Indicador Político
Teresa Gil
Por lo visto, como dijo públicamente el ex presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Luis María Aguilar Morales, los mandaderos de ese tribunal siguen creciendo. Ahora no solo son empleados, sino que asumen el papel de protestantes de apoyo, como simples lúmpen, en vilo de las peticiones del más alto nivel, la ministra Norma Piña. Las suspicacias no son infundadas sobre un aparato tan impresionante que es nada menos que uno de los tres integrantes del estado. El único que no ha sido electo por el pueblo y que desde esa perspectiva, dado que es poder, tiene un nivel preferente en relación con los demás. Sus miembros, casi siempre señalados por el dedo del poder, algunos sin méritos suficientes, jamás han pasado por una urna, pese a que contiene al Tribunal Electoral que califica y sanciona las elecciones. Lo más absurdo. Pese a ello tienen en sus manos el más grande y abusivo poder en relación a los otros dos poderes: la definitividad de las sentencias con la que hacen y deshacen como lo hemos visto en los últimos años. Es un valor entregado por grandes teóricos que fincaron la división de poderes, para personajes de muy alta calidad moral, cosa que se ve poco en ese poder, actualmente. La propuesta de que ese sector sea electo por el pueblo, igualaría en cierta forma la situación, porque así será sujeto a inspección y señalamiento por la propia ciudadanía. Actualmente, hasta personas como la señora Piña que no tienen un curriculum relevante y de obras fundamentales, pueden acceder a puestos tan importantes como es la Presidencia de la Suprema Corte.
Los últimos meses han sido prolijos en mostrar al Poder Judicial de la Federación, como un instrumento no solo de venganza contra los otros dos poderes, sino contra el pueblo mismo. Solo hay que revisar las muchas resoluciones que han dado los jueces, magistrados y la propia Suprema Corte, en contra en su mayoría de los anhelos de justicia de los ciudadanos. Liberación a delincuentes, soltura de capitales sospechosos, enfrentamiento a los casos probados de la Fiscalía, etcétera, es lo que vemos. En este tiempo, esos casos han sido a montón ante la divergencia con el ejecutivo. Ya no digamos en los muchos inferiores que se manejan en zonas proclives a la compra, el chantaje y la amenaza. Se recuerda que cuando fue presidente de la Corte Luis María Aguilar Morales (Enero 2015-diciembre 2018), se refirió a un entorno proclive a la sumisión, como ahora con los propios empleados que salen a protestar porque le ponen freno a su poder quitándole 13 fideicomisos. Al desgranar frases ante impartidores de justicia, quizá para salir al paso del descrédito en que se sumía el Poder Judicial ya desde entonces, con notables excepciones, Aguilar Morales expresó: Los jueces que no son independientes, se convierten “en simples escribientes o mandaderos de alguien”, en la inauguración del encuentro de la Asociación Mexicana de Impartidores de Justicia ¿Fue un mensaje directo, lo hizo al tanteo o había en realidad una preocupación interna ante las críticas que ya se recibían desde aquel momento, en sentido contrario a lo que sucede ahora. Los inferiores estaban siendo coptados por el ejecutivo de aquel sexenio. Ahora los mandaderos de que hablaba Aguilar Morales, los crearon ellos mismos, los ministros, los que utilizan a sus inferiores de la judicatura incluyendo empleados, para lanzarlos contra el ejecutivo actual, que los critica. Quizá en algunos sectores de ese cuerpo – donde ha habido destacados juristas y desde luego personas de una importante trayectoria, conocimiento y dignidad-, hay una gran resistencia a ser catalogados como meros mandaderos o gatos de un poder como cuando Aguilar Morales fue presidente de la Corte. Esta, que está demostrando no cumplir con la alta función que se le ha dado, se topa con un momento de cambio , mientras se enfrenta, moviliza a su gente, interfiere actividades en el país y se comporta con la beligerancia de la derecha. Si no se hace un cambio a la mayor brevedad, perderemos todos.
La corte del último recurso fue un interesante proyecto que echó a andar con otros penalistas el abogado Erle Stanley Gardner, mejor conocido como el gran novelista de relatos y novelas policíacas, de los que publicó más de 700 narraciones, entre ellas 127 novelas, con un amplio número de seudónimos. Es el creador del abogado penalista Perry Mason que mantuvo espectante a los televidentes, tras lo enigmas que descubría el actor canadiense Raymond Burr. El proyecto de la corte buscaba reparar errores judiciales cometidos en personas inocentes, proyecto que debería de crearse en nuestro país, con tanta injusticia legal. Los títulos de sus narraciones eran muy ingeniosos, con jueces que lanzaban enormes parlamentos en juicios orales, llevados de la pericia del experimentado penalista que era Gardner. En El caso del gatito imprudente ( Ediciones Orbis S.A. 1986), todo el misterio se centra en un felino, cuya conducta hace que Mason resuelva el crimen. Hay en la novela una maraña de muertes, suplantaciones e intereses, que al ser resueltos por Mason, éste deja desarmados a fiscales, policías y jueces. Gardner llamado el gran maestro del misterio, era un sabio, con conocimientos de geología, zoología marina, medicina forense, arqueología, historia natural, fotografía, entre muchas disciplinas. Pero siempre luchó por otorgar justicia en contra de los que olvidando su papel de verdaderos jueces, se convertían en mandaderos de alguien.