Indicador Político
Deuda y costo político
Ante los estragos de la actual pandemia, las instituciones comienzan a acentuar al interior una crisis económica y logística.
Los hospitales de los sistemas de salud federales y estatales, difícilmente están preparados para el escenario catastrófico al que estamos entrando. Decenas de miles de contagiados de Covid 19, miles de ellos de gravedad que requieren atención especializada y cuidados intensivos, significan necesariamente un gasto en equipo médico, material y humano, para mantener a la población atendida.
El Gobierno Federal puede darse el lujo de decir no contrataremos deuda, mientras adquiere ventiladores tres veces más caros, cortesía de la 4T y el hijo de Manuel Bartlett, pero los estados no. El Gobierno Federal no contratará deuda. No está dispuesto a asumir ese costo político a sabiendas de que los gobernadores, al verse rebasados por la situación, necesitarán sobrevivir políticamente y generar un entorno que en primer lugar, supla las carencias de las clínicas y hospitales en cada estado para equipar los existentes y adaptar espacios como hospitales provisionales. Eso requiere dinero. Dinero que Lopez Obrador no está dispuesto a aportar reorientando participaciones federales.
Después de las dolorosas muertes vendrá la tarea de reactivar la economía. No se trata de salvar a los grandes empresarios de la quiebra, se trata de reactivar la economía basada en las micro, pequeñas y medianas empresas, el comercio, el turismo; pensando en los millones de mexicanos y mexicanas que dependen del consumo para sustentar sus empleos y sus ingresos. Ser empresario no es sinónimo de ser millonario, como ser político no debe ser equiparable a ser corrupto por definición.
Así pues, la sobrevivencia de los enfermos y la reactivación del aparato laboral y empresarial, estará en manos de cada estado y dependerá de su propia realidad sortear la situación.
La deuda no es un capricho, en países en vías de desarrollo se convierte en una de las pocas opciones para evitar una catástrofe aún mayor que lacere el ya de por sí deteriorado tejido social. ¿O acaso el hambre se mitigará con discursos ante la falta de empleo?
Así pues, los días venideros ubicarán a cada estado en su realidad, y no considero prudente satanizar apriori el uso de un empréstito, antes de conocer la realidad que nos rodea. Lo que sí considero firmemente debe hacerse, es tener claridad sobre cómo se aplicarán los recursos y cómo beneficiarán a las cadenas productivas y consecuentemente a los segmentos más vulnerables de la población.
A grandes males, grandes remedios