
Teléfono Rojo
ADIOS A LA CORTE Y A LA DEMOCRACIA
Con ese tono de “perdonavidas” que le caracteriza, Claudia Sheinbaum dijo que la última sesión de la Suprema Corte era “el fin de una era, en el Poder Judicial, del nepotismo que servía a unos cuantos…”.
Lo cierto, sin embargo, es que el martes 19 de agosto del 2025 será recordado como un día de luto nacional.
¿Por qué?
Porque es el día en que no solo dejaron de existir la Suprema Corte y el Poder Judicial independientes, sino que murió la división de poderes y, sobre todo, murió la democracia mexicana.
Peor aún, a partir de ese día fatídico se confirmaron no sólo la dictadura del Partido Morena y de sus “narco-gobiernos”, sino la total impunidad a los aliados criminales del grupo en el poder.
Y es que una vez que asuman sus cargos los nuevos jueces y ministros “de acordeón”, la presidenta tendrá en sus manos no sólo el Poder Ejecutivo, sino el Poder Legislativo y el Poder Judicial.
Es decir que, con la muerte de la división de poderes y con la captura del Legislativo y el Judicial, una sola persona, la presidenta, tendrá todo el poder en sus manos, lo que convertirá a México en la más joven de las dictaduras del mundo.
Una dictadura a la que llegamos luego de que el actual grupo en el poder hizo todo para conseguir elecciones libres, transparentes, confiables y creíbles y que, una vez que alcanzó la jefatura del Estado, pateó la escalera por la que había llegado –pateó la democracia electoral–, para que nadie más le compita por el poder.
En pocas palabras, los gobiernos de Morena que llegaron al poder por una de las democracias más jóvenes y sólidas se han convertido en los groseros sepultureros de esa democracia.
Y con todo el poder han impuesto la más joven de las dictaduras del mundo y del continente, justo en la frontera sur de Estados Unidos.
Pero vale recordar que eso que la presidenta llamó –en tono despectivo–, como “el fin del Poder Judicial del nepotismo”, en realidad fue la consolidación de la democracia mexicana.
Y es que vale recordar que, a pocos días de la toma de posesión de Ernesto Zedillo –en 1994–, el joven presidente mexicana ya estaba en Europa promoviendo tratados de libre comercio con el mundo entero.
El mensaje de Zedillo fue bien recibido por el mundo que, a cambio, exigió que México se convirtiera en una verdadera democracia.
Por eso, Zedillo volvió a México decidido a hacer realidad la división de poderes, la independencia de los poderes Legislativo y Judicial y, sobre todo, la independencia de las instituciones electorales.
Así nació la Suprema Corte independiente, el INE independiente, la CNDH independiente y se construyó esa democracia capaz de garantizar la alternancia en el poder.
Pero lo que pocos recuerdan, sin embargo es que, en 1996, López Obrador siguió los pasos del PAN y provocó un amasiato político con el gobierno de Zedillo, en abierta traición a Cuauhtémoc Cárdenas.
Los incrédulos de esa realidad pueden consultar la hemeroteca del diario La Jornada del lunes 3 de junio de 1996, que tituló así la nota principal: “Conspiran contra Zedillo: López O.”.
La nota se refería a una declaración que AMLO formuló en Misantla, Veracruz, el domingo 2 de junio de ese 1996, en donde dio a conocer la propuesta de un “acuerdo de unidad y apoyo político” al gobierno de Zedillo.
Así lo dijo Obrador: “No queremos alianzas con el presidente Zedillo, deseamos acuerdos donde él se comprometa con el pueblo y con la nación, y nosotros a construir una verdadera transición democrática… queremos acceder al poder, pero no sobre el cadáver de la República”. (Fin de la cita)
Y la respuesta del entonces presidente Zedillo fue una alianza que convirtió a Obrador en jefe del PRD, en medio de severas críticas por lo que muchos llamaron “la gran traición”.
Así, y gracias a la alianza con Zedillo, el PRD de AMLO ganó el gobierno en el DF –con Cuauhtémoc Cárdenas–, pero también Tlaxcala, Baja California y Zacatecas; éste último con Ricardo Monreal.
Pero esa sólo fue el primero de los amasiatos de López Obrador con el PRI y, en especial, con el entonces presidente Zedillo.
Y es que en esos años, el propio Zedillo era el principal impulsor de la “alternancia de terciopelo” que habían exigido no pocos países del mundo para que México se incorporara al comercio global.
Zedillo había construido el IFE, le había dado independencia al Banco de México y había limpiado el Poder Judicial y cambiado a todos los ministros de la Suprema Corte.
Es decir, se propuso la instauración de la democracia en México y para ello era fundamental la alternancia en el poder. Es decir, el PRI debía ser relevado en las urnas y los partidos opositores debían acceder al poder.
Por eso, uno de los pasos que se decidieron desde la casa presidencial fue precisamente impulsar la candidatura de López Obrador a la jefatura de gobierno del DF, en el año 2000; un gobierno que hasta antes de 1997 siempre había estado en manos del PRI.
Como recuerdan, Obrador no cumplía los requisitos legales para ser candidato a jefaturar la capital del país, ya que su residencia y su credencial de electoral correspondían a Tabasco.
También por eso, de nueva cuenta fue necesario el aval de Zedillo para que el IFE del DF torciera la ley y convirtiera a Obrador en candidato a jefe de gobierno de la capital del país.
El resto de la historia la conocen todos; AMLO fue jefe de gobierno del DF y en 2018 se convirtió en presidente. Y al día siguiente de ocupar ese cargo, empezó la destrucción de la escalera democrática; la misma que hoy sepultó a la democracia mexicana.
¿Así o más claro…? Se los dije.
Al tiempo.