
¿Rebelión en la granja?
MÉRIDA, Yuc., 17 de agosto de 2025.- “Con afecto y agradecimiento por el homenaje que me brindó en este libro, a mi entrañable y gran amigo, compañero de mi vida y de mi historia, y de grandes aventuras y hazañas de trabajo”. Es la dedicatoria que don Isidro Avila Villacís escribió a puño y letra en un libro que me entregó aquella mañana del 18 de diciembre de 2009 cuando me visitó en mi oficina. Era un ejemplar de mi primer libro, en libro que escribí en mis últimos días en el Diario de Yucatán y que el propio periódico había editado.
Si alguien me preguntara de mi relación con don Isidro, repetiría yo una y mil veces sus palabras. Durante 31 años trabajamos juntos, fuimos compañeros de vida, de historia, de grandes aventuras y hazañas. Juntos escapamos por techos y calles de turbas estudiantiles o de campesinos enojados con el Diario, juntos recorrimos los salones del Club Campestre en noches de gala, rezamos en la Santa Iglesia Cateral y pasamos 15 días en Cancún cubriendo el “Dialogo Norte Sur”, donde compartimos habitación y bebida: ahí le obsequié, a cuenta del periódico, su botella de “Disaronno”, una bebida italiana de amareto que tanto le gustó.
Don Isidro Avila, el periodista y caballero de la cámara, falleció a las 3 de la tarde de hoy, tras breve dolencia. No llevaré flores a su tumba y mi oración la resumiré es una sóla palabra: Gracias. Isidro Avila fue modelo de responsabilidad, entrega, ingenio y profesionalismo pero, sobre todo, fue mi maestro, como lo fue de muchas generaciones a quienes nos enseñaba día con día el respecto, la empatía, la generosidad en toda su extensión, la caridad y calidad humana. Gracias don Is.
Habrá tiempo, si Dios nos lo permite, de recordar tu paso por el deporte a través de tu cámara narrando las pelas de Miguel Canto, Lupe Madera y Guty Espadas, o la inauguración del parque Kukulkán o el campeonato de Los Leones; tus peripecias para cubrir las visitas y giras de los Reyes de Belgica, de las princesas Margarita y Beatriz o bien de Jacqueline Kennedy, de los príncipes de Monaco o los reyes de España.
Espacio nos hará falta, amigo Isi. En estos momentos de tristes recuerdos, me parece verte junto al destruido avión en el que murió Pedro Infante, o entre los cadáveres y heridos de la Plaza de Toros al cierre de aquella campaña electoral priísta, o luchando contra viento y marea para obtener buenas fotos del huracán Inés, del Beulah o de Gilberto. Te aseguro que si decides contarle tu vida a San Pedro, ahora que llegues al cielo, te quedarás permanentemente en la puerta y habrá quienes prefieran quedarte a oírte que entrar a disfrutar del cántico angelical.
Amigo y compañero: No sé cuánto tiempo me falte para devolverte aquella visita a mi oficina, pero de algo estoy seguro: te llevas como equipaje mi cariño y agradecimiento eterno, como también, estoy seguro, el de cientos de compañeros de trabajo y miles de personas que te conocieron y trataron, sobre todo esos cientos de niñas que gracias a ti presumen las fotos de su boda. Sólo, quizá, no te haya querido mucho aquel umpire de segunda base que cantó “safe” y al día siguiente el Diario publicó tu foto en la que veía clarito el out.
Isidro, amigo y compañero de trabajo y aventura, espero sigamos en contacto y que Dios Nuestro Señor ya esté disfrutanto de tu presencia allá en el alto cielo.