Indicador Político
Los cambios recientes que involucran a Fonatur; la Secretaría del Bienestar; la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, y la dirección del Aeropuerto de la Ciudad de México, tienen como referencia el desastre que se ha vuelto el proyecto del Tren Maya. De rebote ganan Ariadna Montiel, ahora titular de la Secretaría de Bienestar y la subsecretaria María del Rocío García.
Quien más crece, por la importancia de la tarea a realizar, el encargo por encima del cargo, no por un tema de organigrama, es Javier May Rodríguez. En lo sucesivo será responsable del Tren Maya, prospecto para gobernar Tabasco, y quien pasa a ser responsable de uno de los proyectos emblemáticos del presidente junto con el cuasitabasqueño Rafael Marín Mollinedo, a cargo del Corredor Transístmico y a quien López Obrador pidió no buscar la candidatura de Morena por Quintana Roo.
Pierde Carlos Morán, que se va al deplorable y decadente Aeropuerto de la Ciudad de México; en su lugar llega otro perdedor, Rogelio Jiménez Pons, que no pudo con el proyecto del Tren Maya por corrupción y negligencia, signos de su gestión. Los costos crecen y el tiempo se impone. El funcionario minimizó incumplimientos y retrasos de las empresas contratadas. La falta de planeación es la constante y los cambios de proyecto han afectado la obra de mayor relieve de la 4T. El presidente fue generoso al enviarlo como subsecretario de Transportes de la citada Secretaría de Infraestructura.
Aunque no por promoción, gana el secretario Jorge Arganis, por su virtual ratificación, y por la salida de Carlos Morán, que le resuelve una diferencia que iba de mal en peor. Ahora tendrá que lidiar con Jiménez Pons, desde una condición más cómoda, a partir de su jerarquía real y formal. El tema en la dependencia en puerta es el asunto aeroportuario. Morán no dio buenas cuentas, pero le entendía, por eso lo llevó allí el anterior secretario Javier Jiménez Espriú. Es así que la dependencia pierde y gana nada con el cambio.
El detonador de los cambios fue el atraso del Tren Maya. El presidente ha señalado que supervisará con regularidad la obra. Ya no será con la compañía de un funcionario al que se le ha perdido la confianza profesional, sino un colaborador cercano y con quien se siente cómodo. Conforme pasa el tiempo, el grupo Tabasco cobra mayor relieve en el gobierno y en los proyectos de importancia. Sin duda, el secretario de Gobernación, Adán Augusto López, gobernador con licencia, lleva la mayor autoridad, a pesar del ascendiente de Octavio Romero sobre López Obrador y su familia y quien disputa a May la candidatura al gobierno de Tabasco.
Al presidente le preocupa el atraso en los proyectos de infraestructura. A eso se debe el decreto o acuerdo presidencial por el que se dispensa de permisos o autorizaciones a que la ley obliga, a toda obra pública declarada discrecionalmente de seguridad nacional. El fastidio presidencial por el atraso de los proyectos debido a la supuesta tramitología fue resuelto de la peor forma, violando la ley y la Constitución, asunto por ahora a estudio por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No importó la salvaguarda del patrimonio cultural ni el cuidado al medio ambiente, tampoco los derechos de propiedad privada, ejidal y comunal. La obra va.
Javier May tiene difícil encomienda. Los costos se incrementan y los proyectos se complican, como el cambio de trazo en el trayecto Cancún-Tulum y que habrá de incrementar el costo al menos en mil millones de pesos para la liberación del derecho de vía. Ya antes, absurdamente, se decidió que no llegara a ciudad Campeche ni a Mérida para así agilizar la obra y evitar costos, amparos y negociaciones complicadas. El tiempo se acaba y es irrecuperable. Al presidente le desagradan las inauguraciones parciales, como lo hizo ver al gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, quien pidió iniciara operaciones parte del Tren Interurbano México-Toluca. Todo el proyecto del Tren Maya desde ahora se advierte imposible de inaugurar a finales de 2023; quizá, ni para el fin del gobierno.