Indicador Político
El presidente López Obrador está reaccionando mal y excesivamente ante la crítica de los medios. Seguramente siente que es momento de la prensa canalla. Lo toma pésimo por aquello que da por cierto que el origen de la crítica está en la mala entraña de los conservadores ante lo arrollador de su triunfo. Más que tema político, es un asunto personal, que se agrava cuando el fuego llega al círculo familiar.
Al mismo tiempo, el periodismo nacional vive una de sus etapas más difíciles y lamentables. En menos de un mes cinco periodistas han sido ejecutados; tres en Tijuana. El último este domingo, Marcos Ernesto Islas. No es cuestión menor que todos los homicidios han ocurrido en estados gobernados por Morena.
A pesar de su largo trayecto de luchador social, ahora como presidente, López Obrador tiene la piel delgada. Los escándalos por corrupción cobran vuelo y así será hasta el último día de su gobierno, incluso después. La vara que se autoimpuso en términos de una moralidad hacia los demás, ahora se le revierte. Para Peña Nieto la venalidad era un tema cultural; para López Obrador era cuestión de voluntad presidencial. Como bien se ha dicho, resulta una pena que el ascendiente popular del presidente para combatir la corrupción se haya perdido en querellas menores, el uso político de esa lucha y el voluntarismo. La austeridad no equivale a probidad; puede propiciar la corrupción si no hay transparencia y si se impone la discrecionalidad de las autoridades en la asignación de obra y servicios públicos. Además, cualquier nota en el propio círculo que no se someta a su sentido de la moral se vuelve escándalo mayor.
El desencuentro del presidente con la prensa adquiere expresiones que rayan en lo absurdo. Insultar a Carlos Loret lo deja muy mal cuando todos esperan de él una explicación, no una exculpación ni el insulto al mensajero; inexplicable su descalificación de Carmen Aristegui, que lo exhibe intolerante, pleno de encono e incapaz de comprender el oficio periodístico.
Quien habla con el presidente sobre la manera de actuar ante la prensa no le advierte de los límites a que está sujeto todo funcionario, sobre todo el hombre más poderoso del país. El entorno de sangre y fuego que padecen los medios obligaban a un mayor sentido de mesura y prudencia.
El responsable de comunicación o el mismo secretario de la Función Pública no informaron al presidente que la empresa Baker Hughes, objeto de la controversia en la revelación que involucra a su hijo mayor y esposa, está sujeta a una investigación en EU por corrupción, además de ser objeto de varias observaciones en aquel país desde hace tiempo por operaciones presuntamente corruptas. Se le debió informar sobre los contratos y los beneficios que obtuvo en lo que va de su gobierno. Los hechos son muy comprometedores y las revelaciones continuarán afectando la situación legal de Pemex, y la imagen presidencial misma.
Que López Obrador afirme que nada encontrarán en la investigación que se hace en el país es un acto más de voluntarismo. Su afirmación no se desprende de la información a la que debe tener acceso y menos de los reportes de auditoría internos. Pemex y Baker Hughes estarán en la línea de fuego no por la investigación nacional, sino por la SEC en EU y la aplicación de la ley anticorrupción de las empresas en tratos con gobiernos extranjeros. Peniley Ramírez ha dado un anticipo este domingo muy revelador sobre los negocios de la empresa durante este gobierno. Debe entenderse como un asunto que apenas inicia. Precisamente, por la desinformación del presidente y la actitud aviesa de sus colaboradores, lo que le viene habrá de resultarle amargo y dejará evidencia de que descuido, corrupción y complicidad son los males que persisten en la vida pública nacional.
López Obrador bien sabe de la condena popular por corrupción. Su triunfo y ascendiente a pesar de las malas cuentas de gobierno derivan de la convicción de muchos de su honestidad intransigente y determinación de acabar con este mal. Lo que para él es la prensa canalla revela el fracaso en tal empeño; su dificultad mayor es entender y asumir que esto apenas empieza, ojalá y a si no sea para los periodistas que enfrentan su peor momento.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto