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ACANCEH, Yuc., 16 de abril de 2022.- A media hora de Mérida, siguiendo la carretera federal hacia Chetumal se encuentra el municipio de Acanceh, un poblado famoso, no solo por tener una de las ferias patronales más grandes del estado y por sus pirámides, si no también por ser hogar de Edelmiro Medina Castillo, un hombre con el rostro surcado de arrugas, pero con la fuerza de un roble, como él mismo dice.
Don Cuco, como es conocido popularmente en la región, es famoso por ser uno de los pocos hueseros y sacerdotes mayas, que aún sobreviven. El 1 de mayo llegará a la edad de 95 años, y dice sentirse tranquilo, feliz, bien de salud y con las ganas de seguir ayudando a la gente.
La fama de don Cuco como sobador, y sus grandes actos, de incluso poder eliminar el cáncer, como él mismo asegura, lo han llevado a viajar por varios estados para compartir su conocimiento y tender la mano a los afligidos por alguna dolencia; también ha servido para que su popularidad sea tal, que gente de otras partes lleguen a Acanceh para disponer de sus habilidades.
Quadratín pudo charlar con don Edelmiro, quien nos recibió con total confianza, descansando en una antigua silla de nido, mientras leía el periódico y fumaba un cigarro. A pesar de su avanzada edad, tiene una lucidez envidiable y recuerda a la perfección que en 1940, a sus 13 años, descubrió que se le había concedido un don.
“Mi mamá me lo dijo, ‘ay hijo, tú no estás para vivir encerrado. Tú vas a ayudar a la gente con las manos'”, rememoró.
Desde entonces, prefiere vivir y dormir en medio del monte, y aunque en Acanceh se le puede encontrar a una cuadra de la iglesia de la Natividad, pues ahí vive su familia, él prefiere estar en un terreno ubicado a la salida del poblado, sobre la carretera a la comisaría de Petectunich.
Una vez descubrió la facultad de trabajar con energías y elementos de la naturaleza, según explica, empezó a especializarse en el conocimiento de la herbolaria, habilidad que su abuelo, quien formó parte del ejército militar en aquel entonces, le proporcionó.
Con cal y piedras, marcó cada una de las plantas con propiedades medicinales, mientras que en un cuadernillo señalaba para qué y qué cantidad se utilizaba para sanar determinado mal. También colaboró con un médico general, de este pudo aprender a diferenciar los síntomas de cada mal, el nombre de los huesos, entre otras cosas.
Don Cuco cuenta que todo el poder transmitido por Dios para que él sane a las personas, se encuentra en sus manos marcadas con un par de cruces, dijo, formadas por las líneas que surcan las palmas.
“Es la cruz de carabajo, la cruz de un pueblo”, pronunció mientras dibujaba con los dedos los trazos para que pudiéramos ver qué en efecto, dos figuras con tal aspecto se dibujaban en sus manos.
Al preguntarle sobre cuántas personas cómo él, con ese don, seguían vivos en el estado, no supo precisar el dato, pero con tristeza dijo que quedan muy pocos, y por eso es importante procurar instruir a nuevas generaciones sobre estos menesteres, pasarles el conocimiento, aunque cada día son menos los interesados en conservar y desarrollar esta función.
La habilidad de don Cuco, de reparar huesos dislocados, controlar enfermedades como la diabetes, eliminar piedras en el riñón, entre otras cuestiones, le han valido para ser reconocido por diferentes instituciones locales y nacionales, como el Centro de Investigación Científica de Yucatán (CICY), la Universitaria Autónoma de México (UNAM), por mencionar algunos.
A dos semanas de cumplir 95 años, continúa con la idea firme de brindar ayuda a todo aquel que llegue tocando a su puerta, cualquier día de la semana y en cualquier hora, porque el dolor, no puede esperar, como él mismo reconoce.