Indicador Político
En la provincia Perugia, en la región de Umbría, en el centro de Italia, existe una villa llamada Cerreto. Durante la Edad Media, dicho lugar adquirió una fama especial porque existían curanderos y brujos qué empezaron a crear una red de distribución de pociones brebajes y medicinas a través de mercaderes ambulantes que recorrían la región y después el país. A dichos comerciantes se les conocía como cerretanos. Probablemente, la medicina tradicional de la época y la zona tuviera algunos aciertos, sobre todo con la herbolaria que por generaciones ya era conocida en Europa y aun en nuestros días sigue siendo fuente de salud. Pero con el afán de ganar más dinero, sin importar la calidad o certeza de dichos medicamentos, los cerretanos ambulantes comenzaron a vender sus productos cada vez prometiendo más y con menos sustancias reales. El cerretanos se volvió más afilado en su labia qué en producir remedios útiles. Llegaban a una localidad o población y pregonaban sus mercancías, la mayoría de las veces engañando a los clientes y pacientes prometiendo remedios para todo, invocando poderes sobrenaturales y divinos qué las personas simples no podían ni se atrevían a cuestionar, la fe era la palanca definitiva qué reforzaba el engaño de estos vendedores. Y como eran ambulantes se retiraban antes de que los clientes pudieran comprobar si lo que habían comprado era o no medicina. De todos modos, si volvían o los alcanzaban y el remedio no había funcionado, ellos repartían la culpa entre poderes místicos, la falta de fe del paciente o la voluntad divina.
La palabra cerretano se empezó a aplicar a todos los ambulantes, aunque no fueran originales de esa villa. Dado que la herramienta principal del cerretano era la palabra, se fusionó el verbo ciarlare (charlar o cotillear en italiano) con el gentilicio quedando como ciarlatano, y de inmediato tomó un sentido despectivo y negativo.
Bordeando el Mediterráneo llegó hasta Francia y después a España con el mismo vocablo en los dos idiomas: charlatán.
Hoy en día se sigue utilizando este epíteto para aquellos que con su plática manipuladora, insidiosa, apelando a causas inexplicables y con fundamentos dudosos, pretende vender algo a las masas prometiendo efectos y resultados qué ante un análisis minucioso o incluso a ojos vista resultan imposibles o completamente diferentes a los que en realidad terminan por ocurrir.
Lo siguiente que debería escribir en este texto, lo puede usted leer en el cartón, qué aunque entristece ello a este monero, contiene una explicación en sí mismo para que usted la lea (Acusó de recibido los amables comentarios críticos que le han hecho a este monero en pos de que no utilice tantas palabras en su cartón, pero este concepto del charlatán en la silla presidencial sí requiere una explicación porque el común denominador del chairo pejelovers es que no entiende porque en la fe en el icono que representa el cabecita de algodón, parece pecado que se ha cuestionado).
Pero ahí tienen ustedes, otra vez nos la va a volver a hacer, tal como lo hizo con el caso del juicio a los ex presidentes y la rifa del avión. En el caso de la encuesta sobre el juicio de los ex presidentes el pueblo volcó su desdén y coraje en unas papeletas qué eran innecesarias. La pregunta real se simplifica en ¿está usted de acuerdo qué el sistema judicial haga su trabajo? Y como todos sabemos no necesitamos qué nos consulten. Si hay algo que pueda hacer el poder judicial y las fiscalías ya debería de estar hecho. Pero pasando ya a la segunda mitad de su sexenio, nada ha cambiado sobre el tema. Y parecido sucede con el tema del avión presidencial el cual no podía ser entregado a un particular porque la ley no lo permite y de todos modos el realizó una rifa la cual era exactamente como cualquier otro sorteo de la lotería nacional en los cuales el ciudadano puede intentar ganar un premio monetario, no se rifó ningún avión. Y el avión presidencial sigue tres años después encerrado en un hangar sin ser utilizado y costándonos su mantenimiento de todos modos. Pero el ciudadano bobo fue y compró su boleto orgullosamente, para que al final las cosas siguieran igual. Por supuesto que el gobierno tuvo que erogar una cantidad de dinero para hacer la impresión de los boletos y promover dicha rifa.
Y se viene otro engaño más, en el que está convocando a los ciudadanos a responder si quieren que continúe en el mandato o no. Por supuesto que quién voto por él, si acude a esa urna volverá a decir que si quiere que continúe gobernando, mientras que cualquier ciudadano contrario podrá ir a elegir una opción negativa, pidiendo que Andrés Manuel deje el cargo, cosa que no va a hacer por voluntad propia y la ley tampoco lo puede obligar, aun cuando fueran 30 millones de votos qué revocarán su mandato. Así que nada, el poder ejecutivo y el poder judicial han obligado al Instituto Nacional Electoral a gastar millones de su presupuesto, que ya de por ha sido muy recortado, en esta encuesta disfrazada de plebiscito, qué como hemos dicho no tiene ningún efecto revocatorio.
Otra vez nos está vendiendo un brebaje falso, y está a la vista de todos. En opinión de este monero debemos demostrar nuestra inconformidad con este ridículo ejercicio no asistiendo y promoviendo entre nuestros familiares, amigos y vecinos el rechazo a este ejercicio, y mejor hacer la cuenta regresiva de los días que faltan para que, por fin y por ley, se largue de una vez por todas de la silla presidencial de forma legítima e indiscutible, silla a dónde llegó solo para encumbrarse lo suficiente para ser escuchado y lavarle el cerebro a las masas sedientas de milagrería y que hoy no pueden o no quieren ver qué el actual régimen resultó tan malo como los anteriores, claro que malo en forma diferente, pero malo. Ojalá y al menos eso lo concedieran los chairos.