Indicador Político
La infancia, botín de armadoras Y en CDMX, fin a castigos
Mientras México tiene en proceso una denuncia contra las armadoras estadounidenses, una de ellas la empresa WEEI Tactical anuncia un modelo de rifle para uso de niños. La justificación a su lanzamiento, la cifran en el uso del artefacto para deportes de tiroteos. Pero la información al respecto omite que solo el año anterior murieron en ese país 45 mil personas por armas de fuego de los cuales mil 500 fueron menores.
Mientras esa noticia rechazada en medios y sectores ciudadanos se yergue como un contrasentido a la paz y al respeto de menores, se lanza la proclama reiterativa de la invasión rusa a Ucrania, de parte de su presidente Joe Biden.
El mandatario recalca a diestra y siniestra esa presunta invasión que desde luego avizora el uso armamentista de la potencia del norte. Que los niños usen armas y se acepte, es un entrenamiento que se deja al buen entendedor. Los niños también han sido noticia en estos días, pero de otro tipo. El Congreso de la CDMX abordó el asunto desde la perspectiva de un desarrollo sin golpes, ni humillaciones.
Tardó un poco el legislativo capitalino porque la reforma a la Ley General de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes y el Código Penal Federal, se realizó a fines del 2020 a nivel federal, para imponer en la misma la ausencia de castigos y tratos despectivos en los menores.
En informes de 2018, la capital estaba integrada a los estados que consideraban atenuante aplicar castigos. La información capitalina en medios, destaca que al menos el 60 por ciento de los menores han sufrido agresiones de parte de sus padres, familiares y maestros en lo que se ha llamado el “derecho a corregir”.
Con la pandemia se han recrudecido esas agresiones por el enclaustramiento y se ha llegado a casos graves, incluso de muertes de niños, muchos por intervención de padrastros o familiares que suelen ocultar las madres o esos mismos parientes.
PADRES Y MAESTROS SE DIERON VUELO POR SIGLOS DESCARGANDO GOLPES
Herencia del patriarcado que extendía a los hombres la prioridad de castigar no solo a los menores, sino a sus mujeres, creó la cápitis diminutio la que ya hemos mencionado en otra ocasión, para definir en leyes la situación de menoscabo de mujeres y niñas. Los golpes fueron la constante de las familias por siglos.
La gran mayoría sufrimos palizas y empujones y algunos dimos coscorrones y regaños a nuestros hijos, avalados por una larga costumbre que las propias iglesias consentían.
Las leyes fueron generosas con los golpeadores y todos los códigos y leyes sin excepción en nuestro país, daban vía libre a los castigos también consecuentes en la sociedad. Había y todavía los hay en normas vigentes, párrafos incluso que avalaban o disminuían castigos cuando según sus redacciones, los progenitores o responsables, habían sido víctimas de cólera. La capital no fue la excepción hasta hace poco, pero las dos entidades que están signadas por haber avalado completamente las golpizas, son Sonora e Hidalgo.
Con razón en mi entidad, yo fui una de las que tuvo que saltar y bailar a menudo, para evitar que el chicote de cuero crudo se estrellara sobre mis piernas.
LARGAS HISTORIAS SOBRE PALIZAS E HIPOCRESÍA ANTE EL BULLYING
Aunque tardíamente, los golpes y reprimendas autorizados, empezaron a ser motivo de preocupación. Todavía se ven en las redes, imágenes que justifican los tratos severos, como dicen y en la vida real se escucha a víctimas de aquellas sanciones que las agradecen porque por ellas se hicieron adultos plenos. Cosa absurda.
El descubrimiento (aunque miles de años después) del bullying, en las escuelas, fijó una postura en los padres de familia que quizá les abrió los ojos o quisieron volcar sobre los culpables lo que habían hecho a sus propios hijos.
Tardíamente como dije arriba, algunas entidades vuelven los ojos también a esa costumbre denigrante y de paso dan elementos para vigilar ataques similares en las escuelas. Muchas novelas y cuentos infantiles comienzan con la fuga de niños por los malos tratos en sus casas.
Por lo general esa maldad venía de padrastros, madrastras o malos hermanos. Siempre me llamó la atención una escena de castigo a mediados del siglo XIX en el libro La dama de Blanco de Wilkie Collins (Alianza Editorial 2020) en Inglaterra ( esos casos se encuentran en similitud en obras de Charles Dickens y en OliverTwist, por ejemplo, en donde los malos tratos vienen de explotadores de niños).
En la novela de Collins, un niño cuenta ante la maestra y el grupo, que había visto por la noche un fantasma blanco. Este no era otro que el mismo personaje de la novela que se vestía de ese color. Indignada, la maestra lo tilda de mentiroso, lo expone al grupo y tras ponerle orejas de burro, lo coloca en un rincón castigado por todo el día. Más de siglo y medio después, las orejas de burro de vez en cuando aparecen.
Y no precisamente donde deberían estar.
Teresa Gil