Opinión

¿Quién habla con el presidente?/Opinión Federico Berrueto

Pese a su elevada popularidad, AMLO navega por su propia ruta y no hay quien le advierta que lleva al país al destino contrario de sus propósitos.

Errores recurrentes y elementalesAMLO no sólo se ha radicalizado. En el intento se muestra errático e incurre en faltas que conspiran contra sí mismo y su proyecto. Rehén de su popularidad, frágil para efectos que importan. Sus palabras, acciones y resultados muestran un gobierno mal conducido, mal defendido y sin brújula en la coyuntura y en las decisiones trascendentales.

Al presidente le ha ocurrido lo mismo que a todos sus antecesores, desde Zedillo hasta Peña Nieto, quienes aspiraron a la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, y fallaron o la perdieron, como es el caso, cuando la elección intermedia no representó el aval deseado. Algunos tuvieron que recurrir a los aliados para alcanzarla, como Peña y López Obrador. Este último, también como todos, advierte que el tiempo se impone y los logros no se materializarán en forma y tiempo. El acuerdo inconstitucional para blindar la obra pública es una acción desesperada ante el atraso de los proyectos emblemáticos.

El presidente decidió adelantar la sucesión. Su apoyo a Claudia Sheinbaum le hace daño a ella, a él mismo, a su gobierno, y resta legitimidad al proceso de selección, con o sin encuesta. Se están sembrando las condiciones para una fractura. López Obrador se ha vuelto parte interesada en la sucesión. Afortunadamente los buenos oficios del secretario de Gobernación le permiten mantener la cohesión y un sentido de proyecto común frente a todos los factores de interés en la coalición gobernante.

El presidente también está preocupado por los integrantes de su equipo. Culpa a una embestida conservadora de los medios y de los periodistas corruptos, cuando se muestra y demuestra que algunos de sus colaboradores no están a la altura del estándar moral que el régimen se ha autoimpuesto y que la ley exige. El enriquecimiento inexplicable, como en todos los gobiernos, se hace presente. Por ejemplo, la defensa que hace de Santiago Nieto carece de fundamento. Un titular de la UIF que se patrimonializó más allá de la justa medianía con créditos de instituciones en el ámbito de la responsabilidad del funcionario, constituyen un evidente conflicto de interés. Debiera preguntarle al fiscal Gertz o consultarlo con el presidente de la Corte.

AMLO no se ha radicalizado en el sentido de dar un impulso progresista o de izquierda, como él llama. Justo lo contrario. La militarización de la vida pública es ejemplo. También los recurrentes actos claramente inconstitucionales o los arrebatos de intolerancia frente a cualquier expresión libertaria o autónoma. Hasta Carmen Aristegui y Proceso son señalados y moralmente descalificados.

En el país está sucediendo justamente lo contrario de lo que se propone por el crecimiento de la pobreza y la desigualdad; por la persistencia de la corrupción; por el deterioro de la red de protección social en salud, alimentación y educación; por la creciente violencia y el avance territorial e institucional del crimen organizado, y por la devastación tanto de las instituciones republicanas como de la desconcentración del poder público. También por la intolerancia y la embestida contra la libertad, el pluralismo, la crítica y la legítima aspiración individual y colectiva por la superación.

López Obrador navega por su propia ruta, sin destino, aislado de la realidad. Convencido de que hace lo correcto, a partir de un instinto formado en la lucha por el poder, pero sin sentido para su buen ejercicio. Un presidente que, con menos de tres años de gobierno por delante, se resiste a asumir su responsabilidad, refugiado en su empeño por avasallar a quienes derrotó democráticamente hace años y, además, acompañado de una sólida mayoría parlamentaria y de gobiernos locales.

Se entiende que su formación y el pretendido afán revolucionario de muchos de los suyos le haga creer que el triunfo electoral sólo fue el banderazo para instaurar un nuevo régimen a la medida de las fantasías de trascendencia. Porque no hay quien le hable al presidente no le advierten que lleva al país al destino contrario de sus propósitos, a pesar de la elevada popularidad.

Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto

Víctor González Suárez

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