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Febrero loco y el tamal, pan sagrado de un maíz importado
Nuestro cereal el maíz y la propuesta actual en torno a la ley eléctrica, parecen estar presentes de alguna manera en la festividad popular de la Candelaria, el 2 de febrero. La gran dependencia que ha crecido en la importación del maíz y la urgencia de este gobierno por absorber para la nación la explotación del fluido, pueden relacionarse a nivel coloquial, con los tamales asegurados y la luz que se simboliza en una imagen religiosa que significa luz.
Las cifras del maíz que importamos no causa aún desasosiego, porque a la gran población esa carencia no le llega a lo más necesario. Según Inegi, en 2021 se importaron el equivalente a 15 mil millones de dólares en granos, de los cuales más de 5 mil millones de esos dólares fueron para comprar maíz. Un cereal originario de México.
Todavía hay para tortillas y maíz para el atole y sobre todo para ese pan envuelto en hojas que se llama tamal y que estos días será el manjar exquisito que se degustará. Que lejos estamos de aquellos orígenes del maíz que algunos expertos señalan en Guerrero, cereal que nos dieron como una bendición nuestros dioses, el cereal más prolífico en usos, en degustaciones y preferencias.
Es cierto que el trigo exhibido desde las profundidades bíblicas, pero mucho más antiguo, se enseñoreó en grandes culturas como lo hizo el arroz en el oriente, pero el maíz ahí estaba modesto en su mazorca, hasta que los malandrines capitalistas lo descubrieron. Ahora desfila con prosapia por las grandes mesas y en las grandes industrias, nada menos que la Kellog’s, que se adueñó de él para convertir su industria en uno de los grandes capitales.
En una vieja película Arnold Schwarzenegger soñaba con resucitar en su ficción, para ir a Los Ángeles a comer esa ricura de tacos dorados que hacen los gringos, herencia de los mexicanos, mucho antes de que nuestros migrantes difundieran el tamal; una creación milenaria de nuestros ancestros. Resulta entonces, muy raro que la Candelaria como festividad religiosa que se extiende hasta la edad media, tenga en México como una característica, la fiesta del tamal.
EL TAMAL APORTE MEXICANO, DIFUNDE COSTUMBRES Y VALORES DE PUEBLOS
Ese sencillo envoltorio de masa y relleno que es tan común en México, no se queda solo en la saciedad diaria de miles que pasan a comerse el tamal con atole cuando se dirigen a sus actividades. Es un aporte de gran interés no solo culinario, sino sociológico.
A partir suyo, se identifican pueblos y gustos, pero además se difunden valores y nutrimientos obtenidos de plantas, frutas y carnes diversas, que se alojan en el centro de ese envoltorio.
Exacerba la creatividad y diversifica las formas, con el uso del plátano, hoja santa, chaya, frijol yorimuni, y todas las plantas que son de uso común en pueblos. El tamal es fuente de trabajo, de placer, de nutrimiento, pero además se convierte en un estímulo a la amistad y al convivio y se extiende como símbolo de amistad a otros pueblos.
Yo recuerdo que allá a principios de los ochenta del siglo pasado, iba muy girita a comer nicatamales en las esquinas de algunas calles de Managua. No eran, como en general lo son, simples bocados que se usan en variedad para una comida o como acompañamiento.
Eran en ese país centroamericano por su enorme tamaño, ¡la comida!. Enormes envoltorios en masa con ricas viandas en su interior. Igual sucede más arribita en Sudamérica. En México cada estado tiene su especialidad y los norteños son famosos por ese amarre doble, que mi madre, como sinaloense que era, les imponía triple nudo para señalar el tipo de tamal que era.
Ese tamal norteño tiene cierta característica del NicatamaL porque está repleto de mucha carne y se hace con dos hojas con cubierta de masa, que sostienen muy bien el relleno.
¿COMERÁ TAMALITOS EL NIÑOPA, CREACIÓN MEXICANA DE SANTO?
La festividad que en Xochimilco organizan a su santo el Niñopa, desde luego tiene tamales en su realización. Esa festividad nativa que tardíamente la iglesia católica se apoderó, se festeja en otras fechas, pero el 2 de febrero también relumbra como todos los muñecos de bello rostro que los mercados y tiendas especiales visten de la manera artesanal y artística en muchos casos.
Con la pandemia aunque no hay restricción, pero si menos ingresos, uno se pregunta si los miles y miles de santitos de todos los tamaños saldrán de los anaqueles o mesas en las que están exhibidos para su venta. Un muñiequito del tamaño de un dedo costaba en el mercado de Mixocac 20 pesos, pero los había de todos los tamaños. Surgida la celebración o costumbre de aquella presentación que solían hacen las monjas en la edad media en ciertos ritos religiosos, con vestidos especiales, en México se empezó a difundir y fue creciendo hasta el momento actual.
Rara combinación entre un angelito de barro, vestido por lo general de blanco, con un plato de tamales, que difieren entre la santidad y la fiesta golosa, pero que juntos conviven por obra de una virgen, la Candelaria, que promueve la luz.
Teresa Gil