Indicador Político
Empezó una elección en la que los ciudadanos no sólo tendremos que enfrentarnos al poder del gobierno federal y los estatales de Morena sino que además veremos operar a las fuerzas armadas y hasta el crimen organizado para que la derrota en las urnas sea irrevocable.
México avanzó en la democracia en 2000 gracias a la vocación democrática de Ernesto Zedillo pero también porque supo entender que tres años antes la sociedad civil le había entregado la mayoría legislativa en San Lázaro a una oposición, y que ya estaba harta del gobierno de unos cuantos.
Hoy repetimos el proceso electoral en el que nos damos la autoridad que la mayoría quiere desde el año 2000, cuando se logró la transición democrática por la vía pacífica. Los logros de la una sociedad civil no pueden ni deben ser minimizados por quienes ejercen el poder y menos cuando llegaron por esa presión social que se basa en que todos debemos de tener las mismas oportunidades y que para ello existe un entramado legal que todos, sí todos, debemos respetar empezando por el presidente de la República que, al tomar posesión, tiene claro que él, más que nadie, tiene una normativa legal que sólo le permite hacer lo que en ella se estipula. Lo demás, es metaconstitucional y tiene que ver con esa permisividad que el país aún padece.
El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha quedado a deber al país mucho de lo que ofreció y más por lo que dijo que no haría y ha hecho sin que haya tenido una consecuencia legal para él.
Andrés, coinciden muchos analistas, si bien no estará en la boleta si su gobierno que, como sabemos, no tiene la mejor aprobación aunque él siga estando muy bien calificado.
La elección de 2024 no está ganada. Claudia Sheinbaum hace meses que llegó a su máximo nivel de aprobación, tocó techo, como dicen los encuestadores, mientras Xóchitl Gálvez sigue siendo una desconocida en muchos lugares del país que sólo saben de ella por las descalificaciones presidenciales que bien tipifican un delito electoral al usar todos los instrumentos del Estado para hacer campaña en favor de su candidata.
Como aspirante presidencial, Claudia no tiene mucho margen para ofrecer a los mexicanos y por eso su oferta de continuidad debe alertar a amplios márgenes de la sociedad que no han visto como detalle cómo ha gobernado la capital y menos como ha usado los instrumentos de su gobierno con quienes no están con ella y menos con su postulación presidencial anunciada hace ya un par de años, para tapar la caída de la línea 12 del metro.
Las denuncias del uso político de los órganos de justicia de la Ciudad de México tienen que ver no sólo por cómo se mantuvo en prisión, falsificando una licencia de conducir, a Rosario Robles sino como se procedió en contra del fiscal de Morelos -electo por el Congreso de ese estado- hasta en cuatro ocasiones sin tener el pudor o el rigor procesal de esperar a que ese congreso los desaforara y violentando los amparos que le entregaban al juzgador morelense, muy similar a cómo ha actuado Layda Sansores en contra de Alejandro Moreno y en contra de Eliseo Fernández, a quien sin evidencias concluyentes acusan de asesino serial, además de las faltas administrativas cometidas en su desempeño como alcalde de Campeche.
Las violaciones a la legalidad son algo así como norma en los gobiernos de Morena: en Veracruz hasta la cárcel fue una juzgadora amparada a la que se detuvo en la Ciudad de México a pesar de estar vigente un amparo que la protegía.
El tema es que si así tratan a quienes tienen poder y fuero, pues no hay mucha esperanza a que a los ciudadanos comunes nos proteja el imperio de la ley.
El tema da para más cuando desde la presidencia y como una oferta electoral de la candidata de Morena, se ofrece la demolición de la Suprema Corte de Justicia que si bien no acredita su honorabilidad a toda prueba, si ha cumplido con su mandato de ser la garante del cumplimiento de la Constitución del país.
En lo personal, la justicia sabemos que sirve a los poderosos, pero cuando éstos la quieren usar para temas electorales y como instrumentos de sus venganzas personales, los ciudadanos tenemos la obligación de exhibirlo. En lo personal, he recibido dos órdenes de aprehensión por mis denuncias periodísticas y ni acreditando que eran una fabricación en mi contra evite pasar por el ministerio público aunque finalmente logré un amparo por la evidente negación de justicia.
Lo que los mexicanos vamos a elegir en 2024 no es la continuidad de las obras de Andrés Manuel porque no hay mucho de qué presumir, pero se trata de darles el poder para terminar de demoler el país democrático donde los ciudadanos votamos, por un país donde se entroniza a un personaje del agrado del patriarca que será el gran mandante del país porque él encarna al pueblo bueno, que él necesita pobre y con carencias para ser él quien las subsane con dinero de todos.
La candidata Claudia Sheinbaum no es más que el instrumento del presidente para que sea ella la que entronice a su hijo Andy, su auténtico proyecto personal para tener el control de un país que, entonces, será cómo él soñó. No lo permitamos.