en la reja exterior del domicilio, con el argumento de que era su casa y no tenían por qué cambiarlos. Ambos hechos intentaron denunciarse ante la Fiscalía General del Estado (FGE), pero el personal administrativo le dio la razón a la propietaria.
La situación se agravó con el inicio de la contingencia sanitaria por la pandemia de Covid 19, cuando la policía advirtió a los zapateros del rumbo que si no cerraban sus talleres, serían acreedores a una multa de 46 mil pesos, situación que enojó a María Guadalupe, quien exigió a la señora Isabel que abriera el taller, porque ella no debía dejar de trabajar.
Ante la negativa de Pérez Chan por miedo a una multa, la propietaria cambió los candados y no los dejó ingresar nuevamente al domicilio, quedándose con materiales, máquinas de coser, trabajos inconclusos y otros calzados por entregar.
“Llamamos a un antimotín de la policía estatal, quien vino y estuvo presente cuando la señora me agredió en la puerta de la casa y cuando me volvió a empujar en la calle, pero no le hicieron nada. Le pedí que me dejara entrar por el dinero de la caja, pues iba a recibir unas suelas ese día, pero cuando entré ya no había ningún peso”.
La mujer fue denunciada ante la Fiscalía General del Estado (FGE) por agresiones contra la señora Isabel, por lo que se emitió una orden de restricción contra Cruz Conrado, aunque hasta el día de hoy, las amenazas y difamaciones no han parado de parte de la propietaria.
“Se quedó con el nombre de nuestro taller, contrató a otra persona y sigue recibiendo a nuestros clientes, , pero cuando llegan les dice que le robamos, que fuimos malos inquilinos y nos deja mal ante ellos”.
El “tiro de gracia” para la familia de Isabel fue cuando una persona a través de las redes sociales dio a conocer el caso de Vero y el problema por el que pasaban sus padres, dueños del taller de calzado “Charly”.
“La señora Guadalupe Cruz Conrado no respeto el contrato sacando a sus inquilinos que laboraban ya que ella comenta que la contingencia es una estupidez y que el gobernador no le puede hacer nada y menos obligarle a qué cumpla ante está situación y a ella le valió que las personas quienes le rentaban para trabajar tiene una menor con enfermedad terminal. La señora carece de calidad moral Grosera y manipuladora! (sic)”, citaba el escrito publicado por Renata Sinner, misma que acompañó con ocho fotos de la reparadora de calzado y documentos de la arrendataria.
A raíz de esta publicación, mucha gente se solidarizó con la familia y comenzó a enviar víveres, productos de limpieza, de aseo personal, así como otro tipo de apoyos, el problema es que llegaban al taller donde María Guadalupe o su nuevo empleado lo reciben argumentando que los afectados “están en el hospital”, sin finalmente entregarlo a los verdaderos padres.
“Yo lo que quiero es que dejen de lucrar con el nombre de mi hija, porque ella ha pasado por muchas cosas como para que ahora estén haciendo esto”, pidió Chan Pérez, quien espera pronto poder tener una audiencia con el gobernador Mauricio Vila Dosal.
Temporalmente, la reparadora de calzado “Charly” se mudó a otro domicilio ubicado en la calle 43 por 20A y 24 de Pedregales de Tanlum, gracias al apoyo de la señora Marta, dueña de la cocina económica Fictus, quien sin cobrarles un peso, les cedió un espacio para que continúen trabajando.
Ante esta nueva oportunidad, ahora lo que la familia de Chan Pérez necesita solamente son los clientes, para poder continuar luchando por la salud de su hija: “necesito que la gente sepa que estamos aquí, que vengan a dejarnos su calzado para que podamos seguir trabajando”, añadió la madre de Vero.
El caso es de Vero y los problemas que enfrenta la familia Albores Chan es conocimiento de la Comisión de Derechos Humanos de Yucatán (Codhey), del Ayuntamiento de Mérida, de la Segey, la SSP, la FGE, de diputados federales como Cecilia Patrón, incluso, según señala la madre, del gobernador Mauricio Vila.
Y a pesar de que todas estas instancias están enteradas de la situación de esta familia avecinada en el sur de la ciudad, no han bajado los brazos en busca del bienestar de su hija Vero, quien “ha sufrido mucho”, pero no ha dejado de luchar.