Indicador Político
Conocer y escuchar de cerca a setenta escritores, no es cualquier cosa. Eso pasó en Sonora, un estado de belleza abrupta, de climas extremos, con uno de los más grandes desiertos del país, que en un tiempo fue calificado de ausente de creatividad, En otro sentido, escuchar tantas voces en el 19 Festival de la palabra, hubiera sido pasar las páginas de un libro en tres días. Después vino un reconocimiento que me hicieron por 65 años de escritura. Las autobiografías no son sino parte de la historia que vive el mundo. Un caminar de lo que fue surgiendo y se reflejaba en nuestro propio cuerpo y en la mente. Lo acabamos de recordar con gran crudeza en los sucesos del 68. Del periodismo y la escritura que se colaban en diferentes expresiones, se puede escribir una historia que se aceleró a nuestra vista, cuando fueron levantadas las enormes rotativas, los linotipos fueron en su mayoría guardados y el papel revolución que usó Jack Kerouac para escribir en El camino, cedió al primer aparato de computación. Cuatro rotativas me acuñaron y la última fue la de Unomásuno que yacía al final triste y abandonada abajo de una sala de redacción abierta, en la que ya se aposentaban en los escritorios, modernos aparatos que suplían las máquinas de escribir.
Casi diez horas diarias durante tres días fueron para escuchar desde todas las perspectivas contempladas, la voz de los escritores. Incluso ver a un joven sordomudo Enrique Pereda, lanzando el lenguaje de sus manos, extraordinariamente interpretado por su acompañante Nidia Irazema Gracia Ramírez. Fue el más aplaudido. Pero todos mostrando su intimidad para dar a conocer historias, poemas, ocurrencias, sucesos o para describir un hecho, una causa o una historia no escrita, para ofrecerla. Estuvo ahí la crema y nata de los intelectuales sonorenses, sin que la autoridad cultural que se ejerce desde el Instituto Sonorense de Cultura, estuviera presente. Pero fue irrelevante para los que querían dar a conocer sus creaciones. Conté 46 escritores y escritoras y alrededor de 25 comentaristas y moderadores, escritores y poetas también éstos últimos. Hubo un diálogo muy interesante sobre la literatura infantil de parte de las escritoras Esther Gracida y Margoth Corrales y hubo dramatizaciones y entrevistas muy completas como la que protagonizaron Víctor Maximiliano Cervantes y Nayheli Angélica Álvarez, sobre la familia porfiriana. Y rostros conocidos en los medios, sin demérito de los demás, como Silvia Manríquez, Ernesto García Núñez, Juan Manz, Gloria Barragán, José Terán, Federico Corral que celebró los 25 años de su famosa editorial Tinta Nueva, Mayra Paredes, Maritza Rivera, Javier Santoyo, Hiram Pacheco, Rosy Paláu, Míriam Vivian, Alba Brenda Méndez, Alejandro Lámbarry, Roberto Corella, entre otros. Y yo nombrada miembro honorario.
En el país se realizan alrededor de mil ferias en el año, que pueden tener como nombre festivales y ser de diferentes expresiones aunque predominan las de libros. En uno de los datos oficiales recabados se habla de 177 sectores que organizan en 67 ciudades de México esas ferias, lo que expresa de una manera importante, el desarrollo cultural que ha habido en el país. El tipo de festival como el mencionado tiende a crecer. La experiencia escrita se agiganta y se expresa, aunque muchas veces solo sea por las redes. En mi caso llevé mis doce libros y presenté Cartas a un lector cercano con alrededor de 70 cartas enviadas a El Correo Ilustrado de la Jornada. Pero ellos, gentilmente presididos por la escritora Blanca Rosa López, partieron más bien del tiempo del trabajo cotidiano de una periodista y escritora y lo más cercano, el paisanaje. Blanca, hermosa mujer como la mayoría de las norteñas, me hizo entrega de una bella escultura del escultor afamado en el norte, Oscar Cedillo, autor, entre otras famosa esculturas, nada menos que la del gran poeta de Sonora Abigael Bohórquez. La he tomado en su peso como el reflejo de una vida que concentra la historia de muchos años, historia en la que solo soy, como todos, un punto en el mundo. Punto que contradictoriamente, puede ser el mundo entero desde la perspectiva de un ser humano.