Indicador Político
¿Quién decretó la cuarentena?
En Yucatán policías amenazan a los bañistas, en Quintana Roo las playas abiertas…
El miedo, ese apanicamiento colectivo tan parecido a la histeria, que provoca que la gente vaya al supermercado para comprar 200 rollos de papel de baño, puede ser mucho más dañino que el Coronavirus.
La necesidad de cuestionar al Presidente de la República a priori, hace que cientos de miles de personas se sientan ya, porque sí, enfermas, gravemente enfermas. Los gritos a favor de establecer medidas restrictivas semejantes a las vigentes en países europeos, en Nueva York aumentan de volumen cada día. Y la pandemia existe por decreto de la imaginación popular en todas las casas, en cada uno de los vecinos.
Permitir que el miedo ordene nuestras acciones, dirija el curso de nuestras vidas, es lo peor que puede pasarnos.
Porque no se ha decretado ninguna cuarentena. Porque los niños tienen una semana, o dos, más de vacaciones, no de castigo. Porque no se han cerrado cines ni restaurantes ni las calles de las ciudades.
En Yucatán unos gorilas, bajo el mando de Luis Felipe Saiden que, mágicamente, tiene casi 20 años en el puesto de secretario de seguridad pública, fueron a las playas de Progreso a “ordenar” a la gente que se saliera de la playa. Como si viviésemos en un país sin leyes, sin libertad individual.
En inmenso contraste, el gobernador de Quintana Roo, Carlos Joaquín, protege al destino turístico, a quienes viven de proporcionar servicios a los viajeros, a la “marca” que ha costado muchos años construir. De ninguna manera se prohíbe ir a la playa, y sí, si se vale estar de vacaciones.
Tal parece que se asume, en automático, la obligación de actuar como si estuviésemos en la peor crisis de la enfermedad que, además, tiene una tasa de mortalidad menor al 4 por ciento, mucho menor a la de la influenza, o de quedar en medio de un enfrentamiento entre autoridades y criminales.
Ninguno se enferma la víspera. Y no por mucho madrugar amanece más temprano.
Tenemos menos de cien enfermos, y tendremos muchos más enfermos, y debemos tomar medidas precautorias, pero no es tiempo de encerrarnos en la casa a perpetuidad. Ni podemos o debemos exigir al gobierno que nos ordene hacerlo, cuando no hay una necesidad cierta, una exigencia médica.
Apartar el miedo de nuestras vidas. Atender a los hijos. Intentar asumir la rutina de forma normal. Y lavarnos, muchas veces, las manos será mucho más redituable que contratar un entierro sin el muerto.
En España, en Italia, en Francia existe una gran población de adultos mayores, vulnerables, con mayor riesgo que los jóvenes. Existe, también, una economía fuerte que permite comer una o varias semanas sin salir a trabajar. En nuestro país, como asume López Obrador, tenemos millones de personas que cada mañana salen a buscarse la vida como pueden. Una cuarentena los mataría antes que cualquier enfermedad.
Esa es nuestra realidad.
Y nuestra Constitución dice que no puede haber limitaciones en las libertades individuales, que eso sería confinarse obligadamente en las casas, sin antes decretarse un “Estado de Excepción”. Para eso falta mucho, no comamos ansías.
En Tuiter: @isabelarvide