Indicador Político
Hace mucho que México no tiene un presidente que sea hombre de Estado. Hasta hoy, hemos tenido presidentes que se preocupan más por la siguiente elección que por la siguiente generación y no han sido capaces de dejar fuera sus fobias para gobernar auténticamente para todos.
Quedan cinco semanas del gobierno que nos dijeron sería el punto de referencia para el cambio político y económico del país. El que haría crecer la economía a un 6 por ciento anual para diferenciarse del mediocre 3 por ciento anual de antes y en el que la democracia se viviría en cada decisión del presidente, uno ofreció respetar la independencia y autonomía de cada uno de los poderes de la República, resguardando a la Constitución para respetarla y hacerla valer en cada norma. Nada de eso fue cierto.
Andrés Manuel nunca fue un mandatario, jamás un hombre de Estado y menos un hombre capaz de despojarse de sus ideas facciosas y parciales porque demostró como presidente que su manera de gobernar es la de un alcalde de pueblo que sólo quiere consentir a los ricos mientras limosnea a los pobres y eso lo dejó claro al exigir a los magnates que hizo más ricos, que lo apoyen en su loca carrera por destruir la corte y desaparecer la división de poderes y con ello concentrar el poder y destruir la vida democrática nacional.
México no ha tenido presidentes para enorgullecernos. Andrés menos que nadie porque rebasó por mucho esa frivolidad e inmadurez de Enrique Peña Nieto cuyo gobierno pensamos que había sido el más corrupto de la historia reciente, pero ni en eso le cedieron la corona: Esta fue la peor administración sexenal por el dispendio, la corrupción y el cinismo.
El de Morena ha sido el gobierno del retroceso en todos los ámbitos, pero quizá ni uno más grave y más oprobioso que la cancelación de la democracia y el uso de recursos públicos y de gobierno para temas electorales además de la violación sistemática a la división de poderes al colonizar a uno y destruir, en los hechos, al otro.
El gobierno de Andrés Manuel no ha fracasado porque nada de lo que dijo en campaña era su proyecto de gobierno. En realidad, Morena sólo quería hacerse del poder para adueñarse de él, de su presupuesto e imponer en el país esa idea de convertirlo en una república bananera que sólo esté a su disposición y de su partido igual que pasa en Cuba, Nicaragua o Venezuela.
Sin embargo, Andrés ha podido llegar hasta donde hoy estamos porque la permisividad de los mexicanos tiene que ver con la dádiva, con el “apoyo”, con el dinero que se consigue fácil pero que se paga caro sobre todo porque no hay dinero que alcance para seguir comprando a la gente.
Morena acabó con todos los guardados de la nación en fideicomisos que tenían objetivos específicos de los que no podían salirse. Hoy, sólo le faltan los de la Suprema Corte de Justicia y las reservas del Banco de México que hoy podrá saquear porque al tener mayoría absoluta en ambas cámaras cambiarán el renglón que dice que las reservas internacionales no se le entregan al gobierno porque son la base sólida de la economía junto con la autonomía de un banco que podría hacer dinero a lo loco, pero que hoy entra al rescate de la moneda en momentos complejos como los que vamos a vivir.
Sin dinero y sin una reforma fiscal, los ahorros ya se los acabaron y para la elección hubo que endeudarse con dos billones de pesos adicionales a los que ya tiene encima de deuda interna el país. Morena no hará reforma fiscal porque quita votos, modificará la constitución porque nadie puede ser independiente en un gobierno de autócratas y así ya podrán saquear por completo las arcas y aunque perdamos la calificación crediticia, ellos seguirán viviendo como reyes porque las crisis no golpean a quien vive del presupuesto, aunque ellos las provoquen.
López Obrador descubrió al ser presidente que era muy limitado, que el país era un enorme reto y que no tenía un proyecto ganador para cumplirle a los mexicanos. Enterado de ello, dio su primer golpe: demostrar que tenía el poder, algo que nadie ponía en duda. Y fulminó el aeropuerto de Texcoco y desde eso ya no pudo parar para concretar su sueño personal: ser dictador que pase a la historia y que su ejemplo cunda en el mundo para que lo imiten.
Sin embargo, agandallarse a un país no es muy digno de imitar y menos erigirse como el poder tras el trono como hoy vemos sucederá porque Claudia Sheinbaum fue candidata de “su partido” y le debe a él la designación y, si nos apresuramos, hasta sus votos comprados con el dinero del gobierno, eso que reprobaba cuando no tenía el poder.
El presidente que deseo pasar a la historia lo hará como el causante de la peor crisis de inicio de sexenio al dejarle el país a una encargada que no pudo decirle que no a pesar de las advertencias internacionales, de empresarios, de gobiernos y hasta de organismos internacionales.
Después de todo, Morena es el partido de Andrés y México, si se lo dejamos, también es de su propiedad para imponer el cambio de régimen, aunque no lo haya propuesto. El presidente que jamás habló con sus opositores nos quiere convencer de que es un demócrata consumado. Hágame ud. el favor.
Jamás me inspiró confianza Andrés Manuel, jamás lo vi como el personaje que todo mundo decía que era. Para mí siempre fue un tabasqueño petulante y hablador que tomaba los discursos de otros para hacerlos propio sin pensar deveras como pensaban los que los decían.
Andrés era un enamorado de la hegemonía del PRI en el que se formó y por ello hoy trata de regresarnos a ese pasado en el que todas las decisiones pasaban por el escritorio presidencial. Así seguirá siendo porque Andrés seguirá gobernando México, para eso se eligió a Claudia Sheinbaum, aunque ella haya tenido 36 millones de votos, siempre el único que cuenta será de quien la llevó hasta donde hoy está.