Indicador Político
Vaya crisis que se mantiene en Campeche. La incapacidad de admitir que se equivocaron y esa capacidad infame de decir cosas que no se sostienen por sí mismas pero que le echan más gasolina al fuego repartiendo culpas que evaden la realidad y sólo se limitan a temas políticos.
Lo que empezó como un clamor de justicia y que pudo aplacarse despidiendo a los mandos medios policiacos sigue escalando y esta semana terminó con el repudio que ya vimos a Layda Sansores, a Marcela Muñoz y ahora hasta Andrés Manuel López Obrador por parte ya no sólo de los policías afectados sino de una sociedad que vio en la protesta la oportunidad para cobrarle a un gobierno que tiene dos años de indiferencia social y fracasos que le cuentan a los campechanos.
En verdad que muchas veces ellos mismos se construyen sus fantasmas: Alito Moreno tenía ante la culpa de todo y hoy agregaron el de Eliseo Fernández a quien acusan, sin pruebas, de ser un asesino serial y generar desestabilización política. Su incapacidad la encubren con fines políticos de otros y nunca admiten que hay abusos hasta con la gente de Morena.
En esta historia en la que el fin justifica los medios, Layda ofendió a lo más sagrado al hacer mención de la madre de los policías, intentó sin éxito aplacarlos yendo a las instalaciones tomadas concediendo más de lo que le pedían, pero sin atender el principal reclamo: la renuncia de Marcela Nuñoz, y al replantearle que todo les parecía bien menos que no se despidiera a la titular de seguridad, Layda se transmutó en lo que ella siente debe ser y les espetó que no había ido a cumplir caprichos.
Es como si ese gobierno se paralizara porque ella no está en Campeche más que por ratos y en el colmo de su poder ha delegado responsabilidades que ya le fundieron al menos a los secretarios de Gobierno, de Educación y de Obras Públicas, ésta última que tiene meses acéfala. Yo no sé, admitió ante los policías, de temas de presupuesto y de cómo se operan sus peticiones, pero todo se hará, dijo antes de estallarle el petardo de su incontinencia verbal.
Tres manifestaciones que no evitaron ni reconocieron como legítimas de la sociedad cansada de sus abusos, el presidente López Obrador se encargó de atizar el fuego, como si a él le importara la nueva exigencia ante las torpezas del gobierno de Morena: le tengo toda la confianza a Layda, dijo.
Desestimando también a quienes han marchado por una causa que la propia Sansores llegó a calificar de justa, el presidente le recomendó a los policías que lleguen a un acuerdo con la gobernadora a la que, como él y su familia, considera honesta, de buenos sentimientos -a pesar de las mentadas de madre y el desprecio a la exigencia de policías- y los acusó de dejarse manipular.
En las marchas hay mano negra, espetó. No se dejen manipular, no puedo hablar de quien está detrás porque son politiqueros que no juegan limpio, que se ven mal, no juegan limpio y todo lo que hacen se le revierte como un bumerang. Si hubo abuso, puso en duda, se va a castigar, pero esas manifestaciones son con fines politiqueros, son los corruptos que están detrás.
Layda no ha parado de querer acreditar que el conflicto está amainando: inventa reuniones con supuestos policías, les dice que no se escatimará recursos para atender sus exigencias, les rifa motos, les da vale de semana santa, les ofrece boletos para el cine y ha llegado al exceso de suspender el servicio de transporte urbano dominical con la única intención de evitar que la gente se movilice.
En esta feria de incapacidades y yerros, los policías no sólo se preparan para marchar el 13 de abril próximo sino que ahora Layda logró lo que no pasaba pero ella se empeñaba en ver: voto de castigo a su partido en días previos a la elección que renovará senado, congreso federal y local, 13 ayuntamientos.
Atrás ha quedado el clamor de mujeres policías violentadas, hombres a los que se mando sin equipo a contener un motín provocado por la propia Marcela Muñoz y la subsecretaria de Readaptación Social, ya despedida, y la encargada del penal que vio la oportunidad de sacar ganancia vendiéndole a los reos que serían trasladados una permanencia por $10 mil y avisándoles del operativo lo que les permitió estar esperando a los policías.
El problema, al final, es por esa incapacidad de no sólo no hacer las cosas bien sino de tampoco admitir que las hicieron mal y tratar, de mala manera, de reparar el daño sin sentir que tienen que disculparse y enmendar el error corriendo a los responsables.
Layda Sansores y López Obrador ha demostrado durante años que hay que tener cuidado al hablar, no sólo por lo que se dice sino cuando se dice y ante quienes. Una alusión a las madres de los policías recrudeció una simple petición de renuncia que iba acompañada de un pliego petitorio.
El pliego petitorio no fue problema para la gobernadora que hasta les anexó bonos, rifas de motos, vacaciones y permisos pero como no fue a negociar con los policías para “cumplir caprichos” rompió la que se vio como una actitud de mesura que trataba de acreditar el arrepentimiento por lo que dijo y cómo lo dijo en su show político, mágico, musical Martes del Jaguar.
