Opinión

En Contexto/Luis Acevedo Pesquera

En 2021, otra vez la partida secreta

Es muy probable que para muchos ha pasado desapercibido que en la Cámara de Diputados todos los partidos políticos deberían dedicar su máximo esfuerzo a la delimitación del Paquete Económico para 2021 con el objetivo de crear un programa de crecimiento bajo circunstancias globales adversas y con el pesado lastre provocado por la pandemia del coronavirus.

Todo el esfuerzo y la atención nacional se centró en la decisión de extinguir 109 fideicomisos sin más argumento que la austeridad republicana y el pretexto de atender las profundas deficiencias en el sector salud, siendo que el interés primordial fue el de asegurar recursos suficientes para que el jefe del Ejecutivo favorezca a las actividades y a sectores que le resulten circunstancialmente favorables en un año electoral y económicamente complejo.

El dinero de los fideicomisos, pasará a la estructura del Presupuesto de Egresos de la Federación carece de definición y de objetivos claros queda la idea de que los 68 mil 400 millones de pesos resultantes se concentrarán en la Tesorería de la Federación y de ahí la Secretaría de Hacienda hará las asignaciones por secretaría, de acuerdo a la especialidad o necesidad del caso.

Realmente se revivió la figura de la partida secreta que, sin duda, por el muy probable uso discrecional de los recursos públicos ya no se llamará de esa manera porque desde 2019 fue prohibido constitucionalmente, pero ya vemos que para mañas… el presente se pinta solo.

La historia indica que la partida secreta dejó de aparecer en el Presupuesto de 1922, pero la mayoría legislativa ya desde entonces autorizaba “gastos extraordinarios e imprevistos” que tenían una función semejante.

En 1927 las partidas secretas volvieron al presupuesto con el nombre de “gastos eventuales y extraordinarios” que, al año siguiente ya no se les nombró “secreta” porque el presupuesto dejó de discutirse en la Cámara y empezó a aprobarse mediante votación unánime.

A partir del sexenio de Miguel Alemán, existió un ramo de “erogaciones adicionales”, que en 1952 significó el 6.5 por ciento del gasto total; en 1958, con Adolfo Ruiz Cortines subió a 12.5 por ciento y con Luis Echeverría llegó a 24.3 por ciento del total del gasto que manejaba directamente el presidente.

En 1982, con José López Portillo y en plena crisis, el rubro presupuestal de las “erogaciones extraordinarias” fue de 56 millones de dólares. Hacia 1995 y 1996 la partida secreta fue autorizada en el mismo nivel que en 1994 por 650 millones de pesos.

Pero solamente en 1989, el primer año del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, la partida secreta fue de 102 millones de dólares y al término de su sexenio, de 190 millones de dólares.

¿Quién podía imaginar que el régimen de la transformación y al amparo de la Austeridad Republicana, que exige transparencia y rendición de cuentas, se recuperaría una de las estructuras políticas más nefastas para la democracia, el bienestar y una de las formas más sofisticadas para encubrir la corrupción?

@lusacevedop

Sandra Gayou Soto

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