Teléfono Rojo
Cuidado con morenizar a las Fuerzas Armadas, confianza ciudadana por autonomía ideológica institucional
• Lo peor que puede pasarle al Ejército y a la Marina es que los opositores a AMLO los vean al servicio de Morena y del proyecto ideológico de la Cuarta Transformación, no es su función.
Los Ejércitos en el mundo nunca han sido ni muy pulcros ni muy honrados, como quiere vendernos Andrés Manuel López Obrador el de México, con el propósito de justificar nuevas tareas por la incompetencia y corrupción de civiles. Ahora, la Sedena y la Semar son depositarios de los proyectos y encomiendas más delicadas de su gobierno.
En este juego pseudo moralista quedó atrapada la institución del general Luis Crescencio Sandoval y la del Almirante Rafael Ojeda Durán, invitados muy frecuentes a las conferencias de Palacio Nacional para afianzar la perversa estrategia con el mensaje implícito: “Miren, las Fuerzas Armadas son mías, de la Cuarta Transformación, no del Estado”.
Como todo proceso de seducción, primero recibieron estímulos laborales, después proyectos con grandes presupuestos como el aeropuerto de Santa Lucía, la construcción de miles de sucursales del Banco del Bienestar, de hospitales Covid, apoyos en programas sociales, mando en la Guardia Nacional y mucho más.
Esta estrategia de militarizar grandes sectores de la administración civil la inoculó el héroe de la Revolución Cubana Ramiro Valdés en la Venezuela de Hugo Chávez, y la continuó con Nicolás Maduro. Ahora un buen número de militares son ministros del gobierno, equivalente a Secretarios en México.
En esta mutación ha sido imposible para la oposición venezolana de Juan Guaidó echar fuera a Maduro, ya que derrocar a la dictadura implica derrocar a las Fuerzas Armadas Bolivarianas, y no le ha sido posible ni con los apoyos internacionales de Colombia, Brasil, Estados Unidos y muchos países de la OEA.
Otra historia es la de Bolivia que lo hizo a tiempo. La oposición encabezada por Janine Añez Chávez sacó a Evo Morales Ayma, refugiado en México por López Obrador y Marcelo Ebrard Casaubón, hasta ascendieron al piloto de la maniobra Miguel Eduardo Hernández, de General de Grupo a General de Ala.
En nuestro país hay distancia de esos escenarios, los ciudadanos tienen mucha confianza en las Fuerzas Armadas, ya que han mantenido una neutralidad estoica a la hora de las definiciones políticas, pero no lo duden, se irá menguando a medida que el verde olivo se acerque al magenta oficial de Morena.
Por ejemplo, la nueva especificación de colores del gobierno federal es el Pantone 7421, con mucha cercanía cromática al Pantone 1805 de Morena. No hay nada fortuito.
Sin darles respiro, los fines de semana López Obrador se hace escoltar en las reuniones de seguridad por el general Sandoval, el almirante Ojeda y el comandante de la Guardia Nacional Luis Rodríguez Bucio, y entre semana al menos dos días aparecen a su lado en Palacio Nacional, además de todas las madrugadoras reuniones de seguridad.
Peca de ingenuo quien piense que las reuniones a las 6 de la mañana es para conocer los detalles de la inseguridad, en los hechos del día a día cambian muy poco.
En el fondo está el fantasma del Golpe de Estado. El presidente habló insistentemente de él durante meses cuando se filtró la inconformidad del Ejército con el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.
Desde mayo hasta noviembre del 2019 se habló del tema. El 3 de noviembre López Obrador publicó en Facebook y Twitter: “¡Qué equivocados están los conservadores y sus halcones! Pudieron cometer la felonía de derrocar y asesinar a Madero, porque este hombre bueno, apóstol de la democracia, no supo, o las circunstancias no se lo permitieron, apoyarse en una base social que lo protegiera y lo respaldara”.
El 22 de octubre el general Carlos Gaytán Ochoa en un desayuno con mandos e integrantes de las Fuerzas Armadas manifestó que las decisiones del Presidente inquietan y eventualmente ofenden a los soldados. Los nervios crisparon en Palacio Nacional.
Lo peor que puede pasarle a las Fuerzas Armadas es perder la autonomía de ideología institucional y mancharse con los colores de un partido. En el año 2000 con el triunfo de Vicente Fox Quezada demostraron esa autonomía del PRI.
En el 2012 lo repitieron con un presidente panista y Comandante en Jefe, Felipe Calderón Hinojosa que dejaba al mando al priista Enrique Peña Nieto. Y en el 2018 volvieron a pasar la prueba con el tricolor con el triunfo de Morena y López Obrador.
Si la oposición ve partidismo en las Fuerzas Armadas, adiós confianza. No es fortuito el ruidoso reclamo por la masacre de 12 personas del 3 de julio en Nuevo Laredo Tamaulipas, publicado el lunes por El Universal, con la filtración de un video con la orden de ejecución extrajudicial.
Tampoco es fortuita la publicación en el el periódico español El País de este martes, donde aportan vastas pruebas a detalle contra el Ejército por desviar 156 millones de dólares en el sexenio de Peña Nieto y en lo que va de López Obrador.
Las fuerzas castrenses saben su misión, no deben repetir el vergonzoso capítulo donde el comandante de la Guardia Nacional Rodríguez Bucio buscó en su tablet información sobre el periodista Carlos Loret de Mola para que el presidente lo crucificara en una conferencia mañanera.
El Ejército y la Marina saben su misión histórica, los ciudadanos confían en ella, y deben honrarla.