Ese programa vaya que ha metido en problemas a quien se niega a cumplir sentencias judiciales en su contra y que favorecen a sus adversarios políticos. De hecho en periódicos locales leerá un recuadro en primera plana que enumera “un año y 253 días violando suspensiones de amparo dictadas por un juez” y cambia cada día que pasa.
La titular del Ejecutivo trató de politizar una marcha provocada por un operativo fallido –antes se habrían dado tres, según los policías-, pero los mismos policías salieron de inmediato a corregirle la plana porque las manifestaciones han sido organizadas por la sociedad civil que se ha cuidado mucho de no involucrar a partidos políticos precisamente por la temporada electoral.
Las denuncias de los quejosos no sólo tienen que ver con la corrupción en el penal donde la directora cobra 10 mil por evitar los traslados de los reos, sino también los descuentos a los empleados policiacos a quienes se les quita el 3 por ciento de sueldo para financiar actividades de Morena y sus campañas.
En su desesperación por encontrar justificaciones, Layda ha intentado responsabilizar de las protestas a sus dos adversarios políticos principales: Eliseo Fernández Montufar y a Alejandro Moreno Cárdenas, porque en la marcha se ha visto simpatizantes y hasta legisladores de los dos partidos que contendieron en 2021 contra la hoy jefa del gobierno, como si ellos por militantes no fuera ciudadanos.
Todo sea dicho para evitar despedir a Marcela a quien favoreció desde su llegada a la entidad y modificó leyes que dejaron la secretaría de Gobierno sin responsabilidad en el tema de seguridad, lo que ha provocado no sólo quejas de quien fue el titular, Aníbal Ostoa, sino enfrentamientos con el Fiscal del Estado, Renato Sales Heredia.
Marcela goza de un trato preferencial de la gobernadora: dos de sus hijos convertidos en funcionarios –la de Carmen ya fue despedida de su encargo en la policía- pero el joven sin experiencia llegó a ser vicefiscal gracias a una recomendación de su mamá y a una orden de la jefa de todos.
Las manifestaciones que hemos visto en Campeche me recuerdan las de 1997 cuando el equipo de Layda trató de intimidarnos en el periódico El Sur hasta donde llegaron unos encapuchados que más que robar la venta del día trataron de asustar a quienes ahí colaborábamos con una línea editorial que no era del agrado de ella y sus seguidores.
Los reporteros que cubrían los eventos de Layda teníamos que cambiarlos con frecuencia porque la “seducción” de la candidata era mucha al extremo que al que escribe le ofreció ser su amigo “porque con mis amigos hago buenos negocios”, le dijo al autor de la columna mientras caminaban por el rumbo de la estación antigua reflexionando sobre la juventud de quien cubría sus eventos.
Hoy, quien se quejó de que la espiaban, espía; quien se quejó de represión, reprime; quien se quejó de la corrupción, desvía el presupuesto que en tres años no ha servido para obras, para mejoras, y sí del reparto clientelar de recursos condicionados a que se hable maravillas –que no se ven- del gobierno y de la 4T.
Ante el fracaso absoluto del gobierno de Morena y de su presidente López Obrador, Campeche ha visto su descenso a los últimos sitios de desarrollo económico, a su desplome en economía con una tasa de desempleo que supera la nacional y una atracción de inversiones que no se ve y no aparece en los planes del gobierno. Layda replica al presidente: un gobierno de fracasos.
Hoy, cuando la población salió a exigirle respuestas, Layda evade la petición y deja claro que ella no está en la entidad para cumplir caprichos de nadie, sólo los de ella y los de Marcela, claro!
El gobierno ha cosechado con denuedo el repudio social. Infames insultan a quienes no los apoyan y condicionan contratos y ayudas de gobierno a una militancia que quieren imponer hasta a los trabajadores de gobierno que tienen una vida en la burocracia.
Pasan lista, sancionan las faltas, presionan y condicionan no sólo las acciones de gobierno sino la militancia de una sociedad que evalúa, que ya no hace lo que le exige y que votará según le convenga o según le convenzan.
Mentir se ha convertido en el denominador común de los gobiernos de Morena; mentir es algo que se hace para desacreditar opositores; mentir para vender éxitos y logros que nadie ve, pero que quieren convencer que ahí están.
Layda jamás ha sido una demócrata, su idea de la democracia es si ella y los suyos ganan los comicios, pero tampoco reparan en violentar las normas, en violar la ley y en usarla a contentillo. Han sido capaces de inventar delitos, de falsificar testigos, de falsear testimonios, bueno han sido capaces de inventar un gobierno de éxito, ese que sólo ellos ven, pero que la sociedad se encargó de devolverlos a una realidad que no es la alterna en la que ellos viven.
La sociedad les va a cobrar la farsa, les va a cobrar la pauperización de Campeche, pero les va a cobrar más la ausencia de seguridad y la ausencia de resultados. De eso va la elección de 2024: será una revocación de mandato y si se roban los comicios, el escándalo será mayúsculo porque eso se permitía en el siglo pasado, pero hoy la sociedad ya despertó y tiene claro que son los que mandan y ellos los que obedecen, aunque no les guste.