Opinión

Vueltas que da la política/Federico Berrueto

Los sucesos en el mundo y en el país llevan a pensar que la audacia sin claridad estratégica se vuelve en contra. Por ejemplo, la invasión militar de Rusia a Ucrania para alejarle de la influencia de la UE y de la alianza militar del occidente, la OTAN, ha resultado justo en lo contrario: un aliado y un pacifista, Finlandia y Suecia, respectivamente, están por suscribir en sus respectivos parlamentos el acuerdo para solicitar la inclusión formal con la OTAN. Eso, en sí mismo, sería una derrota monumental, independientemente de lo que pudiera suceder en Ucrania, y del elevadísimo costo que ha tenido que pagar Rusia por la aventura militar de Putin.

Igual puede decirse de las alianzas del presidente López Obrador para llegar, mantenerse y reproducirse en el poder. Formalmente, suscribir acuerdo con el peor el espectro político, PVEM y PT, muy alejados de cualquier sentido de probidad. Dos partidos negocio al servicio de sus fundadores. La reforma electoral propuesta va contra los intereses de éstos. También una coalición para postular a un solo candidato. Entienden y hacen creer que la coalición se sostiene; pero les preocupa porque va de por medio su existencia. Así sucede en la elección de Quintana Roo; creen que ganará Mara Lezama, pero con baja votación del PVEM en la victoria, a pesar de la importante presencia política que ha ido construyendo en el estado, especialmente en la Riviera Maya.

El PVEM y PT son más poderosos de lo que parece y serían más si decidieran irse por su cuenta postulando un candidato presidencial razonablemente competitivo. Por ahora son el factor para que Morena tenga control de la Cámara de Diputados. Sin ellos el partido gobernante sería una fuerza más. Las negociaciones parlamentarias se hacen con discreción y si algo han aprendido, en particular los representantes del PVEM, es negociar con eficacia y sin visibilidad. Importan los resultados, no el reconocimiento.

Las malas pero convenientes compañías no se limitan al plano formal. El Presidente pronto entendió la necesidad de contar con la oligarquía empresarial asociada y beneficiada por la corrupción del pasado. Así, en la cancelación del aeropuerto de Texcoco todos perdieron menos ellos, a pesar de ser señalados como corruptos. No hubo investigación para dar curso a la acusación presidencial, sí hubo para indemnizarlos, y los más relevantes participan de los proyectos emblemáticos de infraestructura.

Empero, la relación privilegiada con los empresarios no es igual que en el pasado. Ahora manda el Presidente, y no es gratuita. Además del aval público a sus decisiones tienen que cumplir con las exigencias del SAT. El miedo juega su parte y la discrecionalidad con la que han operado la UIF, la Procuraduría Fiscal y, en ocasiones, la FGR hace que los empresarios poderosos cedan sin resistencia ante el poder presidencial. Nadie quiere pleito con el gobierno, menos ahora cuando hay casos ejemplares de arbitrariedad, independientemente del balconeo presidencial en las mañaneras. El Presidente sabe el peso de sus palabras y por ello ha amenazado que los empresarios que no se sometan a su expectativa para controlar la inflación serán señalados públicamente, con todas sus implicaciones.

A pesar de sus pretensiones, López Obrador entregará un país más desigual, con un Estado y un gobierno más débiles ante los factores de poder, especialmente los de corte delictivo. Los militares se han empoderado. También la relación con el gobierno del país vecino se ha vuelto adversa. La coyuntura favorece a México por la relevancia del tema migratorio en la agenda electoral de Joe Biden, pero el país es calificado como un aliado poco serio, sin brújula y no confiable. Lo mismo sucede en economía, seguridad o alianzas regionales. Un eventual regreso de Trump sería el retorno de un gobierno arrinconado por la retórica antimexicana y populista de los republicanos.

Un presidente que se propuso cambiar la historia, que intentó hacer de su proyecto un punto de quiebre en el devenir nacional. En lo que quedó es en el desmantelamiento o afectación de buena parte de las instituciones de bienestar a cambio del clientelismo. Tuvo éxito en alcanzar lo más veleidoso e intrascendente, aunque más útil en la gestión de la coyuntura: popularidad.

Carmen Torres González

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