
Descomplicado
Agresión de Trump a nuestro tomate ancestral
El término náhuatl del que se derivan los nombres tomate y jitomate, evidencia sin ninguna duda el origen de esos frutos, que se consideran verduras, en las tierras mexicanas. Los utilizaban los aztecas. Por eso es un golpe bajo, imperdonable, que Donald Trump se haya ensañado en ese fruto para golpear nuestra economía, como si lo hiciera en contra de nuestros orígenes. Está en nuestra tierra hace más de 2 mil 600 años, según investigaciones. Estados Unidos le acaba de fijar una cuota compensatoria de 20.91 por ciento a empezar a cobrarse dentro de tres meses, golpeando de esa manera la exportación mexicana. De México es el 90 por ciento de la producción que se consume en aquel país y por tanto, un producto de nuestra tierra está a diario en las mesas del país del norte. De acuerdo a fuentes presidenciales de cada 10 jitomates que se consumen en Estados Unidos, seis son de México y no hay sustitución para esa verdura. Hay que preguntárselo en todo caso a los italianos, que tienen prioridad en el rojo producto de origen mexicano, para sus salsas.
NUESTRO NOMBRE ANCESTRAL, NÁHUALT DE LOS AZTECAS, EN LOS JITOMATES
Es común que algunos países sudamericanos se quieran apropiar de ese fruto como del aguacate y el chocolate (derivado del cacao), conocidos en el mundo con ese nombre, por un falso orgullo que no conduce a nada, dado que todos esos satisfactores se producen en casi todo el mundo actualmente. Su presencia ya es universal. En los estudios más antiguos sobre esas plantas, se presume que el jitomate y otros derivados de nombre parecido incluido el tomate verde, se localizaban en México, ya como parte del consumo. A la llegada de los españoles su utilización ya era general y se cree que fue Hernán Cortés el que lo llevó por primera vez a España. Italia es uno de los países que tiene gran dependencia de esa verdura, para sus salsas de espagueti, pero es insustituible en la industria para productos que llevan ese sello. En México se consume de muchas formas pero principalmente para la famosa salsa mexicana que se ha querido robar Perú. Parece una broma, pero no lo es, pero hay cosas que por pequeñas que sean, concentran el valor a un ser humano ¿qué hubiera sido por ejemplo ante la carestía de un pedazo de pan en la edad media, en la ausencia del dulce a un niño, una vela en la oscuridad de un campo, o el vaso con agua a un sediento? Miles de cosas significan lo mismo. Y en el caso del tomate, gravado de la manera más inicua por Donald Trump, coloca al país en una situación tan absurda, como si parte de sus orígenes estuvieran censurados, como si el tomate, el pequeño rey que conquistó al mundo, fuera derrocado de un puntapié. No es la primera vez que eso sucede y son los agricultores de Florida, los que ponen lo oscuro en las negociaciones.
EL NORTE HA SIDO BALUARTE TOMATERO, PRIMORDIALMENTE
Sonora y Sinaloa han sido grandes productores de ese fruto. Yo viví en mi infancia en un campo tomatero en Sonora cerca de Cajeme, llamado Costa Rica, cuyo dueño era el agricultor Rafael Pablos. Había ahí grandes centros de empaque en los que utilizaban de manera muy selectiva a mujeres, para llenar las cajas. Si dichas empleadas no tenían las manos finas no eran contratadas porque podían lesionar el tomate. Sobre eso escribí en una crónica que publicó el diario Unomásuno en 1981, a la llegada del embajador John Gavin, de desagradable recuerdo, que era sobrino de Pablos y solía visitar el campo. Como ahora, la gran mayoría de la producción, se iba a Estados Unidos. Lo mismo ocurría en los campos sinaloenses en los que hice reportajes sobre la cosecha de tomate y pimiento en 1979 para la revista Interviú, para denunciar el trato que sufrían los campesinos que recogían esas cosechas. La producción de tomate y otros productos similares, permanentemente exportados por México, son parte también de la explotación del trabajador del campo, en nuestro país.
Teresa Gil