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MÉRIDA, Yuc., 15 de abril de 2020.- En el año 1950, el joven Antonio Méndez comenzó a pensar en el negocio “que lo iba a mantener cuando sea viejo”. Con esta idea, a sus 17 años puso manos a la obra y elaboró el primer litro de helado que vendería cerca de su casa en la colonia Francisco I. Madero, producto que se convirtió en su principal sustento a lo largo de su vida.
Con su moto, don Antonio vende bolas de helado en conos y barquillas dulces desde hace varias décadas en los alrededores del Zoológico del Centenario, sin embargo, el avance del Coronavirus en la entidad provocó el cierre de dicho parque, por lo que tuvo que adaptar su negocio y comenzar a vender desde casa.
“Tenía yo 17 años, era joven y comencé este negocio”, comentó a Quadratín Yucatán desde la puerta de su casa, donde compartió la fórmula que llevó a ser uno de los heladeros más antiguos de Mérida:
“Todo es a base de esfuerzo, ¿si no cómo? trabajo en mi casa y creo que toda persona que ha trabajado 60 años, no tiene necesidad de salir a pedir caridad”.
Sobre la crisis económica que enfrenta la mayor parte de la ciudadanía, el señor Méndez dijo que afortunadamente en la actualidad no tiene carencias, por el apoyo que recibe de sus hijos y su esposa, además, opinó que tiene:
“la base que puse desde cuando fui un niño y pensé en mi vejez, ahora no tengo necesidad de salir, mucho menos ahora que con el virus no lo dejan salir a uno”.
Aunque el tradicional heladero no busca volverse famoso y tampoco tiene la intención atraer largas filas de clientes, evitando que la gente permanezcan mucho tiempo en la puerta de su casa, la tradición que comenzó justo a la mitad del Siglo XX ha fidelizado el gusto de varias generaciones en los rumbos del poniente.
“La gente luego piensa que aquí se está vendiendo algo grande, pero como ve, casi no se vende nada, ahora estoy preparando un poco para vender mañana, si se acaba se prepara otro poco, porque aquí lo viene a buscar la gente”, agregó sobre las circunstancias que lo llevaron a vender desde su terraza.
Confesó que, sigue elaborando helados “para estar activo” y aunque ya no es su base de sustento, continúa elaborando 16 litros de dos sabores, de los cuales el coco es el favorito de los clientes.
Cuestionado sobre si realizó algún trámite como el seguro de desempleo o apoyo para micronegocios, don Antonio confesó que no busca ayuda con el gobierno porque son otros los que necesitan, “yo aquí me estoy sosteniendo”.
El paso de los años también ha traído cansancio sobre todo en la espalda de don Antonio, por lo que ahora reduce sus días de venta a los lunes, miércoles y viernes:
“A mi edad no me comprometo a trabajar en exceso, a veces llegan los clientes ya no hay helado”
Al preguntarse si con la edad, volverá al Centenario a seguir trabajando después de la crisis sanitaria, su familia mencionó que es incierto, pues se rumora que “quieren desaparecer a los venteros”, por lo que solo las autoridades dirán “hasta que se acabe esto”.
Pidiendo permiso, don Antonio se retiró para seguir con el proceso de elaboración del helado, con sus manos cubiertas de coco rallado, el octogenario nos regaló sus últimas palabras:
“Voy a seguir trabajando, porque el helado no se puede abandonar”.