
Indicador Político
En las campañas siempre hay gente que quiere ser importante, para el figurado, para tener presencia, pero no sirve para nada, no es útil. La gente que es útil quizá tenga claro que tener presencia es dar resultados, dar ideas, hacer que las cosas pasen.
Eso pareciera estar sucediendo en la campaña de Xóchitl: demasiadas vedettes y pocos operadores, pero nada que no haya pasado antes y no es algo que no pueda corregirse.
En el oficialismo, la campaña de Claudia tiene todo el poder del Estado, todo el dinero del gobierno, todos los apoyadores que la burocracia pueda aportar y todos los esfuerzos de miles de personas que dependen del gobierno de Morena para seguir con su empleo. Tampoco hay nada nuevo.
Sin embargo, cuando la sociedad dice ¡basta! no hay estructuras ni estrategia fraudulenta que valga contra la gente yendo a votar masivamente y por ello los ciudadanos debemos ser mayores de edad y definir si queremos vivir en el país sin salud, educación, de sangre y muerte o hacemos valer nuestra opinión y exigimos resultados.
En una experiencia periodística de más de 40 años, esas encuestas que dan por ganador al candidato oficial no deberían de ser tema por lo trillado y porque su único objetivo es desincentivar el voto ciudadano. Nada nuevo bajo el sol y menos de perros viejos que no aprenden trucos nuevos: Andrés nació en el PRI postrevolucionario creció con Díaz Ordaz, Echeverría y López Portillo en la presidencia. En esos sexenios le dieron su primera oportunidad laboral y eran los tiemoos en que la revolución cubana y las de Centroamérica surgían como un grito de sublevación contra el poder.
Sin embargo, lo que pasó en esos sexenios no puede aplicarse a la vida de hoy. El país y el mundo ha cambiado de una manera radical aunque se instituya constitucionalmente al gobierno paternalista que no sólo no resolvió los problemas del país sino que sólo dejó más pobreza y ahondó la desigualdad. Lo vivimos después de dos sexenios de despilfarro que sólo ahondó la pobreza con Miguel de la Madrid y de una situación de la que hoy todavía no salimos. Esos errores nos han mantenido estancados como país y sociedad porque Salinas nos ofreció una prosperidad que se despedazó con Ernesto Zedillo y que le costó al PRI de entonces en el 97 perder su mayoría legislativa y en 2000 el poder presidencial.
El gobierno de López Obrador le apuesta a eso: todos votando por el partido único, hegemónico, del que formó parte y quiere ser como Tata Lázaro. Es como si el sintiera que en el México de hoy no todos somos iguales, aunque lo diga la ley.
¿Cómo se atreven estos aspiracionistas a desafiar al poder supremo? Y actuando en consecuencia, López Obrador ha ido destruyendo instituciones que la sociedad civil construyó a punta de presiones a un gobierno que se creía que México era él y sólo él al extremo de heredarse el poder fingiendo ser democracia aunque fuera una “dictablanda”, como decía Vargas Llosa, en los años en que México trataba de ser una democracia real, con elecciones que contaran.
Lo que estamos viendo a nueve meses de la elección que definirá el futuro del país -no de los partidos ni de los candidatos- es algo que pareciese normal si en el país no hubiéramos diseñado leyes que forzaran a una contienda equitativa.
Los candidatos, de todos los partidos, quieren que la gente los apoye y quienes son gobierno caían en la tentación de usar recursos públicos y por ello hubo que hacer leyes que los frenaran, los desincentivaran de usarlos para lograr ese apoyo. El dinero del gobierno es para atención, no para ganar simpatías.
El gobierno no es rico, no produce ni un sólo bien, porque el dinero que administra es de todos, para el servicio de todos, pero al elegir a un presidente le damos la confianza para destinarlo a programas y proyectos que, por consiguiente, deben ser para beneficios de todos, algo que este gobierno no termina de entender y al negarnos la posibilidad de atender a todos se ha convertido en un gobierno de partido que impone su proyecto usando los recursos públicos a su cuidado.
El presidente nunca ha sido un demócrata pero usó a la democracia para llegar al poder y desde él imponer un sistema de gobierno de partido único, similar a lo que pasa en otros país donde la democracia dejó de ser su sistema de gobierno.
Hoy cuando la población ve con azoro el despliegue mediático, de espectaculares y de propaganda de la candidata Claudia, muchos dan por sentado que esa ventaja seguirá durante los meses de la campaña, pero no han terminado de entender que al gobierno se le evalúa por sus resultados, esos que el actual no tiene y que su candidata no podrá hablar de la realidad del país porque iría contra su propio gobierno y su propio partido.
Xóchitl está rodeada de mucha gente que quizá no le sirva mucho, que le ayude poco, pero si bien es cierto que la elección empezó cuando le cerraron la puerta de palacio, hoy ella necesita ser conocida, ir a todos lados, pero también ir a todos los programas políticos y de noticias para dar entrevistas y verse más como una candidata presidencial que como una persona con salidas rápidas y referencias simpáticas y comentarios populares que no a todos terminan de convencer.
Xóchitl es Xóchitl, si se le cambia dejará de tener la frescura que le conocemos, pero necesita gente que haga trabajo con obreros, campesinos, empresarios, sectores de la población que no la conocen, que no la identifican y que tampoco tienen idea de su oferta política.
La campaña para más de uno ya empezó, pero Xóchitl no puede sola cuando se enfrenta a la fuerza de un estado que no sólo no escatimará dinero y recursos para ganarle, sino que si ella se alza con el triunfo tampoco lo reconocerá y si sus datos le dicen que no llegará a buen puerto su candidata pues dinamitarán la elección y con ello lograrán mantenerse en el poder.
La elección de 2024 no es una elección más, es la elección en la que se define si queremos un país sin muertos o sólo lo entenderemos cuando alguien de casa o cercano sea la víctima, es un país que sólo entenderá que es vivir sin medicinas cuando se enferme y no haya hospital, atención médica o medicamentos que le ayuden a salvar su vida o a recuperar su salud.
Por desgracia, muchos se conforman con las pensiones sin que tengan una idea de cuánto les cuesta a ellos mismos que hoy les den esa limosna que les quitó guarderías, salud, medicinas y servicios que ya habíamos logrado como sociedad.
Nos enfrentamos al gobierno de Luis Echeverría que persiguió a todos sus opositores al extremo de que nadie le compitió a López Portillo porque esos priistas creían que la presidencia era de ellos, que nadie más la merecía y que el fraude patriótico era por el bien superior del país.
Esas patrañas las desterramos hace rato, hoy no nos asustemos por la derrama ofensiva de dinero en medios, porque el gobierno tenga decenas de encuestadoras a su servicio, por los pagos a manos llenas a días de la elección. Este país lo ha vivido varias veces y varias veces dejamos claro como sociedad que si salimos a votar en tropel, no hay fraude que valga.