
Democracia asesinada
Los países más afectados por la decisión de Donald Trump de modificar radicalmente la relación comercial de Estados Unidos no son sus enemigos, sino sus amigos, aliados históricos y principales socios. También China se ha visto impactada, aunque ese país ha diversificado sus exportaciones e importaciones, y en una guerra comercial declarada tiene menos que perder porque suministra recursos y materiales indispensables para los norteamericanos. Todos, en mayor o menor medida, sufren consecuencias, sobre todo, el país que más consume: Estados Unidos. China, su principal rival comercial y militar, no enfrenta la presión de los mercados, la opinión pública o las elecciones. Por eso, las autoridades chinas esperan con paciencia ver el cuerpo de su enemigo pasar.
Trump ha sido especialmente duro con sus aliados, porque no valora las alianzas ni los compromisos. No entiende que el poder se basa en el liderazgo moral y el cultural, no solo en la fuerza militar o económica. Según su visión, todos se han aprovechado de EE.UU., siendo el déficit comercial la medida. Esa lectura, ignorante y reduccionista, convierte a México y Canadá en “enemigos”, sin importar los beneficios que la economía estadounidense obtiene del comercio con ellos, ni lo que aporta la fuerza laboral de los indocumentados. Buena parte del déficit existe porque empresas norteamericanas pueden competir globalmente gracias a los bajos costos de producción en países como México, especialmente en sectores como la industria automotriz.
México, sin embargo, no puede hacer lo mismo que Canadá. Su dependencia es más profunda y estructural, además por razones propias tenemos una situación mucho más comprometida. Cierto, la presidenta Sheinbaum cuenta con un apoyo amplio y ejerce un control político firme, propio de la autocracia. La opinión pública no pesa; la publicada, en su mayoría, está sometida. Las elecciones están lejanas y el control político permite prever un resultado favorable. La duda radica en si conservará la mayoría calificada en la Cámara de Diputados y si ganará todos los estados en competencia.
Mientras tanto, se toman decisiones que comprometen la legalidad y la soberanía nacional: el envío de presuntos criminales sin respetar las garantías constitucionales del procedimiento de extradición; la autorización de actividades de espionaje por una potencia extranjera en territorio mexicano; el despliegue de fuerzas militares en la frontera norte para contener los flujos migratorios, como exigencia directa del gobierno estadounidense.
Recientemente, México accedió de manera inmediata a entregar el agua solicitada por agricultores texanos, pese a la sequía y a los derechos establecidos en el acuerdo vigente. Trump elogia a la presidenta, pero daña a México. El supuesto alivio a los aranceles sobre exportaciones automotrices está lejos de ser una solución, además no detiene el verdadero objetivo: que las empresas se trasladen a EE.UU., de consecuencias devastadoras para México y Canadá. Trump ha fracasado en casi todo, salvo en frenar los flujos migratorios hacia su país, gracias al trabajo de las autoridades mexicanas. De ahí su benevolencia con la presidenta Sheinbaum, un agradecimiento que duele porque no es correspondido en decisiones que aliven la difícil situación de México y la incertidumbre que provoca.
En contraste a México, totalmente distinta la actitud de las autoridades canadienses. No han respondido con sumisión y no es por cálculos electorales —como algunos argumentan en México para justificar nuestra embarazosa posición. Tras su victoria electoral, el primer ministro canadiense, Mark Carney, dejó claro que la postura de su país hacia EE.UU. cambió. Afirma que representará a todos los canadienses, incluso a quienes no votaron por él, con el propósito de transformar la nación y reducir la dependencia de Estados Unidos. Le planta cara a Trump sin ambigüedad, y afirma que no permitirá que se apodere, de ninguna forma, del territorio y recursos canadienses y exige respeto. Está dispuesto a enfrentarlo con firmeza y sin sometimiento.
La realidad es que Canadá está en mejores condiciones que México para enfrentar las amenazas que Trump representa. No puede ignorarse que, para muchos en la política, la academia y la sociedad estadounidenses, México es visto como un problema serio. En parte por prejuicio, pero parte también es realidad. Lo que más lastima es la violencia que impera en vastas regiones del país y la impunidad que la acompaña, alimentada por la connivencia entre autoridades y crimen organizado. México sigue siendo un país pobre, desigual, corrupto, con instituciones muy débiles y ahora, con una democracia colapsada por el populismo y la destrucción, que comenzó en 2018, del régimen democrático.