Indicador Político
El sexto año es una recapitulación de los hechos del sexenio. Es el tiempo y el momento en el que los ciudadanos debemos exigir que haya la suficiente información para evaluar los resultados del que llevamos con nuestros votos a la presidencia.
Esa experiencia de tener el presidente que gane una elección hecha por los ciudadanos, es algo que apenas hemos ejercido en cuatro elecciones: 2000, 2006, 2012, 2018 y la quinta que será en 2024, pero en este año quizá sea la última, sea la elección en la que un partido nos robe los resultados e imponga, como era antes del año 2000, a quien el presidente haya decidido sea su candidato, en este caso Claudia Sheinbaum, abanderada de Morena y de la 4T integrada también por el PT y el partido Verde además de algunos satélites locales.
En algunos casos, Zacatecas, Campeche, Guerrero no tuvimos que esperar a que termine el sexenio para valorar el resultado de esos gobiernos: Zacatecas ha sido el estado con más crecimiento de la delincuencia, Campeche que no sólo tiene esa alza en delitos sino que además se le suma la ausencia de empleo, de obra pública y de desarrollo económico siendo el peor estado en el país por el retroceso y decrecimiento en su Producto Interno Bruto.
En el tema particular de Guerrero no sólo hay esos factores sino que es la entidad en la que el gobierno abdicó a serlo y ha dejado en poder del crimen organizado a una entidad que no ha recibido ayuda luego del huracán Otis y hoy vive el abandono de sus ayuntamientos, del gobierno estatal y federal, ambos de Morena.
En el caso particular del país, hay un gobierno que conspiró contra él al dejar de perseguir y combatir al crimen organizado que hoy ya ocupa el 84 por ciento del país y puede decirse que la venta, suministro y tráfico de estupefacientes se ha extendido a todo el territorio nacional, en algunos casos acotados por las pocas policías eficientes que han resistido el embate del “plata o plomo” de los delincuentes.
En 2024 no estamos decidiendo si gana Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, estamos decidiendo si seguiremos siendo ciudadanos en plenitud de sus derechos o simples lacayos que necesitan, como nunca, estar cerca del poder político para ser privilegiados con sus favores. Se trata de ser siervos del presidente, del poderoso, no ciervos de la nación ni de la patria y menos gente independiente, que razona y decide su futuro y su destino. Si gana Claudia nos convertiremos en los lacayos que obedecen a una clase política impositiva, autoritaria y que necesita los votos de los pobres para sostenerse en el poder y, por ello, necesitan exterminar a una clase media pujante, que aspira a vivir mejor y a tener los suficientes estudios para destacarse en sus actividades y profesiones.
Morena, el PT y el Verde conforman ese grupúsculo que aspira a repetir su mayoría porque sólo con ella pueden destruir a los órganos autónomos que son el contrapeso del autoritarismo de un país sometido a un solo pensamiento: el gobierno es todo y es quien te da, de acuerdo con tu capacidad, para destacar o simplemente para que subsistas sin hacer ola al poderoso.
Así se mantuvieron los Castro en el poder 65 años y hoy no hay viso de que Cuba reciba los beneficios que les prometió la revolución de 1959; el 26 de enero pasado el régimen de Nicolás Maduro, vía su Suprema Corte de Justicia, violó los acuerdos de Barbados e inhabilitó a la opositora María Corina Machado para ejercer cargos públicos, a quien encabezaba los indices electorales para el cambio de gobierno en ese país.
En la elección de 2024 se definirá si tenemos un gobierno “del pueblo” representado por una sola persona y su partido, como era en los sexenios anteriores al 2000, o si nos consolidamos como una sociedad democrática que no le apuesta al gobierno que los mantenga, sino al gobierno que con eficiencia y eficacia nos de educación de calidad, empleos bien remunerados, y servicios públicos de calidad, pero con rendición de cuentas y democracia, esa que nos garantiza que en el cambio en el poder está el crecimiento del país y sus ciudadanos.
No nos equivoquemos, Andrés Manuel no es demócrata, no es honesto y menos un hombre transparente, pero sobre todo ha usado el poder para enriquecer a sus familiares y cercanos colaboradores.
Asistimos al cierre de un gobierno que ganó montando una farsa, una tragicomedia que vaya que nos ha costado cara: 170 mil muertos y 626 mil por la tragedia del Covid y su pésimo manejo, además de la falta de medicamentos y la corrupción y el nepotismo de un presidente y un partido que finge luchar por los más pobres. Los hechos dicen lo contrario.