El fin del INE o la reforma que se asoma
Uno de los retos mayores de la política es la coexistencia de los diferentes. En México se ha complicado por la estigmatización del PRI que fue el eje de la vida política durante buena parte del siglo XX y que persistió con importante presencia territorial y legislativa hasta 2016. Al PAN le costó trabajo entenderse con los gobiernos del PRI, pero el reformismo de éste le permitió lograr avances significativos en el sistema electoral, particularmente, a partir de las conflictivas y polémicas elecciones de 1988.
Los presidentes no han entendido la coexistencia de diferentes que ha tenido como espacio natural el Congreso. Quien gobierna pretende no tener las restricciones que implica compartir decisiones relevantes con otros. Esto se complica cuando se cree tener una causa superior a la de los demás con la tesis de que la representación del país o de la nación lo tiene un solo proyecto político. Recuérdese el fraude patriótico en los tiempos de Manuel Bartlett Secretario de Gobernación.
1997 es el punto de quiebre en los términos de la relación gobierno pluralidad política porque a partir de allí, con la pérdida de mayoría en la Cámara de Diputados y el nacimiento de un bloque opositor, el gobierno del PRI tuvo que aprender a negociar en condiciones de desventaja frente a una oposición cohesionada y con claridad sobre la necesidad de fortalecer a los municipios en las asignaciones presupuestales, además de procesar acuerdos difíciles e impopulares como el del FOBAPROA.
Otro tema relevante en la coexistencia fue el cambio constitucional que antecede a 1997 para que ninguna fuerza política por sí misma pudiera cambiar la Constitución a través de los candados a la sobrerrepresentación en la Cámara de Diputados y el límite en el número de diputados que pudiera obtener una fuerza política. Esto explica por qué se elevaron a la carta magna extensos capítulos de la reforma política y electoral, se trataba de garantizar estabilidad en la certeza de derechos de la pluralidad.
Una de las grandes limitaciones de la iniciativa presidencial de López Obrador es que se sustrae de las reglas de la coexistencia política. De hecho, el PRI antes y después Morena buscaron dar la vuelta a los candados de la sobrerrepresentación postulando candidatos afines a través de partidos minoritarios en coalición. En 2018 fue un exceso. El PES obtuvo 11% de la Cámara pero perdió el registro y el PT con 12% de las curules, alcanzó el mínimo del 3% de los votos a través de la trampa con una elección distrital extraordinaria, esto es, tuvieron una representación parlamentaria sin referencia al porcentaje de votos. Algo semejante ocurrió en 2015, entre el PRI y el PVEM, aunque con menor proporción, pero suficiente para que el tricolor alcanzara la mayoría absoluta.
La coexistencia a través de coaliciones no ha tenido como eje el gobierno, sino las elecciones. En ocasiones ni siquiera la representación parlamentaria, ya que diputados y senadores de partidos menores abandonan las siglas de una supuesta pertenencia para migrar al partido mayor o en algunos casos independizarse.
El presidente López Obrador asume que la coexistencia ya se construyó al interior de Morena. Es cierto que allí hay de todo, pero no es una suma, es cooptación. Respecto al PT, PVEM y PES, así como otras alianzas, el presidente muestra un inmoral pragmatismo al abrazar proyectos inconsistentes con su estricta y reiterada prédica moral, los que a cambio han obtenido privilegios y la continuidad de negocios bajo el poder nacional y local.
A finales del cierre de siglo al PRI lo derrotó la coalición del PAN PRD en Chiapas, Oaxaca, Nayarit y Tlaxcala. Ahora, en su fase terminal, pudo lograr espacios en 2021 resultado de la coalición con PAN PRD. Este domingo su única posibilidad de ganar está en Durango, con una coalición con el PAN PRD. Lo cierto es que los acuerdos se centran en lo electoral, no en el proyecto político que supuestamente ahora conforman.
El presidente López Obrador persiste en su pragmatismo con el PT y PVEM. No será fácil para 2024, lo mejor que les puede pasar es que postulen un candidato presidencial popular de manera independiente. Situación semejante se presenta con Movimiento Ciudadano. La realidad es que la coexistencia política ha sido negada por el oportunismo electoral, además de la pulsión autoritaria que casi siempre ha existido en quien detenta la Presidencia.