Opinión

¿Sabes dónde hay un cuerpo enterrado? /Bryan LeBarón

No se puede describir, pero quienes ya están entrenadas en detectar estos rastros de dolor, saben diferenciar entre piedritas blancas, comunes y corrientes, y pequeños fragmentos de huesos. Muchos llegan a ser restos de animales, pero otros, cuando por fin se puede decir que la primera parte de la misión tuvo éxito, son restos humanos lo que encuentran. 

De ahí viene acordonar la zona, entran las autoridades, se espulga cada centímetro de tierra, hasta dejarla como era originalmente, como antes de encontrarla, sin ninguna señal del espanto que ahí muy probablemente se desató. No imagino otro infierno peor en la tierra.

Cuando acompañamos a organizaciones de personas que buscan a sus desparecidos, como Voz y Dignidad, y Mallinaly, entre muchas otras, a recorrer terrenos tamaulipecos, y nos mostraron el trabajo de meses en zonas apartadas y escondidas, no pudimos dejar de sorprendernos del grado de maldad que existe en los criminales que usaron estos lugares como centros de operaciones, pero nos asombró más, el nivel de compromiso, valentía y entrega de quienes no cesan en su objetivo de hallar a sus seres queridos.

Y entre estos seres humanos excepcionales, quienes no eligieron su destino, pero decidieron enfrentarlo con todas las adversidades que representaría, están Edith Pérez, Graciela Pérez, Lupita Mendiola, y muchos otros, que además de su búsqueda infatigable de Ignacio, Aldo, Arturo, Alexis, Milynali, Alexis, Daniel Elías, han sentado precedentes y protocolos valiosísimos que usan las autoridades para ubicar fosas, han construido métodos que se han replicado en todo el país y que de acuerdo con funcionarios de todos niveles, son una presión y ayuda invaluable para alcanzar el objetivo de procurar justicia.

En otro caso más reciente, la declaración de “El Cholo”, presunto participante de la masacre contra mi familia, condujo a los elementos de la Fiscalía Especializada en Materia de Desaparición, de la FGR, al hallazgo de una gran fosa clandestina en el ejido de Guadalupe Victoria, Casas Grandes, con 11 cadáveres, los cuales fueron inhumados ilegalmente por integrantes de la delincuencia organizada, revelan datos de personal de la dependencia federal.

En este mismo sentido, hace unos meses en Tijuana, Baja California, un colectivo de madres que buscan desaparecidos, junto con el diputado Pedro Carrizales “el Mijis” pudieron localizar un lugar donde se encontraban 8 cuerpos sin vida, algunos en estado de descomposición avanzado de, al menos, 2 años y otros que por las periciales se aclaró que no habían pasado más de 7 días de haber sido torturados, privados de la vida y abandonados. 

Lo más alarmante es que es un lugar que durante al menos dos años había sido ocupado como destino de los cuerpos sin vida y las autoridades no lo sabían, al contrario, sí los miembros de la comunidad y los propios copartícipes de los homicidios por temor a represalias callaron, pero gracias a que se les sensibilizó con el dolor y la desesperación de las madres, es que dieron la información necesaria para localizar la fosa clandestina.

Estos hallazgos tienen un rasgo en común que debería ser un gran punto de partida. 

La información de estos lugares alguien la sabe, esta inteligencia está en las calles, sólo hace falta alguien que rompa el circulo vicioso de la clandestinidad, y dejemos de ser cómplices indirectos del dolor del otro. 

Debemos ponernos en los zapatos del otro para sentir su angustia, y saber que hoy en el país, no hay nadie exento de que le suceda una desgracia, pero todos deberíamos tener la certeza que cuando ocurra, un país entero se volcará para ayudar.

Todos conocemos donde se desarrolló un ilícito, quienes trafican, o son ladrones, algunos saben de esas casas sospechosas donde se escuchan gritos y hay actividad anormal, si todos tuviéramos la confianza de denunciar, otro país tendríamos, abismalmente diferente, pero ese es reto de las autoridades, hay que limpiar de raíz el sistema judicial y ofrecer verdaderas herramientas donde la integridad no se vea amenazada si señalo la comisión de un delito. 

No hablo de convertirnos en un país de soplones, hablo de ser un país que no soporta la corrupción, que frente al crimen adquiere una postura inalienable, y que en la desgracia, se une sin reservas, porque todos podemos compartir el mismo dolor, vayamos aliviando el alma de nuestra comunidad, en la que todos podemos ser felices.

Carmen Torres González

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