Indicador Político
El arte de gobernar pareciera más el arte de dividir. Nadie ha dividido más al país que quien se supondría se eligió para encabezar y para gobernar para todos, sin excepción.
Nada parecía gustarnos del presidente Fox en el ejercicio del poder: no estaba casado, tenía hijos adoptivos, era un ranchero, su mujer parecía su vicepresidenta y los hijos de ésta, vaya que sacaron partido de ese sexenio.
Margarita Zavala fue una excepcional primera dama: discreta, formal, educada, propia pero, según propago Fernández Noroña, su marido era alcohólico, mentira que hasta hoy subsiste y que el petista reconoce haber inventado. De Felipe molestaba que su segundo de abordo fuera hijo de españoles y muy joven, se le tildó de haber pactado con el Chapo Guzmán y la estela de luz de Reforma y la barda perimetral de la refinería de Hidalgo sigue siendo tema aunque nadie le ha probado que haya sido protector de narcos y para muchos es plausible que López Obrador haya saludado a la mamá del capó en sus terrenos, nadie recuerda que el gobernador Osorio fue el peor adversario de la refinería en Hidalgo por el negocio inmobiliario.
Lo mismo pasaba con Peña Nieto: lo encumbraron cachondeándolo literalmente en la campaña y nunca le perdonaron su forma tan poco seria como ejercía el gobierno. Peña es quizá la peor losa que carga el PRI y no sólo por corrupto sino por haber armado toda una persecución política contra el candidato panista -lo que negoció con López para llevarlo al poder- y el apoyo de más de una decena de gobernadores, hoy embajadores y cónsules, a Morena.
Sin embargo, la lección pareció no aprenderse o algo no se entendió muy claro. Los electores prefirieron a la candidata de un partido cuyo presidente repartió dinero a manos llenas, fue el coordinador de la campaña presidencial, no tuvo empacho en usar toda la fuerza del poder presidencial para adelantarse a la campaña y desplegar, antes de tiempo, propaganda por todo el país que lo mismo usó espectaculares que anuncios en bardas y en radio y televisión, incluso en su mañanera.
Y cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación lo declara un violador constitucional de las mismas leyes que él promovió, él dice que no lo hizo, qué en qué basan sus acusaciones y que lo están calumniando.
Su gobierno, el peor en resultados en muchos sexenios, sin embargo ganó la elección por una abrumadora mayoría que pareció optar más por el respaldo económico que castigarlos por la infame corrupción de su familia: hijos, hermanos, cuñados, primas y demás miembros del clan, que presumieron sus ganancias ofensivas al margen de la ley haciendo gala de un tráfico de influencias que hubiera sido suficiente para sepultar a otros.
La crisis al interior de los partidos de oposición sigue hasta hoy dirimiéndose y mientras PRD desaparece, PRI y PAN están en plena contienda para la renovación de sus dirigencias y no en pelear para que se les respete su representación proporcional porque el partido que ganó el 54 por ciento de los votos se quiere agandallar el 75 por ciento del Congreso. El 8 por ciento de la sobrerrepresentación no parece un tema básico porque se nos confunde y engaña con una reforma judicial que no tendría por qué pasar en el legislativo si la primera lucha por evitar las cooptación legislativa se logra ganar.
No, parece que eso de defendernos a nosotros mismos no se nos da. Es como si fuéramos ciudadanos que limosnean sus derechos y están dispuestos a cederlos con tal de que les den una lana, aunque esa lana se pague con una crisis que tarde o temprano llegará por el despilfarro y la deuda contraída.
Pero el consuelo que nos llega de fuera es que aquí no tuvimos que elegir a un presidente delincuente que violenta la ley una y otra vez y ha sido condenado por varios delitos, uno que promovió desde la presidencia la toma del capitolio quejándose de un fraude electoral que no pudo probar, que le mintió a todos y desvió dinero de su campaña para pagarle a una prostituta sus servicios, que insulta a sus adversarios todos los días y que, claramente se ve, no gobernará para todos en su país. Si algo le suena familiar, no era la intención.
Decía el poeta y filósofo de origen español estadounidense Jorge Santayana que “quien no conoce su historia está condenado a repetirla”.
Donald Trump será el candidato republicano en búsqueda de regresar a la presidencia de EEUU y Kamala Harris ya tiene los votos demócratas suficientes para ser la opción en lugar de Joe Biden. En una elección que será épica.
Lo grave es que ni allá ni aquí se admite que los gobiernos de Trump y el de Morena no dieron resultados y que pareciera que nunca nadie les dijo que lo más fácil es romper y destruir, pero que sólo los héroes son los que construyen la paz y la firman para el bien de sus gobernados. Trump y López Obrador viven enamorados del poder, ese que sólo usan para servirse de él y servir a sus simpatizantes, los demás, por desgracia, ni cuentan ni importan.