Indicador Político
Nunca como antes, la perspectiva religiosa de los votantes será decisiva en el proceso electoral en los Estados Unidos. No me refiero al credo en sí (católico, cristiano, evangélico, pentecostal, etcétera); sino a la perspectiva que cada creyente tenga sobre la responsabilidad moral que le imprime su religión a la hora de elegir un candidato a la máxima magistratura.
En un escenario menos polarizado, los procesos electorales en las naciones democráticas suelen enfocarse en áreas de discusión muy generales; básicamente los electores esperan que los contendientes contrasten sus modelos de gobernanza y las propuestas económicas de su prioridad: seguridad pública, promoción del empleo, atención de sectores marginados, política exterior y conservación de la estabilidad en el clima social.
Por desgracia, no estamos en aquellos escenarios y la polarización social obliga tanto a candidatos como a electores a llevar más profundamente sus preocupaciones sobre sus certezas y sus prejuicios. Tomemos el caso de los Estados Unidos, aunque buena parte de Europa y América Latina viven procesos semejantes. Independientemente del credo al que pertenezcan, los norteamericanos viven un cuestionamiento sobre qué tanto sus convicciones morales deben reflejarse en su voto y, por tanto, en las políticas públicas promovidas por sus candidatos preferidos.
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