
En mal momento el asunto de El Mayo
Quizás por otras razones, sólo Movimiento Ciudadano está construyendo una visión alternativa hacia las elecciones de 2024, aunque obtuvo malos resultados en las elecciones pasadas. Dante Delgado, a quien no se le puede regatear talento, tiene que hacer malabares como los demás dirigentes: que los resultados no fueron adversos y que su partido está en las mejores condiciones para el desafío de 2024. Todos, incluso los observadores interesados, que no son pocos, centran su atención en la contienda presidencial. Es explicable después de los acontecimientos a partir de 2018 a la fecha.
Tal pareciera que la disputa se ha vuelto todo o nada. Quizás sea un error, más si se parte de hipótesis que no se materialicen, como es el caso de que Morena podría fracturarse. La apuesta de todos es la Presidencia, cuando hay al alcance, particularmente para la oposición, objetivos más accesibles, por ejemplo, el regreso de la pluralidad al Congreso y a los gobiernos locales.
La próxima contienda presidencial tiene un efecto de arrastre para las elecciones concurrentes. Un candidato competitivo, que conecta y con la narrativa para despertar emociones y movilizar votantes puede elevar sus posibilidades de éxito no sólo para él, sino para quienes concurren bajo la misma siglas o coalición. Así sucedió con López Obrador en 2018. Leyó bien el descontento; no sólo eso, le colaboró Peña Nieto, quien abandonó al PRI y utilizó a la PGR para minar al candidato opositor con mayor competitividad. Por tres votos que perdía Anaya, 2 se iban a AMLO y ninguno al PRI. Éste o el que allí mandara, en tal contexto debió centrar la disputa no en la elección nacional, perdida de calle, sino en 20 frentes de batalla y entender que el crecimiento de Anaya sería a costa del rival principal. El resultado hubiera sido el triunfo de López Obrador, sin mayoría en el Congreso y sin barrer en las elecciones locales concurrentes.
Los partidos requieren de candidatos presidenciales competitivos. Hacerlo de manera exclusiva es lo más rentable si se trata de elevar el porcentaje de votos y con ello la presencia parlamentaria. Seguramente es el escenario que ve Dante Delgado. Más aún, en una coalición con un candidato fuerte se pueden asegurar triunfos de mayoría relativa, pero no un porcentaje de votos elevado, como le sucedió al PES y PT en 2018.
La oposición unida puede ganar la elección presidencial y también lograr el regreso de la pluralidad. Si no se lograra la unidad y la oposición presenta dos candidatos competitivos, el segundo objetivo sería alcanzable. La pregunta es si hay esos dos candidatos. Por lo pronto, el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio lo es. Dante asume que es su candidato; pero, incluso podría postular a Ebrard si decidiera estar en la boleta. En términos de estrategia, tres candidatos fuertes disminuyen el umbral de victoria, tan bajo como 36% de los votos, y eso hace posible que cualquiera pudiera ganar la presidencia; más aún, con un poder repartido en el Congreso y en las elecciones locales concurrentes.
La tercera vía es consecuente con planteamientos disruptivos que vuelquen el estado de cosas. Las elecciones recientes no expresan la rebelión ciudadana de las zonas densamente pobladas. Allí el descontento alcanza también a Morena y a López Obrador. Por eso, en 2021 no alcanzó mayoría en la Cámara de Diputados. Un candidato disruptivo para 2024, con una narrativa creíble y que conecte con los votantes tiene el potencial de ganar la contienda, con mayores posibilidades de éxito con coalición.
Los partidos por su parte, incluyendo Morena, deberán examinarse no solo frente a los resultados de las elecciones recientes, sino ante el desafío que se les avecina. Para el partido en el poder la confianza que acompaña el triunfalismo es su mayor veneno; para los de la oposición, no entender que el descontento es la oportunidad, pero también el mayor reto porque son parte de lo que no se quiere.